La viuda de la víctima del falso médico: “A mi marido lo mató el sistema de salud corrupto”

Actualidad 12 de septiembre de 2022
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Víctor Alejandro Calvo se convirtió en la víctima fatal de un falso médico. Un dolor en el pecho lo hizo llamar a una ambulancia de su servicio médico en diciembre de 2020, en plena pandemia. El hombre que llegó a su casa vestido de médico lo revisó y le dijo que se fuera a hacer “con tiempo” un estudio en la clínica. Se negó a llevarlo él mismo diciendo que la ambulancia tenía covid. A los pocos minutos, cuando intentaba ir por sus propios medios a un centro asistencial, se desplomó en plena avenida Libertador al 4400, en el barrio de Belgrano. Pese a los intentos de ayuda, murió minutos después.

Su esposa, Laura Fechino, que también es abogada penalista, impulsó la investigación porque sabía que detrás de la muerte de su pareja había algo oscuro. Después de una larga búsqueda, las pruebas develaron el misterio: el hombre que atendió a su marido no era médico y lo abandonó en medio de un infarto para no ser descubierto.

 
Infobae reveló la historia en junio pasado. La causa tiene con prisión preventiva al principal acusado, Juan García Olivares, alcohólico que trabajaba como quiosquero a la hora de ser identificado. Espera el juicio oral acusado de homicidio con dolo eventual. Pero también quedaron procesados el médico que le prestó su documentación, un médico colombiano que trabaja en el Hospital de Niños Juan P. Garrahan; y los responsables de la empresa Urgency Dom, que tenían contratado al falso médico. Calvo era socio de OSDEPYM, una obra social para monotributistas que tercerizaba el servicio de asistencia médica a domicilio, de urgencia y traslado en el grupo Emerger Salud. Esa empresa, a su vez, subcontrató los servicios de Urgency Dom.

Hoy, en primera persona, la viuda de Calvo rompe el silencio: cuenta los detalles de aquella noche cuando ese hombre vestido de médico llegó a su casa, la descompensación de su pareja y su desesperación para que lo salvaran, la sospecha de “algo raro” en el comportamiento de ese hombre, el llamado clave y el teléfono en donde se encontraron las pruebas de la red de mentiras. Y también da cuenta de cómo se encuentra la investigación. Sobre todo porque aún gira una pregunta que se debe una respuesta: quiénes más fueron víctimas de este falso médico.

“Mi nombre es Laura Fechino. Estoy acá porque mi marido fue víctima de la salud corrupta. Perdió la vida por la atención de un falso médico que vino a mi casa por un dolor de pecho y nos dejó abandonados”, dice en forma de presentación en el comienzo del reportaje que aquí reproduce Infobae.

— ¿Podés contarnos cuándo fue, cómo fue y qué pasó?

— Fue el 1 de diciembre de 2020. Estábamos en pandemia. Tres días antes, este… cuatro, Alejandro había cumplido 50 años. Estaba feliz. A pesar de todo el conflicto que había en pandemia y demás, estaba feliz porque había juntado en un cumpleaños sorpresa a toda su gente... Muy contento estaba. El lunes fue a trabajar, el martes -esto creo que fue un martes a la noche-, yo estaba muy agotada. Soy abogada y venía de un juicio que había durado toda la pandemia. Ese día me fui a hisopar del cansancio que tenía. Él ya había llegado a casa. Le encantaba cocinar. Así que decidió hacer él la comida. Terminamos de comer, nos sentamos a mirar tele. Yo me acosté y apoyé mi cabeza sobre sus rodillas y me dice: ‘Amor, me voy al cuarto porque me siento mal’. Me llama apenas llega al cuarto y dice ‘no sé si me estoy paranoiqueando o qué pero me duele mucho el pecho. Me dice ‘fijate si tengo fiebre’. Lo toco y estaba sudando frio... Estaba empapado de frío.

