La tragedia del ARA San Juan y el ocaso de la Fuerza de Submarinos

Actualidad - Nacional 16 de noviembre de 2022
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La Armada Argentina (ARA) fue una de las primeras en comprender el enorme valor bélico, estratégico y geopolítico que significa tener una Fuerza de Submarinos modernos y tripulaciones altamente adiestradas, generando un efecto disuasivo que, en caso de conflicto armado, sería determinante para la defensa de nuestro extenso litoral marítimo.

Durante la Segunda Guerra Mundial (II GM) se pudo comprobar el valor militar y político de tener submarinos, los cuales desarrollaron múltiples misiones, desde inteligencia, reconocimiento y control del tráfico marítimo, sembrado de minas navales, ataque a las líneas logísticas del enemigo, ataque a objetivos de alto valor militar como los submarinos y cruceros, infiltración/exfiltración de tropas especiales, etc.

Esta variedad de usos que permiten los submarinos sumados al sigilo de navegar bajo la superficie del mar, los convirtió en armas estratégicas que realmente potenciar el poder bélico de aquellos Estados que invierten en contar con este tipo de unidades navales y personal formado y adiestrado para aprovechar al máximo sus cualidades técnicas y tácticas.

En ese entendimiento, a fines de la década de 1960 la Armada Argentina comprendió la necesidad de potenciar su Fuerza de Submarinos y eligió a Alemania como socio estratégico para encarar un plan a largo plazo que le permitiera incorporar nuevos submarinos, torpedos, minas, etc.; mejorar la formación y adiestramiento operativo de las tripulaciones y fortalecer las capacidades nacionales de investigación, desarrollo y producción de componentes, subsistemas, sistemas y hasta incluso el ensamblaje y soldadura de los cascos resistentes de los submarinos de nuestro país.

Al extenso litoral marítimo de casi 5000 Km de costas se suman la dispersión de nuestra soberanía entre la Isla Grande de Tierra del Fuego y los archipiélagos conformados por las  islas Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur; la proyección en el Sector Antártico y la ocupación militar e ilegítima del Reino Unido en parte de nuestro territorio.

Por todo ello, la Armada Argentina decidió potenciar su arma submarina otorgándole el rol de Comando de la Fuerza de Submarinos (COFS) y, simultáneamente, encaró una serie de medidas para sumar nuevas y mayores capacidades operativas, tecnológicas e industriales, entre las cuales podemos citar:

  • Priorizar una Fuerza de Submarinos alistada y adiestrada para operar en al menos dos áreas focales simultáneamente.
  • Contar con seis submarinos de prestaciones oceánicas de gran autonomía (patrullas de más de 60 días continuados en alta mar y estiba de más de 15 torpedos pesados).
  • Erigir un astillero especialmente diseñado para construir y mantener los submarinos, torpedos y minas en dotación del COFS.
  • Evaluar la factibilidad de desarrollar, construir y operar submarinos nucleares.

Malvinas y el esplendor del COFS

Entre la década de 1970 y mediados de la de 1980, el Comando de la Fuerza de Submarinos incorporó dos submarinos U-209 nuevos (construidos en Alemania y ensamblados (soldados sus módulos) en el astillero argentino TANDANOR), dos submarinos TR-1700 fabricados en Alemania por Thyssen Krupp, construyó el entonces Astillero Ministro Manuel Domecq García (luego fue rebautizado como Almirante Storni) para construir cuatro TR-1700 en nuestro país y comenzó, en conjunto con la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) el diseño de un reactor nuclear modular para propulsar una versión adaptada de los TR-1700 (de mayor eslora pero igual diámetro de casco resistente) con vistas a tener un submarino nuclear de diseño nacional.

Asimismo, también se conformó la Empresa de Desarrollos Especiales Sociedad Anónima (EDESA)  con la finalidad de fabricar en Argentina torpedos pesados para nuestros submarinos.

