Nosotros contra ellos

Actualidad14/10/2023
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Todo lo que existe en este gran universo
es un pato o no es un pato.

ANÓNIMO

 
Este es un libro sobre la comunicación política en un mundo polarizado, en el que los ciudadanos perciben al otro como extraño, distante, extremo. En cartografía, las antípodas son puntos que se encuentran en lados opuestos del planeta. Una interpretación frecuente de la polarización es que más gente se ubica en cada uno de esos extremos. Estamos polarizados porque el resto de los ciudadanos ya no son lo que eran, han cambiado y expresan preferencias extremas, radicalmente distintas a las nuestras. Entre Corea del Norte y Corea del Sur hay una angosta franja en la que no vive nadie, denominada de manera jocosa como “Corea del Centro”. Esta es la caracterización más habitual de la polarización política.

Existe otra interpretación del fenómeno de la polarización que no pone el énfasis en el cambio de preferencias, sino en la intensidad de nuestros afectos, conexiones, espacios. Cuanto mayor es el diámetro del planeta, mayor es la distancia entre sus lados opuestos, sin importar que permanezcamos inmóviles. Si pudiéramos inflar la Tierra como si fuera un globo y aumentáramos su circunferencia, las distancias entre todos los puntos dispuestos sobre el planeta se acrecentarían, aun si todos permanecieran inmóviles, anclados en sus posiciones originales. En ese escenario, la polarización aumentaría porque el espacio de la política se expande y porque crece la visibilidad e importancia de la esfera pública. En cosmología, esto se denomina inflación cósmica. Las galaxias se alejan entre sí debido a que el Universo se expande, y no como resultado de un movimiento propio. Asimismo, la polarización aumenta porque el espacio político se vuelve más intenso, se infla. La angosta franja de “Corea del Centro” es un espejismo, el resultado de no entender esos vastos espacios que se abren entre todos los puntos dispuestos sobre el globo terráqueo. A este tipo de polarización se la denomina “afectiva”. Se trata de un tipo de distancia que depende de cuán intensas son nuestras preferencias y no de cuáles son las políticas públicas que nos gustan.

En este libro, exploramos estas dos visiones del distanciamiento político. Describimos una polarización que es el resultado de cómo cambian nuestras preferencias y otra que depende de nuestros afectos y de cuán importante es la política en nuestras vidas. Retomamos preguntas nodales que habíamos discutido en nuestro libro anterior, Fake news, trolls y otros encantos (Calvo y Aruguete, 2020), en el que indagamos sobre la conformación de comunidades afectivamente polarizadas en las redes sociales y sus consecuencias en el consumo de noticias y el comportamiento comunicacional.

En Fake news, trolls y otros encantos, nuestro objetivo fue tornar “legibles” las redes sociales. Explicar cómo circulan distintas narrativas sociales en el mundo digital, qué mensajes aceptamos y cuáles queremos amplificar. Sin embargo, muchas preguntas importantes quedaron sin responder. No explicamos cómo el enojo incide en el aumento de la polarización, o en qué medida la alegría logra disminuirla. No analizamos el efecto del estado de ánimo en la interpretación de los mensajes políticos o cómo se puede intervenir activamente en las redes sociales para reducir la polarización política y afectiva. No estudiamos las estrategias para minimizar la circulación de contenidos tóxicos o las dosis de desinformación que se consumen.

Aquí, pretendemos recoger el guante y subir la apuesta: necesitamos comprender cómo cambia la polarización cuando se interviene de forma activa para reducir la dosis de noticias falsas que se consumen o cuando se informa a los usuarios que algunos contenidos son verdaderos y otros, falsos; es decir, discutimos cómo las intervenciones en las redes sociales modifican la percepción de que existen amigos que apoyan o enemigos que atacan. 

Estos interrogantes son centrales para reducir los niveles de violencia discursiva en la comunicación digital. Son también clave para reparar la confianza perdida en las instituciones democráticas y en el valor social del debate público. En su libro La construcción del enano fascista, Daniel Feierstein explora la potencialidad de que los argentinos seamos “hablados y actuados por el odio, [que habitemos] formas de violencia específicas que logran redirigir nuestras frustraciones hacia determinadas fracciones sociales” (Clave intelectual, 2023). Odiar el ágora, el espacio en el que debatimos públicamente, es una de las principales formas de debilitamiento de las instituciones democráticas. La proliferación de noticias falsas y la desconfianza en la intención comunicativa de nuestros semejantes tienen consecuencias inmediatas y negativas en los niveles de intolerancia e incivilidad política. Esto nos preocupa, nos interpela como académicos y como sujetos políticos. Dar respuestas sociales a estos problemas requiere intervenir de forma activa, generar alianzas con colegas y trabajar colaborativamente.