La temperatura daba normal, pero él seguía sudando y diciendo que le dolía el pecho. Hubo llamados a su obra social para que viniera una ambulancia. El propio Alejandro le explicó sus síntomas a la telefonista. “Ya te mando una ambulancia”, le dijeron. Eran las 22.46. Pero la ambulancia no venía. “Él decía ‘me duele, me duele’. Insultaba del dolor que tenía. Entonces vuelvo a llamar a la ambulancia. ‘Sí, la ambulancia ya la tomamos, ya estaba en camino’. Eran 23.06″. Llamo una vez más. La ambulancia llegó 23.26.

“Toca el timbre un hombre, con acento extranjero, con un chaleco y un estetoscopio… Yo la verdad que he tenido la lamentable experiencia de haber llamado a médicos de emergencias y vienen con valijas, con enfermeros… Le toman la temperatura, le pone el saturómetro. Alejandro le decía ‘me duele mucho’. ‘Bueno flaco tranquilízate…’ , le contesta. ‘Dame vos algo para que me tranquilice. No ves que me duele mucho’.... Pero no tenía nada”, cuenta.

Fue Laura la que le preguntó si no le iba a hacer un electrocardiograma. “Llama por teléfono al ambulanciero y le dice ‘subime el electrocardiograma porque el de la ambulancia no funciona’. Alejandro estaba cada vez peor y decía ‘qué inoperancia, por favor, que inoperancia. No puede ser’. No sabía enchufar el electrocardiógrafo… Eran enchufes VGA. Se los enchufo yo…. No tenía alcohol. En plena pandemia, me pide alcohol para la sopapitas del electrocardiograma... Y se lo pone a leer cuando termina y dice ‘mirá, flaco, acá hay algunas cositas. Vas a tener que ir a la clínica porque hay unas cosas que profundizar’. ‘Llevame vos’, le dice Alejandro. ‘No, yo no puedo porque la ambulancia tiene covid’.

“Los dos empezamos a decirle ‘llevanos igual’ -recuerda Laura-. Aunque tuviera covid, qué me importa que tenga covid si hay que ver algo del corazón. Ni siquiera sabíamos que era un infarto en ese momento. ‘Hay tiempo, hay tiempo. Tranquilo que tenés tiempo’. Bueno, es un médico… La verdad ¿Qué vas a pensar, que me está mintiendo el médico?”.

Alejandro le pidió que al menos le hiciera un papel para que en la clínica lo atendieran pronto mientras Laura intentaba conseguir un radiotaxi, ya cuando funcionaba el horario nocturno del aislamiento. “El se sienta a hacer la historia clínica. Me dice ‘me tenés que pagar la consulta’. ‘¿Qué consulta? ¿Cuánto es? No sé cuánto es’. Agarré un billete de mil y se lo di. Era el billete más grande, él no me sabía decir cuánto era. Me dice ‘firmá acá’. Firmé… Y quería que se vaya para hablar con él fuera de la presencia de Alejandro para no ponerlo más nervioso porque él seguía estando con mucho dolor y mucho nerviosismo. Entonces cuando se va, lo acompaño hasta la puerta. Ale me llama y me dice ‘gorda yo no puedo manejar’. ‘No, no, ya llamé a un radiotaxi’. Vuelvo a hablar con el médico. Justo él estaba subiendo al ascensor. Las puertas se estaban cerrando y me dice ‘tiene un infarto de miocardio. Hay que hacerle un cateterismo’. Le digo ‘llevalo vos’ y le golpeé el ascensor y me dice ‘no, no, hay tiempo’ y se fue… Y se fue”.

