







No existe ningún anarcocapitalismo. En esta etapa, el neoliberalismo necesita una nueva captura del Estado de un modo posdemocrático.
Una de las claves es el endeudamiento sistemático: el Estado sigue siendo absolutamente necesario para anular los distintos modos de distribución del excedente que los ricos acumulan y reprimir la protesta social o incluso ejercer diversos modos de intimidación.
La dolarización es un método represivo que permite quebrar a la sociedad entre aquellos que disponen de los dólares y un enorme sector que ya no cuenta porque no dispone de la moneda del imperio.
Esto obliga a una nueva pregunta decisiva: ¿Qué es la Argentina? ¿Un país que tendencialmente se dirige a la desaparición de su cultura social, intelectual y política? ¿O aún cobija en sus corrientes subterráneas, en su tejido interno, la suficiente capacidad de frenar su propia autodestrucción? Si se emplea la palabra autodestrucción es para señalar un rasgo clave de las Ultraderechas: su capacidad para quebrar subjetivamente a la multitud y destruir su deseo de un futuro distinto.
Lo que se está desplegando a nivel internacional no es la desaparición del Estado a favor del Mercado sino un progresivo borramiento de los límites que lo distinguían. El resultado podría ser eventualmente un macro estado neoliberal compuesto por las Ultraderechas de EEUU, Europa e Israel. Pensar que en este panorama la Rusia de Putin o China constituyen un antagonismo hacia estos proyectos es un error. En todo caso, sí pueden constituir diversas mesas de negociaciones donde los países subalternos puedan obtener algún tipo de protección. Nada semejante a lo que fue la relación Rusia-Cuba.
Desde esta perspectiva, de ahora en más, las izquierdas y los movimientos nacionales y populares no disponen de un sector predeterminado, al menos en principio, para constituir su proyecto.
No obstante, se debería abogar como condición primera por la unidad imperativa de todos aquellos y aquellas que, por razones vitales, existenciales y sociales, sienten que la vida, la relación con los otros, el dolor de existir, no solo merecen una política menos cruel y menos tonta, sino un modo de habitar este mundo a partir de una nueva revolución de la sensibilidad.
Por Jorge Alemán / P12






















