El siniestro caso del “sacerdote satánico”, su grupo de violadores y la muerte nunca esclarecida de la monja que lo descubrió

Historia 26 de septiembre de 2022
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La monja Catherine Anne Cesnik llevaba casi dos meses desaparecida cuando, el 3 de enero de 1970, un cazador y su hijo encontraron un cuerpo cerca de un basural en una zona poco transitada de Lansdowne, una pequeña población del condado de Baltimore, en Maryland.

Hasta ese momento, la suerte corrida por la hermana Cathie, de 26 años, profesora de teatro e inglés en la Escuela Secundaria Arzobispo Keough en Baltimore, era un misterio.

 
La tarde del 7 de noviembre anterior había salido del departamento que compartía con otra monja, Helen Russell Phillips, para comprar un regalo para la boda de su hermana Marilyn en una joyería del Centro Comercial Edmondson Village. Y se esfumó.

La hermana Phillips se preocupó cuando Cathy no volvió esa noche y les pidió ayuda a dos curas amigos, Peter McKeon y Gerard J. Koob, para buscarla. No la encontraron a ella pero sí a su auto, muy embarrado, estacionado frente a un edificio de departamentos. Eran las 4.40 de la madrugada del 8 de noviembre y no hizo falta nada más para que hicieran la denuncia policial.

Poco se pudo reconstruir después. La policía averiguó que la monja había cobrado un cheque en el First National Bank después de salir, posiblemente para comprar el regalo para su hermana… o quizás para irse y no volver.

Algunos vecinos del edificio de departamentos frente al que se encontró el auto dijeron que habían visto a la monja en su interior a las ocho y media de la noche, y que el auto estaba limpio. Otros vieron al auto, pero no a la monja, alrededor de las diez, sucio y estacionado contramano, tal como lo encontraron.

A partir de ese momento y hasta el 3 de enero, cuando los dos cazadores encontraron el cuerpo descompuesto de Cathy, con el cráneo fracturado por un golpe, no se supo nada más.

Pasarían muchos años, exactamente 23, para que una mujer, ex alumna de la Escuela Secundaria de mujeres Arzobispo Keough, pudiera revivir un borroso recuerdo de cuando era una niña de 14 años.

En ese recuerdo hacía un largo viaje en auto con el capellán de la escuela, el cura Joseph Maskell, hasta un lugar descampado. Allí, el cura la hacía bajar y le mostraba el cuerpo de la hermana Cathy.

-¿Ves lo que pasa cuando hablás mal de las personas? – le decía el cura en su memoria recuperada.

Ese recuerdo reprimido durante años por Jean Wehner disparó una investigación policial y judicial en 1992 sobre el cura Maskell que quedaría prácticamente en la nada, aunque también destapó un escándalo que pronto fue tapado por la Iglesia con la complicidad de las autoridades: desvelar los abusos sexuales cometidos en aquellos años por una red de sacerdotes, policías y empresarios locales de Baltimore, que hasta entonces habían permanecido silenciados. El epicentro era la escuela católica y la cabeza de todo era Maskell.

Deberían pasar muchos años más, hasta 2017, para que Jean Wehner volviera a contar ese recuerdo, esta vez ante una cámara, como disparador de la serie documental The Keepers, que intenta develar el misterio que envuelve al asesinato de la hermana Cathy.

Allí, todos los testimonios apuntan a Maskell, aunque este nunca pudo saberlo. Para entonces, “el sacerdote diabólico”, como se lo llamó, llevaba 16 años muerto, sin haber tenido que responder jamás por sus acciones.

Un cura con dos caras

Maskell creció en el noreste de Baltimore, se graduó en el Calvert Hall College y fue ordenado como sacerdote en 1965, a los 26 años. Su primer destino fue como entrenador deportivo en el Sagrado Corazón de María en Baltimore de 1965 a 1966, luego fue transferido a la Iglesia de San Clemente en Lansdowne, donde trabajó de 1966 a 1968, y luego a Nuestra Señora de la Victoria en 1968. Para entonces también lo habían nombrado capellán Escuela Secundaria Arzobispo Keough y también de la policía local y de la Guardia Nacional de Baltimore, una combinación que le sería muy útil a sus fines.