Para ese momento, Alejandro se había vestido. ”Pobre mi amor… buscaba el barbijo”, recuerda Laura entre lágrimas y una sonrisa que duele. Vino el ascensor y bajaron a calle, mientras él murmuraba “son todos unos operantes”. Aparece un taxi y cuando intentaron cruzar, Alejandro se tropezó y alcanza a decir: “y la puta madre, ahora encima me voy a desmayar’. Y ahí cayó de frente”. Un custodia policial de la cuadra lo puso boca arriba, un auto frenó y era un médico que comenzó a dio vuelta comenzó a hacerle RCP, ella gritaba “necesito un desfibrilador, un desfibrilador” y los vecinos, que veían la escena sobre avenida Libertador, llamaban al SAME y al 911. El policía decía que no podía tocarlo y la ambulancia no venía. Llamo a los gritos al mismo número de su servicio de emergencia para que el médico que lo había atendido volviera. Se indignó cuando oyó que el médico había dicho que ella le ordenó irse. “Mentira, mentira”, gritó.

“Y apenas corté con la ambulancia me suena el teléfono. Y era el médico, el que yo pensé que era el médico, y me decía ‘señora, usted me dijo que me fuera’. ‘Hijo de puta, vení ya porque te mato’. Entonces le corté el teléfono y vuelve a llamar. Y estaba mi vecina, Patricia, que la conocí ese día, y le dije ‘atendé vos porque lo mato’. Yo ese episodio me lo había olvidado. Y lo atiende Patricia y le dice ‘doctor, venga, la situación es grave. Por favor, vuelva’ . Para ese momento ya había venido una médica, que yo pensé que lo salvaba… porque eso es un médico de verdad…”, dice quebrándose en su relato. Su marido estaba en el piso y la médica le hacía RCP. “Apenas llegó la ambulancia, bajaron una camilla y lo pusieron a Alejandro, ella se subió en la camilla y no paró en ningún momento de hacer el masaje, mientras el hijo de puta ese viene a mí y me dice ‘usted me dijo que me fuera’”.

A Laura no la dejaron subir con su marido a la ambulancia. Fueron al sanatorio. “Yo tenía esperanza de volver a verlo vivo…”, dice llorando. El falso médico seguía allí insistiéndole en que ella le ordenó irse. “A los 3 minutos me llamaron de la guardia , me dijeron que Ale ya no estaba, que habían hecho cinco cardioversiones eléctricas durante 50 minutos, que no lo habían podido salvar… Te juro tuve el grito más agudo y profundo que tuve en toda mi vida”.

—¿Cómo se transforma esta historia en una causa judicial en donde comenzás a perseguir a este falso médico?

—Yo estaba desconcertada. No podía creer que hubiera tenido un infarto y que todo hubiera sido así, tan de la nada… Fui al ICBA (Instituto Cardiovascular de Buenos Aires) de nuevo y me dijeron ' fue un infarto masivo’. Y yo le digo ‘no’, sin saber nada, le digo ‘no fue un infarto masivo porque Alejandro estuvo desde las 11 menos cuarto hasta las 12 y diez que se cayó en la avenida Libertador, perfecto, con dolor… Pero esto no pudo haber sido un infarto masivo de esos que no se puede salvar la vida…' Yo ahí ya me di cuenta que mínimamente había un abandono de persona, pero yo decía alguna razón tuvo que haber para que se fuera… Alguna razón tenía que haber para que no me dijera… No le diera nada. Y empiezo a averiguar con médicos conocidos y me dicen que el protocolo es mínimamente una aspirina, una vía central por si hay que inyectar químicos y un tranquilizante. Entonces hice la denuncia en la justicia de la ciudad por abandono de persona, pedí que se secuestraran las cámaras, pedí las mías del edificio…

—Y ahí empieza la causa...

—Y ahí empieza un año y medio de circunstancias cada vez más increíbles. Porque yo la verdad es que nunca podía haber imaginado todo lo que se supo después. En la ciudad no tuve mucho éxito. No quisieron secuestrar la ambulancia. Y yo les decía ‘Alejandro ya no está, pero ese médico sigue atendiendo, puede ir a atender a tu mamá por una emergencia, a cualquiera.. Hay que secuestrar esa ambulancia porque estoy segura que no servía para nada, porque si no lo hubieran trasladado. Fue mucho pedir, y pedir… La verdad es que si yo no hubiera sido abogada, yo me quedo con que Alejandro se tenía que ir porque su salud le falló.

