Argentina en la nueva primavera nuclear

Actualidad - Nacional 01 de marzo de 2023
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En 1913, H.G. Wells tuvo una visión. Otra más. En vísperas de la Primera Guerra Mundial y un poco cansado de las máquinas del tiempo, las invasiones alienígenas y los hombres invisibles, al escritor y periodista inglés le vino una imagen a la cabeza: imaginó un mundo devastado por las bombas atómicas, un apocalipsis nuclear que recién se disiparía tiempo después con la emergencia de un nueva era de abundancia, basada en la disponibilidad de energía barata e ilimitada.

Basándose en los descubrimientos de los físicos y químicos de su tiempo, Wells no solo previó los inventos que décadas más tarde sacudirían al mundo. A su manera, su libro The World Set Free: A Story of Mankind (1914) anticipó la nube en forma de hongo que se elevó sobre Hiroshima y Nagasaki y marcó el camino científico-político por el que discurriría el siglo XX.

Su poder premonitorio, sin embargo, aun no se ha disipado del todo. Si bien sigue siendo una tecnología altamente controvertida y polarizadora, la energía nuclear atraviesa un inesperado renacimiento y, aferrados al sueño de la tan buscada fusión nuclear, muchos científicos esperan que algún día se termine de cumplir la profecía del prolífico prócer de la ciencia ficción.

En un contexto de la agitación geopolítica y de una cada vez más acalorada crisis climática, 2022 fue un gran año para el sector. La invasión de Rusia a Ucrania expuso cómo las exportaciones de energía funcionan como una herramienta estratégica para la influencia geopolítica. La escasez de combustibles fósiles tradicionales y las presiones para reducir las emisiones de dióxido de carbono y alcanzar los objetivos climáticos gestaron un nuevo escenario en el que muchos países se ven obligados a volver a recurrir y a apostar por esta energía, cuando parecía que se habían finalmente cansado de ella.

Actualmente, existen alrededor de 440 reactores en operación en 33 países. En 2021 estos proporcionaron 2653 TWh, alrededor del 10% de la electricidad mundial, por debajo del máximo del 17,4% en 1995. Otros 60 nuevos reactores están en estos momentos en construcción, en 15 países, en particular China, India y Rusia.

En esta nueva era, Alemania, que mantuvo una relación de amor-odio con la energía nuclear durante décadas, es el caso más llamativo: había programado cerrar todos sus reactores para fines de 2022. Pero la avanzada de Vladimir Putin, la crisis energética y un curioso cambio en la opinión pública local hicieron que el canciller, Olaf Scholz, ordenara que las tres centrales nucleares del país siguieran funcionando.

Lo mismo ocurrió en Japón y Francia, que habían planeado jubilar una parte de sus reactores nucleares: cambiaron de opinión cuando los tanques rusos entraron en Ucrania. Mientras el país asiático planea reiniciar las plantas cerradas después del desastre de Fukushima en 2011 para lograr su objetivo de neutralidad en carbono y al mismo tiempo garantizar suministros de electricidad estables, el gobierno de Macron proyecta construir seis nuevos reactores nucleares y sumarlos a los 56 ya existentes.

La invasión de Rusia a Ucrania expuso cómo las exportaciones de energía funcionan como una herramienta estratégica para la influencia geopolítica.

Mientras tanto, Gran Bretaña está construyendo  una nueva central eléctrica Sizewell C en Suffolk. En la actualidad, alrededor del 21% del suministro de electricidad en la isla proviene de la energía nuclear de 15 reactores.

Polonia y Rumania se comprometieron a comprar reactores nucleares fabricados en Estados Unidos, donde el Departamento de Energía extendió la vida útil de varias de sus 92 plantas para satisfacer la demanda de electricidad en un momento de intensificación de los eventos climáticos.

La voracidad energética del planeta aumenta día a día. Según la Agencia Internacional de Energía, el consumo total mundial de energía se incrementará un 30 por ciento para 2050.

Después de años de declive, la energía nuclear regresa al centro de atención en medio de la actual crisis energética. Ya sea para romper la dependencia mundial del petróleo y el gas importados o para consolidar la seguridad e independencia energética, varios países han incluido la energía nuclear en su agenda política para las próximas décadas.

En este escenario de renovado entusiasmo y cambio de dirección, Argentina busca consolidar su posición en la región. Para ello estrecha lazos de colaboración y establece alianzas en la materia con otros países –ya sea para colaborar en temas vinculados a reactores nucleares experimentales y plantas de producción de radioisótopos para usos médicos– ante un panorama energético tan drásticamente transformado: un nuevo orden energético mundial.

