





"El nacionalismo es hambre de poder atemperada por el autoengaño"


George Orwell
Existen grupos tribales del homo sapiens compuestos por pocas decenas de personas y sustentados por un factible instinto gregario. También existen grupos de chimpancés, nuestros primos hermanos, constituidos por grupos de no más de treinta integrantes.
Es decir, las grandes naciones se han constituido probablemente por otros motivos, como dice el historiador Yuval Harari: los egipcios necesitaron, por ejemplo, asociar pequeñas tribus para manejar la canalización del Nilo y protegerse tanto de las sequías como de las inundaciones. Este mismo autor concluye que el ser humano no reconoce más que 150 relaciones cercanas y personales. Entonces podría decirse que, si bien existe un instinto gregario tribal como una de las bases de la supervivencia, este no es el constituyente de las urbes gigantescas en las que nos encontramos imbuidos, como base de todas las naciones.
Existen así grandes problemas globalizados que los ultranacionalismos pueden provocar, o por lo menos le cuesta controlar, y que ponen en riesgo nuestra existencia.
- Una catástrofe nuclear, olvidada tras la Guerra Fría pero que nunca nos ha abandonado dada la actual competencia.
- Una catástrofe climática que genere un cambio global irreversible que derrita los hielos, inunde la tierra, provoque sequías e incendios y desiertos, entre otras cuestiones.
- Una catástrofe tecnológica, ya sea biotecnología y/o infotecnológica, y que la inteligencia artificial (IA) nos reemplace.
Estos problemas no serán resueltos en forma individual sino con un nacionalismo mundial, tomando la Tierra como nave global. Los nacionalismo regionales probablemente empeoren todos los parámetros de estas tres cuestiones: guerra nuclear, calentamiento global y crisis tecnológica, siendo riesgos consecuentes de un mundo dividido en ultranacionalismos que no solo no ha dejado de enriquecer uranio y plutonios sino que ha aumentado el consumo de hidrocarburos y explotando tanto la infotecnología como la biotecnologia en la competencia guerrera de cada nación.
Agresividad grupal
El politólogo Francis Fukuyama es de los que piensan en una agresividad grupal innata. El humano tendría una postura agresiva y guerrera asociada al instinto de combatir, base de la selección natural, sucediendo esto desde el comienzo de nuestra especie, hace aproximadamente de 200.000 años, y participando desde ese momento en luchas y exterminios invasores poblacionales primitivos.
Sin embargo, son muchos los evolucionistas que plantean que no existe evidencia de ello, ya que descreen de un instinto guerrero social primitivo. Postulan que esta característica se emparenta con el crecimiento grupal y el sedentarismo, que otorgan una identidad colectiva, y el sentimiento de propiedad, tal como plantea Brian Fergunson, antropólogo especialista en este tema. Este desmistifica además la conducta agresiva que se presume en el chimpancé, que expulsaría a los foráneos del grupo, siendo un sesgo de la intervención del humano en la conducta de nuestro primo hermano.
Puede que el humano sea el único ser biológico que genere guerras, pues, si bien existen enfrentamientos entre animales, en ningún caso se plantean con la planificación, la masividad y el plazo necesario para considerarlo un acto bélico. Son simples escaramuzas espontáneas e impulsivas que dirimen conflictos sexuales o territoriales en escala muy menor y que además podrían definirse como una toma de decisión a corto plazo, siendo la guerra una toma de decisión especialmente a largo plazo y planificada.
Control de la violencia
Steven Pinker, reconocido psicólogo de la Universidad Harvard especializado en este tema, expone que la incursión de una estructura de control estatal, como un Leviatán planteado por el filósofo Thomas Hobbes, sería uno de los factores controladores de la violencia, a pesar de que las sociedades cazadoras recolectoras eran mucho más violentas que las sociedades actuales.
Pero el desarrollo tecnológico extremo, con voracidad, pone en riesgo al humano. El uso inadecuado de las tecnologías genera calentamiento global, mientras que tecnologías útiles como la nuclear, la genética y la IA le han otorgado al homo sapiens, por primera vez en su historia, la capacidad de extinguirse a sí mismo.
Si bien IA presenta un proceso de razonamiento artificial, en la actualidad se busca que además pueda captar la empatía humana y representarla. Esta herramienta trata de desarrollar resolución de problemas, pero con creatividad y toma de decisiones, cada vez con mayor información en menor cantidad de volumen y tiempo. La informática, como todo adelanto científico, contiene beneficios y riesgos, por lo que encontrar el equilibrio individual y regular socialmente su uso son requisitos claves para encontrar la medida justa.
El ser humano se convirtió en una especie con gran capacidad para aprender y transmitir habilidades y tecnología. Lo que Robert Sapolsky, estudioso de los primates y miembro de la Universidad de Stanford, propone es que el humano es el único primate que va más allá de los límites de la evolución, pero produciendo superpoblaciones que consumen altos niveles de energía contaminante, sobrecalentado en planeta.
Ese mismo avance tecnológico permitió cuestiones ciertamente positivas, como la prolongación de la vida que conllevo al aumento de la población mundial, que pasó de los casi 1.000 millones de habitantes que había en 1800 a los actuales 8.000 millones, provocando tanto una gran globalización como el desplazamiento de las personas.
Este escenario genera más lucha territorial y una mayor disputa de recursos, con un umbral más bajo para alcanzar un conflicto bélico y un aumento de armas masivas en zonas más densamente pobladas. Estas condiciones disparan la necesidad de estudiar con mayor profundidad la conducta ultranacionalista de los humanos.
Por Ignacio Brusco * Médico Psiquiatra, Neurólogo y Legista, Profesor Titular y Director del Departamento de Psiquiatría y Salud Mental en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y del Hospital de Clínicas-UBA..Profesor Adjunto de Fisiología, Facultad de Medicina-UBA
Investigador Independiente del CONICET​
Doctor en Medicina (Universidad de Buenos Aires-UBA). Doctor en Filosofía (Universidad de Morón) / BaeNegocios