—¿Cómo llegas a la pista de dar con este falso médico? Ese llamado que vos decís que te hizo esa noche fue la clave de toda la causa de alguna manera

—Claro, porque él firmaba como José Adalberto Ochoa Díaz. O José A. Díaz, dice el sello. Y cuando pasó (la causa) a la justicia nacional, empezamos a buscar a Díaz, a José Díaz. En los domicilios que tenía no estaban, no lo ubicaban… Y por la aplicación Cuidar lo encontraron. Pero se presentó y dijo: ‘yo no soy el de las cámaras. Yo no tengo nada que ver, esa no es mi letra, háganme una pericia, háganme una rueda de reconocimiento… Yo no tengo nada que ver con las características fisonómicas del que sale en los videos’. Y dije: ‘¿y ahora qué hacemos porque si no es así?’... O sea, venía con la defensoría oficial y no podía ser una estrategia tan tonta de decir ‘no soy’ y que fuera.

Venía pensando en eso cuando de casualidad “me encuentro justo ese día con el encargado del edificio y Patricia, que estaba en la cochera, y les cuento. Y Patricia me dice ‘pero él te llamó; no te acordás que te llamó”. No, le digo. ‘Sí, sí, acordate que le cortaste, te volvió a llamar y hablé yo con él’. Y no me acordaba y fui a ver el teléfono, revisé el teléfono y encontré la llamada de un número que marqué… Con el identificador de llamadas marqué y dije ‘¿el doctor Díaz?’. ‘sí', me dijo. Dije ‘Dios mío, lo encontré’. Entonces le pedí que detuvieran a los dos, al titular del teléfono, que pidieran las entrantes y aporté el número; y que detuvieran al otro porque yo iba a saber quién vino a mi casa. Y además estaban los videos… Me dijeron que no. Y la causa entró en secreto de sumario y fueron 20 días terribles porque no sabía qué estaba pasando”.

Cuando pudo ver la causa, la sorpresa la sacudió. “Cuando vi el resultado de las tareas de inteligencia yo no lo podía creer. Estaba el mismo hombre que vino, fotografiado atrás de un quiosco de mala muerte y yo decía no puede ser… que este haya sido el médico que vino a mi casa. Pero era. Y sigo leyendo: el tipo alcohólico, había estado internado un año en Chile por adicción al alcohol, ahí me entero que no era médico… Un sensación de…. No sé cómo explicarte…. Porque por un lado me reproché muchas veces qué podría haber hecho yo para que esto no sucediera y cuando veo que no es médico, que es borracho… Digo ‘cómo puede ser que una persona así esté atendiendo… Que haya venido a mi casa y yo no me haya dado cuenta…”.

Juan Nicolás García Olivares., el hombre en cuestión, quedó detenido. “Y yo no sé… si son las cosas de destino pero cuando queda detenido, me entero que tiene un infarto, llaman al SAME, que tiene exactamente lo mismo que Ale y la médica de la ambulancia del SAME dice ‘hay que hacer un cateterismo’, lo trasladaron a un hospital, le hicieron un cateterismo y le salvaron la vida”, dice llorando.