Alianzas y oportunidades

Como una banda de rock o un equipo de fútbol, a comienzos de febrero de este año una delegación argentina conformada por representantes del Ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación (MINCyT) y la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) salió de gira. Durante más de diez días, el ministro Daniel Filmus y la presidenta de la CNEA, Adriana Serquis, estrecharon manos, intercambiaron obsequios, posaron para las fotos y mantuvieron reuniones con autoridades de organismos vinculados al uso pacífico de la energía nuclear.

La primera escala fue Corea del Sur. Allí comenzó una ajetreada recorrida por instalaciones científicas, como el Instituto de Investigación Aeroespacial de Corea, donde se desarrollan, montan y testean satélites. En la ciudad de Daejeon visitaron el Instituto Coreano de Energía de Fusión (KFE), donde recorrieron las instalaciones del “sol artificial de Corea”, el superconductor KSTAR, un reactor donde se realizan investigaciones orientadas a la generación de energía de fusión nuclear.

La agenda siguió en el Instituto de Investigación de Energía Atómica (KAERI), donde se fabricará un pequeño reactor nuclear de baja potencia conocido como “Smart”, planificado para Arabia Saudita y capaz de generar 100 MWe, energía suficiente para abastecer a una ciudad de 100.000 habitantes.

En Seúl, la delegación argentina conoció el Korean Institut of Radiological and Medical Sciences (KIRAMS), en el que se realiza investigación y desarrollo en medicina nuclear y radioterapias. Allí pudieron ver cómo había quedado instalado el acelerador de protones de alta corriente cuyas partes fueron desarrolladas por la CNEA y se emplea en lo que se conoce como “Terapia por Captura Neutrónica en Boro” (BNCT), una técnica en experimentación que permite el tratamiento localizado de algunos tipos de cánceres agresivos –como melanoma, glioblastoma multiforme, cáncer de cuello, hígado y pulmón– para los que no hay abordaje posible con los métodos convencionales.

Unos días y varios miles de kilómetros después, la delegación argentina llegó a la India. En Mumbai, los representantes argentinos conocieron el Bhabha Atomic Research Center (BARC), donde funciona la planta de producción de Molibdeno-99 vendida llave en mano por la empresa estatal INVAP. Este radioisótopo es crucial: como el yodo 131, se trata de un elemento químico que se fabrica dentro de un reactor nuclear de investigación y es capaz de emitir radiación. Se emplea en el 80% de los diagnósticos de medicina nuclear del mundo, ya que sirve para la formación de imágenes del esqueleto y órganos como el corazón, el cerebro, los pulmones y el hígado.

Tras más reuniones y firmas de convenios de cooperación en áreas de biotecnología y tecnologías espacial y digital, la gira concluyó en Francia, segundo productor de electricidad nuclear más importante del mundo después de Estados Unidos y que apuesta fuertemente por este tipo de energía como parte de su plan de transición energética.

“Tuvimos una recepción muy cálida. Se valora mucho el trabajo científico-tecnológico que se realiza en Argentina”, destaca Serquis. “Nos tienen en cuenta como un actor capaz de brindar soporte tecnológico. Es importante profundizar lazos con países con tanto desarrollo en el ámbito nuclear. Permite que seamos reconocidos por nuestra trayectoria tecnológica y por los logros alcanzados aun en mucha menor escala. Estas alianzas promueven también intercambios que ayudan a la especialización de nuestros científicos”.

De exportar trigo a vender reactores nucleares

En un escenario internacional convulsionado y que da un giro casi obligado a la energía nuclear, Argentina cuenta con la oportunidad de desempeñar un rol más activo como país productor y exportador de componentes, ingeniería y conocimiento, de modo de encontrar su nicho en el mercado nuclear global.

En especial teniendo en cuenta que el país cuenta con 70 años de experiencia en la materia. Como señala el investigador Federico Merke, especialista en relaciones internacionales, la historia argentina en asuntos nucleares ha sido mucho más estable que la trayectoria general de su política exterior. Pese a las crisis económicas y los golpes de Estado recurrentes, el sector ha sobrevivido, reestructurándose y fortaleciéndose década a década, en especial desde el relanzamiento del Plan Nuclear en 2006 bajo la presidencia de Néstor Kirchner.

En la actualidad, la energía nuclear representa alrededor del 7 % de la energía eléctrica del sistema nacional. En 1974, Argentina se convirtió en el primer país latinoamericano en utilizar la energía nuclear cuando entró en funcionamiento el primer reactor comercial, Atucha I, a 100 km de la Ciudad de Buenos Aires, en la localidad de Lima. La Central Nuclear Embalse, en la costa sur del embalse del Río Tercero, en Córdoba, inició sus actividades en 1984. Mientras que Atucha II lo hizo en 2014.

En febrero de 2022, China se comprometió a financiar y construir una cuarta planta nuclear argentina, Atucha III. Sin embargo, meses después el acuerdo entró en un impasse debido a la demanda local de que se permita a los ingenieros fabricar el combustible del reactor en el país.