Mientras se concretaban todas estas acciones para contar con una Fuerza de Submarinos moderna, la más potente de Sudamérica por entonces, se produjo el desembarco del 2 de abril de 1982 a través del cual las Fuerzas Armadas argentinas recuperaron el ejercicio de nuestra soberanía sobre las islas Malvinas tras 149 años de ilegítima usurpación británica y continuos reclamos diplomáticos que nunca fueron considerados por el Reino Unido.

A lo largo de la Guerra de Malvinas, tanto los argentinos como los británicos pudimos tomar cuenta del real valor que genera contar con submarinos, ya sean convencionales o nucleares.

Los submarinos nucleares le permitieron a los británicos desplegar armas de destrucción masiva (misiles con ojivas nucleares) y fuerzas especiales en los archipiélagos australes y en la costa argentina, reduciendo la libertad de maniobra de las FFAA argentinas y generando un desgaste por el esfuerzo que requiere la detección y ataque a un submarino enemigo.

El artero ataque del submarino inglés HMS “Conqueror” contra el Crucero ARA “General Belgrano” estando éste fuera de la zona de exclusión que los mismos británicos habían establecido implicó el virtual repliegue de toda la flota de mar argentina a puertos o aguas poco profundas.

Por el lado argentino, el submarino ARA “Santa Fe” permitió desembarcar tropas que marcaron las playas para el desembarco seguro en la madrugada del 2 de abril y luego hizo lo propio trasladando tropas de Infantería de Marina a las islas Georgias donde finalmente fue atacado por los británicos y quedó fuera de servicio. Por su parte, el submarino ARA “San Luis” (S-32) operó durante casi un mes contra la flota británica y provocó un enorme esfuerzo logístico y operativo de los buques, aviones y helicópteros ingleses que estuvieron afectados a intentar su eliminación, objetivo que no lograron pese a los tres ataques con torpedos que realizó el S-32 contra los buques de la corona inglesa.

40 años de decadencia

Al finalizar la contienda de Malvinas la dirigencia política argentina optó por “castigar” a las Fuerzas Armadas (en vez de solo a aquellos militares que cometieron delitos) y lo hizo reduciendo el presupuesto operativo, los salarios de los uniformados y su nivel de injerencia en otros ámbitos que no fueran los estrictamente castrenses.

Desde 1983 al presente llevamos casi 40 años donde la única “política de Estado” en materia de Defensa de las diversas administraciones presidenciales ha sido reducir constantemente los recursos asignados a las FFAA, provocando una obsolescencia en masa/desprogramación de la mayoría de sus principales sistemas de armas, ejemplo de ello es que no tenemos aviones supersónicos de combate, ni submarinos, ni buques cazaminas, ni de desembarco anfibio, ni destructores como misiles de defensa antiaérea de medio/largo alcance, la mayoría de los infantes y tanques carecen de visión nocturna, se desprogramaron los aviones de transporte estratégico y patrulla marítima, etc.

Este ajuste presupuestario afectó notablemente la calidad y exigencias en la formación y adiestramiento del personal militar, lo cual, sumado al envejecimiento y falta de modernización de los medios comenzó a provocar un incremento en la tasa de incidentes y accidentes, incluso con víctimas fatales, tanto de pilotos como de tropas que usaron munición vencida o vehículos con más de cuatro décadas en servicio y, obviamente, también de marinos que perecieron cumpliendo actos del servicio en buques desactualizados y con un mantenimiento dudoso por no decir insuficiente.

Hoy, 15 de noviembre del 2022, se cumplen cinco años de la trágica pérdida del Submarino ARA “San Juan” y sus 44 heroicos tripulantes mientras patrullaban el Mar Argentino.

Esta tragedia muy probablemente se podría haber evitado si los Almirantes de la Armada y los funcionarios políticos del Ministerio de Defensa hubieran cumplido acabadamente con sus respectivas obligaciones, sabiendo que el buque operaba con las mismas tecnologías que arribó a nuestro país en 1985.