A mediados de 2019, seis meses antes del primer brote de Covid-19 y en vísperas de la elección presidencial en la Argentina, nos reunimos con nuestros colegas de Chequeado, (liderado en aquel entonces por Laura Zommer) y con el Grupo de Investigación para el Desarrollo [Development Research Group] del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), conducido por Carlos Scartascini.

El objetivo común era evaluar el tipo de intervenciones que reducen la incidencia de noticias falsas y que aumentan la confianza en el valor del discurso público. Para ello, discutimos sobre experimentos e intervenciones con el fin de entender por qué los votantes de América Latina comparten textos, imágenes y noticias en las redes sociales y en qué medida la actividad en las redes afecta el nivel de confianza de las y los votantes en las instituciones democráticas.

Confirmar nuestras creencias y refutar las de los otros

Si bien nos moviliza la preocupación práctica sobre cómo disminuir la violencia discursiva y la polarización social, creemos que la contribución teórica de este libro es igualmente relevante. El mundo binario que describimos en las siguientes páginas está caracterizado por dos tipos de proposiciones: confirmaciones y refutaciones. Para entender por qué los mensajes políticos nos polarizan, desarrollaremos en detalle las consecuencias políticas, discursivas y afectivas de confirmar nuestras creencias o de refutar las de los otros. 

Un mundo binario no es solo un mundo donde todo es negro o blanco; se trata, además, de un mundo donde reaccionamos positivamente cuando negro es confirmado y negativamente cuando blanco es refutado.

Vale la pena reforzar el sentido de nuestra propuesta. Pensemos en un mundo en el que siempre tenemos la razón, pero este se construye a partir de dos posibles encuadres: confirmaciones o refutaciones. Podemos tener razón porque confirmamos lo que nos gusta: “Es cierto que dije la verdad”, o podemos tener razón porque refutamos aquello que no nos gusta: “Es falso que dije una mentira”. La primera versión disminuye las distancias afectivas entre nosotros y el mundo, mientras que la segunda las aumenta.

Las confirmaciones nos producen placer, alegría, optimismo. Las refutaciones, en cambio, acrecientan nuestro enojo, asco, desazón. Las confirmaciones son compartidas entre los nuestros, son motivo de celebración. Las refutaciones están dirigidas a los otros, son dichas con un tono agraviante y defensivo. Cuando analizamos las consecuencias políticas, cognitivas y afectivas de mensajes que confirman nuestras creencias o que refutan las creencias ajenas, podemos observar que la polarización disminuye, en el primer caso, y aumenta en el segundo, como si el globo de la Tierra se volviera más pequeño o se agigantara.

Una confirmación es una proposición que toma la forma “Es cierto que p” y, al hacerlo, decide el resultado de un argumento (o un conflicto) entre dos o más individuos. La confirmación de una creencia es también una validación del individuo o grupo: “Usted tiene razón”.

Una refutación es una proposición que toma la forma “Es falso que no p”. La refutación denota un perdedor en la contienda: “Usted no tiene razón”, y es la otra cara de la confirmación: “Yo tengo razón”. Estas dos proposiciones, aunque lógicamente equivalentes, no lo son en lo comunicacional. “Yo tengo razón” es comunicada con mayor frecuencia que “Usted no tiene razón”. Si tomamos el ejemplo anterior, la proposición “Es cierto que dije la verdad” es comunicada con mayor frecuencia y en un tono más optimista que “Es falso que dije una mentira”.

¿Por qué preferimos las confirmaciones y rechazamos las refutaciones? Porque aceptamos y compartimos aquello que celebra nuestros aciertos, valida nuestras creencias e identidades, nos premia y nos incluye. La confirmación es una validación del individuo o grupo, una “vuelta olímpica” para celebrar que nuestras creencias ganaron. En cambio, nos resistimos a diseminar mensajes que acrecientan nuestro enojo, asco o desazón, como ocurre con la gran mayoría de las refutaciones.