Nacida de las cenizas de la experiencia fallida del Proyecto Huemul -el sueño truncado de fusión nuclear liderado por el  físico  austríaco Ronald Richter durante el primer gobierno de Perón-, la historia nuclear nacional también engendró una serie de empresas que impulsan el sector, como Nucleoeléctrica Argentina -encargada de la operación de centrales nucleares-; CONUAR (Combustibles Nucleares Argentinos); ENSI (Empresa Neuquina de Servicios de Ingeniería) que produce agua pesada para reactores de investigación y centrales; DIOXITEK que garantizar el suministro de dióxido de uranio; e INVAP que desarrolla satélites y reactores nucleares en Bariloche.

“Hoy tenemos exportaciones de tecnología nuclear en casi todos los continentes”, cuenta el ingeniero Fernando Braun, de la división nuclear de INVAP, que formó parte de la delegación argentina. “Esto nos pone en un grupo reducido de países capaces de hacer este tipo negocios. Hoy la gran mayoría de nuestros posibles nuevos clientes nos buscan debido a que reconocen nuestra historia y nuestro compromiso a trabajar en ambientes multiculturales, con transferencia real de tecnología, alta participación de la industria local y compromiso de ejecución y soporte a largo plazo de nuestras obras”.

Entre las ventas más importantes de esta empresa estatal destacan el reactor nuclear OPAL a Australia en 2007 y el reactor de investigación de isótopos PALLAS a Holanda, en construcción.

Nuevos reactores: chicos pero poderosos

El actual renacimiento nuclear ha empujado a los países a duplicar la vida útil de sus reactores. Pero también a pensar en alternativas menos costosas y más rápidas de construir que las monumentales centrales.

Una alternativa son los pequeños reactores modulares, de un tercio del tamaño de los tradicionales. Funcionan de la misma manera: un proceso de división de átomos, conocido como fisión nuclear, genera una gran cantidad de calor, que luego se convierte en vapor que impulsa las turbinas que electrifican las ciudades. Estos pequeños reactores (conocidos como SMR) generan menos de 300 megavatios de energía, lo suficiente para suministrar electricidad a comunidades de hasta 10.000 personas durante una década.

Son muchos los países que están desarrollando sus reactores en miniatura, cuya principal ventaja es que cuestan menos y se pueden construir más rápidamente que los grandes reactores nucleares.

La CNEA está desarrollando un reactor íntegramente diseñado en el país: el CAREM (acrónimo de Central Argentina de Elementos Modulares). La obra del primer prototipo se encuentra también en la localidad bonaerense de Lima. Actualmente al 77% de su construcción, es uno de los mayores desafíos tecnológicos nacionales: una vez terminado podrá generar 32 MWe, potencia suficiente para cubrir las necesidades de un ciudad grande como Bariloche. Ya se está trabajando en el diseño y la ingeniería de futuros módulos comerciales de mayor tamaño, con una potencia del orden de los 120 MWe. Se instalaría en la provincia de Formosa.

Otro de los proyectos nucleares insignia del sector es el Reactor Nuclear Argentino Multipropósito RA-10. Realizado en colaboración con INVAP, el diseño comenzó en 2010 y la construcción en 2016, en el Centro Atómico Ezeiza, provincia de Buenos Aires. Una vez terminado, asegurará el autoabastecimiento de radioisótopos de uso médico, así como también permitirá atender buena parte de la demanda de América Latina. De hecho, se estima que podrá generar el 20 % de todo el Molibdeno-99 que se usa en el mundo para diagnóstico en medicina nuclear.

Nuevos vientos para la energía nuclear

En la década de 1950, en los comienzos de la era atómica, muchos científicos creían que la energía nuclear algún día suministraría la mayor parte de la energía del mundo, como había predicho H.G. Wells. Sin embargo, la complejidad de los reactores y tragedias como el accidente nuclear de Three Mile Island en Pensilvania, Estados Unidos, en 1979, Chernobyl en 1986 y la catástrofe nuclear de Fukushima en 2011 desinflaron el entusiasmo.

La guerra en Ucrania y la crisis climática le dieron un nuevo aire al sector, a tal punto que la Comisión Europea ha calificado la energía nuclear como sustentable, es decir  como fuente de energía respetuosa con el medio ambiente si los sitios pueden lograr eliminar de manera segura los desechos radiactivos.

Si bien la vacilación nuclear de muchos países perdura –como Austria y Australia que históricamente se han opuesto–, el nuevo orden energético mundial impondrá cambios en las relaciones de poder, reconfigurará alianzas y relocalizará los centros de influencia. Con el 20% de los depósitos de litio del mundo y una rica y activa experiencia atómica, Argentina busca aprovechar el momento y contar con flamantes socios en una nueva primavera nuclear.

Por Federico Kukso * El Diplo

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