Casi 30 años después y sin recibir una adecuada modernización -que bien podría haber implicado la incorporación de un Sistema de Propulsión Independiente del Aire (AIP)- el submarino ARA “San Juan” se vio en la necesidad de navegar a una cota que le permitiera tomar aire para recargar sus baterías pese a las durísimas condiciones hidrometeorológicas presentes en aquella fatídica jornada.

Ni siquiera la pérdida de 44 jóvenes marinos y de un submarino movió el amperímetro de la clase dirigente, gobierno y oposición, para que rápidamente se tomaran acciones que permitieran reequipar a la Fuerza de Submarinos con medios modernos, que se tomara en serio la necesidad de asegurar el presupuesto para formar y adiestrar adecuadamente a nuestros submarinistas, que se aseguraran los fondos para cumplir a rajatabla con las tareas de mantenimiento preventivo y correctivo que requieren los submarinos, etc.

Conclusiones

Desde aquel trágico 15 de noviembre del 2017, la Armada Argentina y el país en su conjunto carecen de al menos un submarino operativo, esto atenta severa y peligrosamente con la necesaria transmisión de conocimientos y experiencias en técnicas y tácticas que debe tener cualquier submarinista, desde el timonel hasta el comandante de la unidad.

Llevamos cinco años, dos administraciones presidenciales de ideologías totalmente diferentes y seguimos sin que se tome una decisión para reequipar a la Armada Argentina con una Fuerza de Submarinos capaz y moderna, que esté en condiciones de proteger nuestro extenso litoral marítimo y contribuir a la disuasión en el marco del accionar militar conjunto.

Meses atrás el actual ministro de Defensa visitó a sus homólogos de Alemania y Francia para visitar sus astilleros y analizar las propuestas técnicas y económicas para definir la próxima clase de submarinos que equipará a la Armada Argentina.

Sea cual sea el modelo que se elija, el contrato deberá prever un importante programa de instrucción y adiestramiento operativo de nuestros submarinistas para compensar un lustro de improvisaciones y esfuerzos aislados que atentan contra la seguridad de nuestros hombres y mujeres, marinos que eligieron servir a la Patria y entregar sus vidas si fuera necesario.

Ojalá que los políticos, de todas las ideologías, entiendan de una buena vez, que la Defensa Nacional debe ser gestionada como una verdadera Política de Estado, que requiere consensos interpartidarios sostenidos a largo plazo y militares que no tomen decisiones para quedar bien con los funcionarios de turno, sino pensando primero en sus subordinados y en cómo se protegen los intereses institucionales por sobre los personales.

Cualquier persona que vea el mapa de la República Argentina o sepa que es el octavo país más grande del mundo, que su Zona Económica Exclusiva es una de las más extensas y ricas en biodiversidad, pesca, gas y petróleo, etc., se dará cuenta de la importancia que reviste disponer de una Fuerza de Submarinos cuyo despliegue, medios, alistamiento y adiestramiento estén en consonancia con las riquezas y amplitud de los espacios marítimos a vigilar y defender.

El Fondo Nacional para la Defensa (FONDEF) ha sido una pequeña muestra de que el consenso entre las fuerzas políticas es posible pero no suficiente para revertir cuatro décadas de desinversión en nuestras Fuerzas Armadas.

A cinco años de la tragedia del ARA “San Juan” confiemos en que la reflexión y la visión estratégica alumbren a la dirigencia política para que los argentinos no volvamos a sufrir la pérdida de compatriotas cuya vocación los llevó a elegir una carrera sacrificada y muy mal remunerada como lo es la militar.

Gloria y honor a nuestros 44 héroes del Submarino ARA “San Juan”!!! Eterno agradecimiento a esos 44 gallardos marinos que supieron morir por lo que sabían vivir.

Por José Javier Díaz * El autor fue Oficial del Cuerpo Comando de la Armada Argentina; es Licenciado en Administración, Master europeo y Magíster ITBA en Dirección Estratégica y Tecnológica; se desempeña como Consultor de Empresas y Organismos Gubernamentales para zona-militar.com

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