Para demostrar el efecto despolarizante de las confirmaciones y el efecto polarizante de las refutaciones, introducimos al lector en un tipo particular de experimentos basados en encuadres equivalentes, es decir, experimentos en los cuales el mismo contenido es presentado como confirmación o como refutación. ¿Qué distingue un vaso medio vacío de uno medio lleno? ¿Son idénticas las paradojas del mentiroso (“Yo siempre 16 nosotros contra ellos miento” y “Yo nunca digo la verdad”)? ¿Son equivalentes la confirmación “Es verdad que las vacunas son efectivas” y la refutación “Es falso que las vacunas no son efectivas”?

En estos tres ejemplos comunicamos el mismo contenido. Un vaso medio lleno o medio vacío contiene la misma cantidad de agua. La paradoja del mentiroso de Bertrand Russell es igualmente contradictoria si “Yo siempre miento” que si “Yo nunca digo la verdad”. Las vacunas son un bien público si, en efecto, confirmamos que inmunizan contra una enfermedad o si negamos que no inmunizan.

Por más que los encuadres equivalentes describen un mismo dato de la realidad, sus efectos comunicacionales difieren. Una misma información es más frecuentemente compartida cuando se presenta como confirmación, que cuando se presenta como refutación. Al confirmar nuestras creencias, las distancias políticas y afectivas se perciben como pequeños arroyos que podemos atravesar con un salto. En cambio, la refutación es un río ancho e intransitable.

Un mundo binario no es solo un mundo donde todo es negro o blanco; se trata, además, de un mundo donde reaccionamos positivamente cuando negro es confirmado y negativamente cuando blanco es refutado. En un mundo binario, “El objeto es negro” resulta idéntico a “El objeto no es blanco”. Sin embargo, “Es cierto que negro” se comparte con distinta frecuencia que “Es falso que blanco”. En el corazón de este libro hay una asimetría, que es fundamental para entender la comunicación en este mundo polarizado.

Adjudicación

Un mundo binario es un mundo de litigados, litigantes y jueces. La decisión “Usted tiene razón” o “Usted no tiene razón” debe ser enunciada por un actor externo. Jean-François Lyotard discutió extensamente el problema de la adjudicación en su clásico La diferencia (1988) (1).  La adjudicación decide un diferendo entre dos argumentos que describen distintos universos de creencias y no admiten una resolución o acuerdo. No hay consenso, hay lucha, agonía, triunfo y derrota. El adjudicador da la razón a una de las partes; pero, al hacerlo, violenta al sujeto que es negado.

Hay dos tipos de creencias sobre el mundo: las nuestras y las de los otros, y un adjudicador que decide quién tiene la razón. En ocasiones, la decisión es aleatoria o, como se dice en economía, “es tomada por la naturaleza”. Cuando tiramos al aire una moneda y el resultado es cara o ceca, uno de los apostadores gana y el otro pierde. Otras veces, la decisión queda en manos de los votantes, quienes eligen a sus representantes o le dan mayor cantidad de votos al sí o al no en un referéndum. En otras, es dictaminada por un juez, quien absuelve o condena al acusado y, de esa forma, premia o penaliza al acusador. Un mundo binario no es solo un mundo de creencias en conflicto: se trata, además, de uno de adjudicaciones. El día después de las elecciones, los medios de comunicación explican por qué el ganador debía ganar; los fact checkers explican por qué la publicación en Facebook era falsa, el juez justifica el castigo dado al condenado. En el acto de adjudicar, individuos e instituciones anuncian: “Usted tiene razón y, en cambio, usted no”. Desde el punto de vista comunicacional, no interpretamos del mismo modo “Es cierto que es negro” y “Es falso que es blanco”, porque “Yo estoy en lo correcto” no es equivalente a “Usted está equivocado”.

A lo largo de tres años, realizamos decenas de experimentos en la Argentina, Brasil, Chile, Colombia, los Estados Unidos y México para entender el efecto de las confirmaciones y las refutaciones en un mundo polarizado. Estos experimentos ofrecían un mismo contenido a distintos encuestados, a veces como confirmación y a veces como refutación. Mientras algunos leyeron mensajes de Facebook que afirmaban “Es cierto que las vacunas son efectivas contra la variante ómicron”, otros leyeron el mismo contenido como refutación: “Es falso que las vacunas no son efectivas contra la variante ómicron”. Dos formas de decir que las vacunas son efectivas, como confirmación o refutación, producen efectos comunicacionales completamente distintos.

