La traición de su amante y el acuerdo que selló Menem para capturarlo: así cayó Gorriarán Merlo

Historia 12 de marzo de 2023
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La historia de la caída de Enrique Gorriarán Merlo en México tenía hasta hoy zonas secretas en cuando a los motivos de su detención. Más allá del interés del gobierno de Carlos Menem por lograr su captura tras haber organizado el asalto al Regimiento de Infantería Mecanizada 3 de La Tablada, el 23 de enero de 1989, “el pelado” Gorriarán Merlo tenía muchas cuentas pendientes ante la justicia argentina. Hacer una historia de su actividad dentro del Partido Revolucionario de los Trabajadores y su brazo armado el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) demanda un libro y no es esta la oportunidad. Además, gran parte de los argentinos más o menos conocen su prontuario criminal. La detención de “el pelado” tiene también connotaciones externas y es lo que importa ahora develar. Cómo y por qué, al mejor estilo neroniano, algunos pulgares poderosos se inclinaron para abajo, condenándolo. Tras la caída de Mario Roberto Santucho, Benito Urteaga, Domingo Menna y otros en julio de 1976, la vida del Gorriarán –para algunos “Ricardo”—se deslizó a “salto de mata” como dicen los cubanos. Poco tiempo después partiría con Arnold Kremer (a) “Luis Mattini” (sucesor de Santucho) al exterior: Brasil, Italia, España, Cuba. También, de manera clandestina, a veces entraba a la Argentina vía Iguazú. En mayo de 1979, junto con otros argentinos con experiencia militar se instala en Nicaragua. Lo acompaña Hugo Alfredo Irurzún (a) “Capitán Santiago”, ex jefe de la compañía de monte Ramón Rosa Jiménez que el ERP instaló en Tucumán en 1974. Además, juntos habían comandado el ataque al la unidad militar de Azul en tiempo de la presidencia de Juan Domingo Perón, en enero de 1974.

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En los días finales de la caída de Anastasio Somoza Debayle, en una Nicaragua abandonada por el presidente estadounidense Jimmy Carter para ser entregada a la influencia castrista, Gorriarán Merlo pasará a integrar las filas de la inteligencia nicaragüense, en manos del coronel “Renán Montero” de nombre verdadero Andrés Barahona López (Dirección Quinta de la Seguridad del Estado). ¿El cubano Renán Montero? Sí, el mismo al que el “Che” Guevara llamaba “Iván” en sus apuntes y debía hacerle de enlace entre su columna y la subversión en La Paz. Los que han seguido la fracasada historia del “guerrillero heroico” saben que, en 1967, “Montero” desapareció con la aquiescencia de Fidel Castro y lo dejó solo en medio de la selva boliviana. “Iván” se va a enterar de la muerte de Guevara en su nuevo destino en Francia. En los primeros tiempos del gobierno del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), Gorriarán va a trabajar al lado de Montero, el comandante Tomás Borge (Ministro del Interior) y Lenín Cerna. Entre sus primeras tareas está la de interrogador, actividad que conocía bien si se tiene en cuenta el largo examen que le tomó al “Oso” Renier, agente de inteligencia militar argentina que hizo fracasar el asalto a la unidad militar en Monte Chingolo en diciembre de 1975 y que lo condenara a la muerte con dos inyecciones de veneno.