—Hoy está en prisión domiciliaria a la espera de un juicio pero hay otra parte de la causa que investiga quiénes fueron los responsables que hicieron eso posible que este hombre estuviera al frente de una ambulancia y llegar a tu casa a atender a tu marido

—Sí, porque no fue solamente un médico que no era médico porque cuando declaró la doctora, esta médica que lo atendió inmediatamente, declaró que la ambulancia era un cubículo vacío y que ella quiso agarrar las paletas para desfilar y no funcionaban. La Justicia hizo una pericia médica y tenía el 1 por ciento de probabilidad de muerte. Si hubieran tomado la decisión de trasladarlo y llevarlo al ICBA que está a 80 metros de mi casa o al Fleni, que está a 100 metros. La pericia dice que si se hubiera quedado en casa con tranquilizante y una aspirina tenía el 36 por ciento de probabilidad de muerte. Y si la ambulancia hubiera tenido las paletas funcionando, lo desfibrilaban y le podían haber salvado la vida... Vos fijate que es todo un cúmulo de desidias.

—¿Qué pasa ahora en la causa? ¿Alejandro fue la única víctima?

— Ahora en la causa, con mucho trabajo, pudimos descubrir varias cosas. José Ochoa Díaz existe. Es un médico que trabaja en el hospital Garrahan. Y él firmaba las historias clínicas con los datos del verdadero médico Ochoa Díaz, que se los facilitó él. Le dio el título, le dio la matrícula, le dio la legalización del título colombiano, le dio un curriculum vitae. Todo se lo secuestraron en su casa. Y en la empresa, él facturaba por su verdadero nombre: Juan Nicolás Olivares García. Ellos dicen que fueron engañados y que como les dijo que tenía un CUIT con problemas… Pero la verdad es que definitivamente no es así porque la empresa está toda irregular. No tiene ni una sola ambulancia habilitada de las cuatro que ellos mismos dicen que funcionan como de alta complejidad, tienen todos médicos que no cumplen ninguno con los requisitos de la resolución del Ministerio de Salud para poder ser médico de un ambulancia… Cuando le secuestraron en la casa al hijo (del dueño de la empresa), 1200 historias clínicas de Ochoa Díaz veo que ya había tres personas fallecidas antes que Alejandro y once personas después. Quiere decir que quizás esas once personas que fallecieron después, si lo hubieran detenido en el mismo momento, se hubieran salvado.

—¿Por qué crees que te pasó esto?

—¿A mí? Yo… No sé, yo creo en esto de que uno tiene una misión en esta vida. Y yo creo que la muerte de Ale y el sufrimiento de los que lo queremos el único sentido que pudo haber tenido es para parar todo esto, para a este tipo, que esto no vuelva a suceder nunca más, pero no solamente con esta empresa sino con todo el sistema de salud porque lo que yo me pregunto es cómo puede ser que vaya en una ambulancia una persona que no es médica, que ingrese una persona fallecida en una institución, que pueda dejar una persona muerta en un hospital y un sanatorio e irse… A mí me parece gravísimo eso y creo que hay que empezar a revisar un poco todo… Y lamentablemente digo que no vuelva a suceder y me pasó a mí de nuevo.

—¿Cómo?

— Porque el otro día estábamos en la audiencia de apelación del procesamiento donde estaban los defensores del verdadero médico y que le posibilitó que pudiera ejercer como falso médico, los abogados de la empresa… Y yo como víctima y parte querellante tratando de refutar los argumentos con los que ellos le pedían a la Cámara (del Crimen) que revoque el sobreseimiento, el procesamiento y los sobresea… Y la verdad es que empecé bien pero estas cosas que te atraviesan en lo personal y empecé a hiperventilar, terminé la audiencia, creo que contesté todos los argumentos y apagué las cámaras del zoom. Llamé a la ambulancia porque me dolía el pecho de una manera terrible y llamé a la misma obra social... No me preguntes por qué no cambié todavía. Me dijeron que mandaban la ambulancia y tardó dos horas. Vino un médico con un estetoscopio, que no tenía nada, ni ambulancia, era Kangoo que decía emergencias. Me fui a la clínica con un miedo terrible... Y yo había tenido un infarto agudo de miocardio en el medio de la audiencia… Me internaron, me hicieron un cateterismo y ahora estoy acá… Tuve más suerte nada más.

Nota:incobae.com

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