Neurociencia ¿Tenemos autocontrol al momento de votar?

Actualidad11/08/2023
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"El gobierno más difícil es el de uno mismo"

Séneca

Actualmente existen varios estudios que plantean que el autocontrol predomina sobre el resto de las funciones intelectuales para tener éxito en diferentes tareas. Walter Mischel, de la Universidad de Columbia, observó que si los niños podían autocontrolar su instinto alimentario para no aceptar una golosina en una primera instancia en la que se les ofrecía para obtener una mayor recompensa en la segunda oportunidad (posibilidad de esperar la gratificación), seguidos en el tiempo, estos niños "esperadores" alcanzaban un mayor "éxito" (por lo menos a la manera occidental) en su vida adulta.

Se piensa entonces que, a diferencia de lo que se creía (que el éxito es consecuencia del ego), es el control de nuestros impulsos lo que genera el éxito que luego deriva en ego. En diversos estudios se ha observado que, aunque se disponga de un gran ego, esto no es un factor relacionado con el éxito; pero, si una persona tiene control de los impulsos ante provocaciones y es capaz mantener ese autocontrol, va obtener mayores satisfacciones en una tarea determinada.

La toma de decisiones es la función final de nuestra conducta; de hecho, es posible evaluarla: se considera que puede existir a corto y a largo plazo, siendo más compleja y evolucionada al final del desarrollo de la persona, que es ya pasados los 20 años. Recordemos que la inhibición de la conducta funciona especialmente a expensas de nuestro lóbulo prefrontal del cerebro, y los instintos se controlan y/o producen en nuestro sistema subcortical límbico.

La decisión a largo plazo aumenta sus dificultades ya que incluye una mayor cantidad de variables y una cierta proyección en el tiempo. Se considera que nuestra conducta final es producto de la lucha entre lo racional y lo instintivo: si los instintos primitivos de supervivencia superan el control se da una mayor presencia de nuestro cerebro primitivo. De este modo pueden producirse desde conductas adictivas e impulsivas hasta agresiones, miedos, impulsos sexuales descontrolados o una alimentación anormal. Predomina, entonces, lo instintivo sobre lo racional.

Debemos saber que el tema del autocontrol de nuestras pulsiones constituye uno de los vectores de la toma de decisiones, función final de nuestra conducta. Así, los que estudian estas funciones cognitivas finales observan modificaciones relacionadas con el trastorno del control de las mismas, así como también diversas alteraciones de las recompensas, entre ellas los diferentes tipos de adicciones (sean a las drogas legales o ilegales u otras cuestiones, como el juego o el sexo).

¿Qué factores afectan nuestras decisiones?
La pregunta que se hacen actualmente tanto la ciencia como la medicina legal es cuáles son los factores que afectan el control de nuestras decisiones, impidiendo la libertad de decidir sobre el consumo, y que pueden alterar la conciencia en forma secundaria y generar una toxicidad cognitiva que no nos deje decidir sobre otras cuestiones claves, como las acciones civiles o penales. Se piensa que quizá se ha prejuzgado a Sigmund Freud cuando se hacía caso omiso al concepto de "energía del yo".

Actualmente sabemos que el cerebro es una estructura que depende de energía y que, en cierto modo, esa capacidad de control se puede saturar u angostar ante diferentes estímulos. Este es un riesgo en la toma de decisión electoral.

En ese marco, resulta interesante el estudio realizado por Kathleen Vohs, de la Universidad de Minnesota, que observa que esa energía puede no agotarse (o por lo menos somos más proclives a un mayor esfuerzo controlador) cuando recibimos una remuneración o cuando se plantea un crecimiento en nuestra jerarquía sobre la estructura en la cual estamos trabajando.

Puede pensarse que en ambas cuestiones se se ponen en juego instancias primitivas de poder, así sea un alimento o una palabra o cualquier otro actor que baje la capacidad de restricción de nuestro comportamiento y nos lleve a una acción inadecuada, considerada dentro de la cultura que nos rodea y de la cual formamos parte.

Por Ignacio Brusco * Neurocientífico y profesor. Decano de la Facultad de Ciencias Médicas (UBA). PhD en Medicina y en Filosofía. 

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