La nariz de Berni

Actualidad - Nacional 07 de abril de 2023
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La nariz hinchada y sangrante del ministro de Seguridad de la Provincia de Buenos Aires ya está en la Historia.

Claro que hora tras hora se instala más y más en el rodar de una tierra desdichada que se desmorona: la pobreza, la indigencia, la estupidez de los responsables que improvisan y mienten, solo entrenados en la idea de que errar es humano pero más humano es echarle la culpa a otros. 

El ministro Sergio Berni, todo el mundo lo ha visto, bajó con su helicóptero, de macho, como un soldado solo frente al mundo. Claro que no se trataba del mundo sino de los momentos en que los colectiveros de la línea 620 despedían y clamaban por el asesinato que acabó con Daniel Barrientos, chofer a pocos meses de jubilarse en su duro trabajo, enhebrado por madrugones seguidos de jornadas tensas. El ministro avanzó lentamente hacia el grupo sacudido por una nueva muerte de colectivero, lista extensa nunca resuelta, porque, entre otras cosas, no se solucionan -se agravan- problemas mayúsculos en la macroeconomía y en la calle.

Berni, nacido en Santa Cruz hace 47 años, es médico- cirujano-, militar, teniente coronel (R), ocupó un lugar de importancia en la gestión de Alicia Kirchner, con mucha exposición durante la muerte del fiscal Alberto Nisman al informar el hecho y entrar al departamento, escenario de un lugar desordenado, con barro, policías que comieron allí y suciedad que impidió investigar in situ el homicidio, que así determinó la Justicia –aunque no pudo o no quiso identificar al o los autores–. Enfrentado con el ministro de la Nación, Aníbal Fernández, volvió después del episodio violento que pudo abrir paso a una conmoción social para reclamar al presidente Fernández refuerzos – gendarmes- a la provincia, donde la Bonaerense cuenta con noventa mil integrantes, distraída mientras Berni era golpeado.

Ha de agregarse que el ministro es buzo táctico, experto en karate, alpinista, experto en rescates y paracaidista. Alguien, puede decirse, que ha trabajado en sí mismo como quien tiene muy en cuenta el valor de la voluntad, una palabra que tiene diversas resonancias filosóficas y políticas. Su modo de expresión como encargado de la seguridad no excluye la espectacularidad, y las puestas teatrales, no puede discutirse, pero emana baches en la esencial función donde es imprescindible: el mando. Tal vez, su paso por el ejército. donde obtuvo el grado como médico, ha fortalecido más la obediencia y la disciplina a un superior reconocido, incondicional, que a mandar.

Cuando los choferes doloridos y en llamas – fue en la General Paz y Ruta 3, en La Matanza, donde se producen dos crímenes diarios- , desataron su ira porque ninguno ignora que empieza su tarea sin la menor garantía de volver vivo. El colectivo que manejaba Barrientos a las cinco de la mañana, se detuvo y subieron dos personas jóvenes alterados y con armas que, hay testigos, sostenían con dificultades. Había nueve pasajeros, entre ellos un efectivo de la policía que se identificó y vació a la carrera varios cargadores. Policías de la ciudad llegaron y se dispusieron en medio círculo para proteger a Berni de las trompadas, las piedras y, debe añadirse , la carga completa de un pañal, sin verificarse si producto de un bebé o de un adulto preparado para la humillante descarga en la cabeza.

Con la ya histórica nariz, Berni se presentó rápidamente a los canales y en los primeros minutos contó lo que pudo con, es seguro, dolor de cabeza y en crisis, para sumarse horas más tarde al armado unánime urdido: un complot, una emboscada para debilitar la candidatura del, a menudo, desconcertante gobernador. Una emboscada es otra cosa: ver “El general Quiroga va en coche al muere”, poema de Jorge Luis Borges que puede leer mil veces sin que deje la sensación de hacerlo por primera vez. Ninguna emboscada: ningún coche cruzó al colectivo de Barrientos, no se usaron armas de guerra, nada.

Narices conocidas acompañan la del ministro: la idea de Blas Pascal acerca de que si la nariz de Cleopatra hubiera sido más bonita- era largona, se ve en monedas de la época- , las cosas habrían sido distintas. La reina egipcia de tronco griego compensó la ausencia de perfección, fue de gran inteligencia, hablaba numerosas lenguas, incluida la del Egipto de entonces- podría darse por descontado pero no era así, no era la natal-, y se juraba entonces que era dueña de una gran sensualidad y seducción. En la literatura tenemos a Cyrano y a Pinocho, pongamos la naricita de Michael Johnson entre los freaks del espectáculo que reemplazaba dos fosas nasales, solo dos agujeros según la autopsia. Narices.

En su momento se designaron 2500 millones de pesos- las cifras son siempre descomunales, inexplicables- para dotar a los colectivos de cámaras y botones de pánico. Muy pocos los llevan. Cuando las líneas deben presentarse a control, cuelgan unas cámaras sin definición en la imagen, y obsoletas para pasar el trámite y los botones. A la suma apuntada la tiene el Gran Bonete, no se sabe, no se dice. Una suma enorme difuminada en la instancia de una pobreza que aumenta y que creció en los últimos treinta años mientras en los vecinos de la región se ha conseguido disminuirla.

Al menos dos colectiveros fueron detenidos con gran aparato después de la agresión a Berni : un espectáculo desproporcionado que no se emplea con delincuentes identificados sin problemas en “cantris”. De inmediato, paro indeterminado de choferes que complicó y mortificó a muchos que no pudieron viajar.

La nariz permite antes que nada el olfato, y la Argentina huele a algo muy extraño. Algo se pudre. Y algo se ha saturado. Aquellos polvos han traído estos lodos.

Nota:infobae.com

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