Al diseñar cada uno de estos experimentos, discutimos durante horas cómo confirmar o refutar el universo de las políticas públicas existentes: aborto, voto universal, impuestos, crimen, racismo, xenofobia. También discutimos cómo se refutan nuestras creencias científicas, preferencias artísticas o culturales. En el estudio Esto no es una pipa. Ensayo sobre Magritte (1981), Michel Foucault utiliza el conocido cuadro de René Magritte La traición de las imágenes para criticar la arbitrariedad del lenguaje y describir su relación con el conocimiento. La obra de Magritte puede también utilizarse para demostrar la arbitrariedad afectiva del lenguaje. A la versión original de Magritte (ligeramente adaptada con la leyenda “Es cierto que esto no es una pipa”), las redes sociales contemporáneas agregarían otras versiones alternativas (“Es cierto que esto es una pipa”, “Es falso que esto es una pipa”, “Es falso que esto no es una pipa”, véase la figura I.1), cuyos efectos comunicacionales difieren. En este libro queremos entender por qué los individuos dan “me gusta” y comparten “Es cierto que esto no es una pipa” con distinta probabilidad que sus versiones alternativas.

Gustar, compartir, comentar

De todas las cosas que son verdaderas o falsas y de aquellas que sabemos y nos gustan, decidimos compartir solo algunas en las redes sociales. ¿Por qué compartimos determinadas versiones de Magritte? Los experimentos que presentamos a continuación explican los distintos mecanismos por los cuales cliqueamos en “me gusta”, compartimos y comentamos ciertas publicaciones en las redes sociales. Las versiones equivalentes de La traición de las imágenes difieren en su simpleza cognitiva y en su belleza proposicional, en nuestra interpretación de lo verdadero y lo falso e, incluso, en nuestra intuición sobre el valor intrínseco de las palabras “verdadero” y “falso”. Estas diferencias afectan nuestra intención comunicativa, nuestro acto de compartir en el mundo y, en definitiva, nuestra decisión de amplificar contenidos en las redes sociales.

Figura I.1.

Confirmaciones y refutaciones de La traición de las imágenes, de René Magritte. Las diagonales muestran encuadres equivalentes

pipa-calvoLa refutación “Es falso que esto es una pipa” es lógicamente equivalente a la confirmación “Es cierto que esto no es una pipa”. La confirmación “Es cierto que esto es una pipa” es lógica y semánticamente equivalente a “Es falso que esto no es una pipa”. Sin embargo, las equivalencias lógicas no necesariamente son comunicadas con la misma probabilidad. Aquí mostramos que estas equivalencias también nos interpelan política y afectivamente.

En las redes sociales, dar “me gusta”, compartir, comentar e ignorar habilita contenidos en los muros de nuestros contactos. Un mundo binario, regido por confirmaciones o refutaciones, altera las dosis de información consumida a diario. El mundo se ve distinto si está dominado por confirmaciones o refutaciones, porque estas proposiciones no circulan con la misma probabilidad y tienen distintas consecuencias políticas y afectivas. El mundo de las refutaciones no solo es áspero y agresivo, sino que tiene una menor probabilidad de ser compartido que aquel dominado por confirmaciones.

Un mundo binario puede estar determinado por batallas agónicas que definen nuestra supervivencia, así como también por mensajes identitarios relativamente banales. “Todo lo que existe en este gran universo es un pato o no es un pato”, dice el epígrafe de esta introducción. Esta frase anónima, que circula en las redes sociales, describe sarcásticamente el mundo proposicional binario, en el que, si se ve como un pato, si camina como un pato y si grazna como un pato, es un pato. Todo lo que existe en este gran universo puede ser arbitrariamente descripto en forma binaria, tanto lo que es fundamental para nosotros, como nuestras preferencias pro-o antiaborto, o aquellas cosas que son triviales, eso que se ve, camina y grazna como un pato. No todo mundo binario es agónico, pero está conformado por refutaciones y confirmaciones.

1. Aun cuando Lyotard utiliza el término “diferendo” [Le différend], la versión en castellano titula su traducción La diferencia. Sin embargo, el estudio de Lyotard no busca analizar las diferencias entre grupos, sino los diferendos legales, en los que no es posible un acuerdo comunicativo.

frente-Aruguete-Calvo.-Nosotros-contra-ellos-650x974Este fragmento pertenece al libro Nosotros contra ellos. Cómo trabajan las redes para confirmar nuestras creencias y rechazar las de los otros

Por Ernesto Calvo, Natalia Aruguete * Respectivamente: Investigadora del Conicet y de la Universidad Nacional de Quilmes. / Profesor de la Universidad de Maryland. / Le Monde diplomatique, edición Cono Sur

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