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Antes de ser jefe de la Dirección General de la Seguridad del Estado, el comandante Lenín Cerna es nombrado cónsul en Tegucigalpa, Honduras. ¿Por qué? Muy simple, porque va a colaborar en la primera operación de asesinato realizada por la inteligencia nicaragüense (que ya recibía entrenamiento de Cuba, Alemania comunista y Bulgaria) en el exterior. Va a ser asesinado Pablo Emilio Salazar (a) el “comandante Bravo”, oficial somocista egresado de la Escuela de Entrenamiento Básico de Infantería (EBBI) que mantuvo a raya al sandinismo en la frontera con Costa Rica y va a pelear hasta después de la huida de Somoza a los EE.UU. A la hora de escapar de Nicaragua, “Bravo” se va a Miami con su esposa y sus hijos dejando a su amante Bárbara en manos del nuevo régimen. En la Florida, “Bravo” habrá de decir que “la mayoría de nosotros, sino todo, habíamos sido entrenados, directa o indirectamente, por las fuerzas armadas norteamericanas. Nuestros nobles amigos militares nos han vuelto la espalda.” Mientras intentaba activar una fuerza antisandinista, el comandante mantenía “un pié telefónico” con Bárbara, que ya para ese momento había sido entregada al ministro Borge y acepta colaborar: Es eso o la muerte por “sapa” (informante) somocista. Bajo la dirección de Renán Montero, los diálogos entre “Bravo” y su amante son meticulosamente grabados, y “Bravo” la convence a que viaje a El Salvador u Honduras, alquile una casa, y él irá a visitarla. Gorriarán Merlo al tanto de la operación viaja a Honduras vía Panamá con uno de los argentinos erpianos. En Tegucigalpa, el cónsul Lenín Cerna entrega al equipo operativo las armas para asesinar al ex oficial somocista. Gorriarán recibe una pistola 22 con silenciador y dos granadas. El 10 de octubre de 1979, cuando “Bravo” llega, a la casa que alquiló su amante, ella le abre la puerta y “el pelado” le pone la pistola en la cabeza y le dispara el primer tiro, luego se asegura con un segundo. Lo arrastran hasta la habitación, lo dejan debajo de la cama y desaparecen. Su cuerpo es encontrado porque los vecinos días más tarde informan a la policía sobre el hedor que salía de la casa. La tal Bárbara se convierte en amante de Gorriáran Merlo.

Tras la muerte de Pablo Emilio Salazar la inteligencia sandinista sigue los pasos de Anastasio “Tachito” Somoza y comienza a planificarse la Operación Reptil. El ex dictador nicaragüense es rechazado en los EE.UU. y tras pasar un tiempo en Bahamas, con el respaldo del general Alfredo Stroessner, se asienta en Asunción del Paraguay con su amante Dinorah Sampson y algunos funcionarios.

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Catorce meses más tarde, tras una vida licenciosa de negocios, fiestas y champagne, el 17 de septiembre de 1980, Somoza es asesinado por un comando formado en Nicaragua, encabezado por “el pelado” Gorriaran Merlo, el “Capitán Santiago” Irurzun, Silvia Horgers y unos pocos más. El jefe del grupo desaparece pero cae Irurzun. Horas más tarde del atentado, el coronel Arias Duval del Batallón 601 envía a un agente argentino para reconocer el cadáver y realizar una investigación del lugar donde vivía.

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Hasta aquí la versión más difundida, pero hay otra para un sector del organismo de la calle 25 de Mayo 11. Ella sostiene hasta hoy que todos los asesinos trabajaron bajo la atenta mirada de la inteligencia chilena y, más allá, del cuartel de Langley, la sede de la CIA. En este mundo de miradas distraídas, zonas grises y traiciones, al gobierno norteamericano le incomodaba la permanencia de Somoza y su enorme caudal de conocimientos en Asunción del Paraguay. Sabía que el ex mandatario nicaragüense manifestaba su resentimiento por haber sido abandonado en el medio de la crisis. Durante el debate en la OEA sobre la situación nicaragüense el voto argentino no había sido consultado con la Junta Militar en virtud de la urgencia, pero la crónica de la época recuerda cómo el canciller Carlos W. Pastor hubo de visitar a los tres comandos militares para brindar sus explicaciones. El mayor reproche que se le hacía al canciller era el de haber abandonado a un gobierno considerado amigo en la lucha contra el comunismo. No se aceptaba que más importante que la actitud argentina fue el gesto del gobierno de Jimmy Carter, de soltarle la mano a Somoza y fue el propio embajador de los EE.UU. en Managua, Lawrence Pezzullo, el que lo obligó a alejarse a Miami. A pesar de haber dado el voto clave (que hizo que se lograran los 17 que se necesitaban), la Argentina no estaba convencida. El 27 de junio de 1979, el embajador argentino Jorge Aja Espil se encontró con el subsecretario de Estado para Asuntos Hemisféricos, Viron Vaky, para expresarle su preocupación por la instalación de un régimen controlado por los guerrilleros sandinistas, muchos de cuyos líderes habían recibido adiestramiento en Cuba. “Occidente se halla en crisis”, escribió un periodista que firmaba con el seudónimo de “Polibio” y sentenció: “La Argentina es un peñón que no confunde las palabras en medio de un mundo a la deriva”.

