Dinonegacionismo: cómo piensa el grupo que niega la existencia de los dinosaurios

Actualidad - Nacional07/05/2025
934762-boludinos

Al grito de “este movimiento no se extingue”, un grupo pequeño pero ruidoso se reunió en la puerta del Museo Nacional de Ciencias Naturales en La Plata para realizar el Primer Encuentro Nacional de Dino Negacionismo. En el flyer de invitación propusieron realizar una “gran mateada jurásica”. Creen, entre otras cosas, que los dinosaurios constituyen un mito y que son parte de una de las tantas cosas “que nos han hecho creer”. Elaboran, además, hipótesis absurdas que provocan risas y miedo en dosis equivalentes. Una nueva muestra de cómo los discursos anticientíficos trepan con velocidad y permean en individuos agrupados sin ninguna referencia aparente, y también son reproducidos por jefes de Estado como Donald Trump y Javier Milei.

Quienes asistieron al encuentro platense se autodefinen como “librepensadores” y fueron convocados a través de redes sociales. Cuando se tomaron la foto grupal en las escalinatas del ingreso al Museo, los dinonegacionistas realizaron el saludo que identifica a los terraplanistas. Sí, los que no creen en la existencia de los dinosaurios, en muchos casos, son los mismos que aseguran que la Tierra es plana. Los fósiles, desde esta perspectiva, serían ubicados por los propios científicos que luego “los descubren” con el objetivo de perpetrar una narrativa hegemónica. En este imaginario quienes niegan la evidencia de la ciencia constituyen una suerte de salvadores que buscan revertir siglos de engaños. 

Los dinonegacionistas se animan a comunicar sus discursos en Argentina, territorio que desde hace décadas se destaca por el hallazgo de una variopinta cantidad de fósiles. No por nada el país es conocido como el “cementerio de los dinos”: desde Salta con el Saltasaurus loricatus hasta Chubut con el Patagotitan mayorum, la geografía doméstica estuvo plagada de restos de bestias enormes y bellas que pisaron los mismos suelos que sus negadores, pero hace millones de años.

Tiempo de barbarie

Sebastián Apesteguía es uno de los paleontólogos más prestigiosos del país: participó de cuarenta expediciones científicas y bautizó alrededor de treinta especies. En diálogo con Página 12 dice: “Cada vez que llegamos a un colapso de civilización, como con esta reestructuración o fin del capitalismo, el mundo duda de todo. Los dioses caen, las instituciones de mármol se deshacen y es tiempo de bárbaros”. Y continúa: “Una vez me preguntaron cómo saber si los enormes huesos no eran de cemento y puestos por nosotros antes. Le ofrecí al curioso que viniera a ayudarnos a encontrarlos, verificar su composición y, lo más importante, ayudar a extraerlos, transportarlos y prepararlos, que lleva meses de trabajo voluntario. Con la experiencia y el trabajo duro en lugar del teclado nocturno, se curan todas las dudas”. 

A los terraplanistas, los antivacunas y a quienes desconocen el cambio climático y la llegada del ser humano a la Luna, ahora se suman los negacionistas de los dinosaurios. Sí, así como se lee: hay grupos que desconocen la existencia de estos reptiles majestuosos, pese a existir una cantidad apabullante de evidencia científica que prueban su existencia.

Apesteguía abandona una actitud confrontativa y más bien opta por otro camino: el de la divulgación. “Todos los cuestionamientos son válidos y buenos, de hecho, es lo que hace florecer al conocimiento. Sin embargo, en estos tiempos en particular, llega el cuestionamiento no pensado, el que no tiene sustento, el que surge porque sí. Eso es lo que estamos viendo. Los dinosaurios no solo existieron, sino que en el presente forman parte de los vertebrados terrestres, con 10 mil especies de aves”, apunta. 

Los dinonegacionistas, paradójicamente, surgieron con fuerza a partir de películas como Jurassic Park. Una saga que, al mismo tiempo que despertó miles de vocaciones científicas --para muchos niños funcionó como inspiración para luego dedicarse a las ciencias--, en menor medida produjo su reverso. La hipótesis que sostienen desde el comienzo quienes niegan a estas especies imponentes es la siguiente: si es tan sencillo hacer las réplicas que se veían en la pantalla, entonces los fósiles pueden no ser reales.

El negacionismo como fenómeno general se potenció aún más a partir de la pandemia, que aceleró la visibilización de negadores de cualquier tipo de evidencia científica. Muchos de estos grupos, si bien compuesto por personas con creencias heterogéneas, suelen aprovechar el escepticismo constitutivo de la ciencia y aplicarlo sin fundamentos. Lejos de la duda metódica que estructura la manera de conocer que pregona la ciencia, dudan sin mucho sentido y realizan preguntas que creen originales, pero ya fueron respondidas a lo largo de la historia. La respuesta existe, pero deciden ignorarla. 

¿Todos pueden opinar de todo?

La posverdad, ese escenario subrepticio que redefine el concepto de lo creíble, habilita en este tiempo a un relativismo absoluto. Si todo es materia opinable y todos pueden opinar sobre todo, entre la verdad y la mentira no hay ninguna diferencia. Las interpretaciones sobre los hechos pesan más que los propios acontecimientos y todo se relativiza hasta el hartazgo. El problema de un paradigma como este es que habilita prácticas de desinformación y allana el camino a las teorías conspirativas más descabelladas. Ideas que, como si fuera poco, prenden rápido porque de tan disparatadas llaman la atención. 

No es casualidad que Donald Trump, Javier Milei y antes Jair Bolsonaro avalaran teorías sobre la vida en la Tierra y sus fenómenos. A su turno, desconocieron al coronavirus y promovieron falsas soluciones, dudaron de las vacunas y de su eficacia, así como negaron el cambio climático y la responsabilidad de la acción humana en el calentamiento de esta época. Esta cosmovisión forma parte de una idea subyacente que lo explica todo: están en contra de la ciencia y de las instituciones que la promueven. En Argentina, la lucha es con la UBA; mientras que en Estados Unidos el gobierno federal se opone a Harvard. 

Están en contra del pensamiento crítico, ese que revisa la historia y que reporta cuando las promesas políticas apenas constituyen espejitos de colores. 

Por Pablo Esteban / P12

Te puede interesar
Lo más visto

Suscríbete al newsletter para recibir periódicamente las novedades en tu email