A la luz pública se lo tenía como un religioso respetable e inteligente, carismático entre sus colegas y los alumnos, muy interesado por la psicología. Cuando llegó a la secundaria Keough se ganó rápidamente un lugar en la comunidad educativa.

Nadie imaginó que su llegada no era una decisión tomada por motivos religiosos y académicos, sino una resolución de la Iglesia para tapar un escándalo. Poco antes, la madre de un monaguillo de la Iglesia de San Clemente, un chico de 14 años llamado Charles Franz, lo había acusado de emborrachar a su hijo para abusar sexualmente de él.

Muchas años más tarde, Franz contará en el documental The Keepers: “Maskell era el pastor asociado en la Iglesia de San Clemente. Yo era monaguillo y abusó de mí varias veces en el año 1967. Me enseñó a beber para olvidar los problemas y a consumir drogas. Se lo conté a mi madre y lo trasladaron a otro centro (el instituto Arzobispo Keough, donde estudiaban aquellas chicas). Si la Iglesia católica hubiese actuado correctamente en el 67, porque lo sabían, no habría habido un asesinato y tantos abusos”.

Además de capellán de la escuela, Maskell jugaba el papel de “consejero” de las estudiantes. Parecía el hombre indicado, dados sus estudios de psicología. Algunas exalumnas recordarían después que, en algunas ocasiones que las llamó a conversar con él, las sometió a sesiones de hipnosis.

Su papel como “psicólogo” le permitía también detectar a las estudiantes emocionalmente más vulnerables para manipularlas y abusar de ellas. Su modus operandi para violarlas transformar el abuso en misa, diciéndoles que su semen era “el cuerpo del Espíritu Santo” y su pene, “el cuerpo de Cristo”.

En el recuerdo de Jean Wehner, Maskell comenzó a abusar de ella luego de que, en una de las sesiones de “consejo espiritual”, le contara que había sido abusada por su tío. Entonces Maskell la convención de que la mejor manera de limpiar sus pecados era tener “el cuerpo del Espíritu Santo dentro de ella”. La manera de recibirlo en su interior era beber su semen.

Maskell no se conformaba con su propio abuso sino que encabezaba una verdadera red de abusadores, en la que había otros curas, algunos de jerarquía en el arzobispado, políticos y policías. De esa maneraconstruyó también una red de complicidades y protección.

El grupo se hacía llamar “Los Guardianes”. Operaban con tal impunidad que Maskell llegó a llamar por el sistema de megafonía de la escuela a las alumnas con su nombre, diciéndoles que salieran de clase y fueran a su despacho. Allí él y otros miembros de esa banda siniestra abusaban de ellas.

La hermana Cathy interviene

La hermana Catherine Anne Cesnik había llegado a dar clases en la escuela casi al mismo tiempo que Maskell. Joven, alegre y vivaz, se ganó rápidamente la confianza de las chicas a las que les enseñaba lengua e invitaba a participar de los grupos de teatro.

Era, también, muy observadora, y no demoró en notar cierto temor en las chicas cuando el padre Maskell las llamaba a su despacho. Les preguntó a varias de ellas, pero ninguna hablaba.

Jean Wehner recordaría muchos años más tarde cómo la hermana Cathy había logrado conseguir información de ella. Un día antes de que terminara el año escolar le pidió que se quedara en el aula. En lugar de pedirle que hablara, le dijo que si alguien le estaba haciendo algo que no estaba bien, simplemente afirmara con la cabeza.

Después de un momento de duda, Jean hizo un gesto afirmativo sin mirarla a los ojos. Entonces Cathy le volvió a preguntar.

-¿Les pasa también a otras chicas? - y Jeanne volvió a afirmar con la cabeza.

Al día siguiente comenzaron las vacaciones y cuando, una vez terminadas, Jeanne regresó a la escuela, el padre Maskell ya no la llamó a su despacho. Las chicas dejaron de escuchar su voz llamándolas por el sistema de megafonía.