Luego del ataque dirigido por “el pelado” al RIM-3 de La Tablada, en 1989, la inteligencia argentina comenzó a interesarse vivamente por la detención de Enrique Gorriarán Merlo. Se lo buscaba por todas partes, en especial en Cuba y México. Era el objetivo principal de la Sala Patria que comandaba Patricio Pfinnen y lo secundaba Alejandro Brousson en la SIDE. El cable a tierra por sus contactos políticos y su confianza con el Señor 5, Hugo Anzorreguy, era “Silvester”. Será entre Pfinnen y “Silvester” que SE entremezclan dos operaciones simultáneas. Una a través de un agente instalado en La Habana cuya misión era BUSCAR a Gorriarán cuando iba a hacerse tratar médicamente y conseguir sacarle una serie de fotos actualizadas. Cumplió la tarea. La otra misión era de alto nivel político, comenzó a iluminarse en México y se concretó en Buenos Aires entre los presidentes Carlos Menem y Ernesto Zedillo.

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Al iniciar su período presidencial el nuevo mandatario mexicano se encuentra con el surgimiento subversivo de connotación marxista en el estado de Chiapas, conocido como el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN). Sale a la luz oponiéndose al Tratado de Libre Comercio del Norte entre los Estados Unidos, Canadá y México firmado por el presidente Carlos Salinas de Gortari. El movimiento pone en crisis a todo el sistema de gobierno de México y al partido gobernante desde varias décadas atrás. En la Sala Patria se prende una luz amarilla y los contactos trabajados con mucho tiempo, esfuerzo y dinero comienzan a dar resultados. Así la SIDE va a tener a un cura argentino en Chiapas y sus informaciones sobre el zapatismo llegan al “clearing” bilateral argentino-mexicano. En este ámbito uno de los funcionarios de la SIDE inteligentemente informa que la conducción guerrillera de Chiapas está buscando en el exterior instructores para su tropa y uno de estos es Enrique Haroldo Gorriarán Merlo. Este dato es llevado al más alto nivel político argentino, se lo interioriza a Menem y se le solicita que se lo transmita a Zedillo, al tiempo que se le pide su entrega en el caso de que pise México (al que iba regularmente). Menem habla con Zedillo y acuerdan. Luego, a un nivel más bajo la respuesta mexicana fue “lo sacamos de acá apenas lo tengamos y si tiene pasaporte falso lo trasladamos por izquierda”.

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Antes de concretar el operativo otro grupo de la SIDE detiene a Ana María Sívori, la pareja con la que Gorriarán Melo tenía dos hijas y había colaborado en el ataque al RIM-3. El jefe guerrillero no se dio por enterado porque desde hacía tiempo alternaba con Bárbara, la nicaragüense que había sido amante del asesinado somocista “comandante Bravo” y que, como dijimos, ahora militaba (supuestamente) en el sandinismo. El sábado 28 de octubre de 1995, aproximadamente a las 9 de la mañana, “el pelado” es detenido cuando transitaba en la carretera que une a Tepotzlan y Cuautla junto con dos personas. A Gorriarán lo echan sobre el capot y uno de los captores le hace girar la cabeza y lo observa fijamente. Luego de unos segundos mira a los otros y asiente con un movimiento y media sonrisa. Solo dirá: “Es él”. A continuación los tres son subidos a un móvil y llevados al cuartel de Migraciones de la ciudad de México para un control de documentos. Gorriarán muestra un pasaporte uruguayo con identidad falsa. Todos son encerrados separadamente y durante los interrogatorios todo se desploma: “Bárbara” la amante lo termina delatando. “El pelado” siente el peso de la traición, cuando el funcionario de Migraciones le dice: “Usted es Gorriarán Merlo” y él intentará solicitar asilo político. Ya era tarde, el avión Cessna matrícula LV-WHY que había esperado en Miami ya volaba al aeropuerto de Benito Juárez, donde le informaron que era expulsado de México y “queda a disposición de los señores”. Al avión suben dos mexicanos y seis argentinos agentes de la SIDE. El Cessna va a aterrizar en El Palomar, provincia de Buenos Aires, y Gorriarán Merlo es llevado a la unidad de Gendarmería de Campo de Mayo hasta su traslado a la cárcel de Villa Devoto. Así termino Gorriarán Merlo su vida a “alto de mata”.

Infobae

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