Es posible que la hermana Cathy le dijera algo, amenazara con denunciarlo o estuviera dispuesta a hacerlo. Es imposible saberlo.

Lo único cierto es que Catherine Anne Cesnik había sido trasladada a otro colegio, que desapareció poco después de que recomenzaran las clases y que su cadáver apareció cerca de un basural dos meses más tarde.

Maskell siguió como capellán en la Escuela Secundaria Arzobispo Keough hasta 1975, donde los abusos disminuyeron pero no terminaron. Ese año, la monja Marylita Friia se hizo cargo de la dirección de la escuela y, luego de recibir quejas de varios padres sobre el cura tomó una decisión que debieron haber tomado mucho antes sus predecesoras: pidió el traslado de Maskell.

La Iglesia no tomó otra medida que esa: simplemente lo envió a otra escuela.

Un recuerdo reprimido

Cuando terminó la escuela secundaria, Jean Wehner perdió contacto con sus compañeras. Por alguna razón, para ella desconocida, no tenía interés en verlas ni en conversar con ellas. Se casó, tuvo dos hijos y olvidó todo. Su adolescencia y su paso por el colegio católico quedaron envuelto en una bruma.

En 1992, por casualidad, se reencontró con una de sus amigas de entonces y una chispa explotó en su cabeza: empezó a recordar. Eso la hizo dar un giro de 180 grados: empezó a buscar a antiguas condiscípulas y a hablar con ellas para saber si también había sufrido abusos por parte de Maskell y otras personas.

Ese mismo año presentó su primera acusación pública contra “el sacerdote diabólico”. La reacción de la Iglesia fue lo más discreta posible: lo removió de su cargo y lo mandó a hacer una evaluación y someterse a un tratamiento psicológico en el Instituto de La Vida, que dependía de la Arquidiócesis.

En cuanto a la denuncia de Jean Wehner, la respuesta fue que, luego de una investigación interna, a Maskell no se le había podido comprobar nada.

Juicios frustrados

El 8 de septiembre de 1993, con Wehner como querellante, el fiscal general adjunto de Maryland, Ralph Tyler, presentó una acusación penal contra el cura, pero el tribunal la rechazó fundamentando que un recuerdo reprimido y luego recuperado no era un “mecanismo de memoria científicamente probado”.

Jean Wehner insistió al año siguiente con una nueva demanda. En esta ocasión la acompañaron contra cinco exalumnas abusadas e incluyó también como acusado al ginecólogo Christian Richter, miembro de “Los Guardianes”, el grupo de abusadores que rodeaba a Maskell.

Los abogados de la Arquidiócesis pudieron frenarla y luego retirarla con un artilugio legal.

De todos modos, Maskell fue removido del ministerio el 31 de julio de 1994, fue puesto en “licencia temporal” y lo enviaron -o huyó- a Irlanda. Allí llegó con el prontuario limpio, porque la Arquidiócesis de Baltimore jamás informó a su par irlandesa de las acusaciones que pesaban sobre el cura.

La muerte y la impunidad

Joseph Maskell murió en Irlanda, víctima de un derrame cerebral, el 7 de mayo de 2001. Nunca reconoció sus delitos ni fue castigado por ellos.

Recién en 2017, con el lanzamiento del documental The Keepers en la plataforma Netflix, sus abusos y las sospechas sobre su responsabilidad en la muerte de la hermana Cathy tomaron amplia difusión.

Poco antes de que se pudiera ver la serie de siete capítulos, donde varias víctimas de Maskell relatan los abusos a los que fueron sometidas, la justicia irlandesa ordenó exhumar el cadáver del cura para extraer ADN que pudiera ser relacionado con la muerte de Catherine Cesnik.

El ADN de Maskell no coincidía con el perfil forense de 1970, aunque los investigadores señalaron que esto no lo descartaba definitivamente como sospechoso.

Mientras tanto, para tratar de que el escándalo que desataría la serie documental, la Arquidiócesis de Baltimore llegó a un acuerdo con 16 posibles víctimas para que no presentaran nuevas denuncias a cambio de un total de 472.000 dólares.

Nota: infobae.com 

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