Euforia presidencial

Actualidad - Nacional03 de mayo de 2025
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Tres actos con sustancia: el de la CGT por el día del Trabajador, el de la expo EFI, donde Javier Milei habló a los empresarios, y en Lugano, en la largada de la campaña de Manuel Adorni para legislador por CABA. En la previa, un debate de candidatos que a los pocos que lo vieron les dejó una sensación de menos que minúscula. Mucho barro en el despegue de las elecciones de medio término, cuya importancia creció porque el gobierno lanzará la aplanadora sobre los derechos laborales y sobre las jubilaciones. Es el compromiso con el FMI.

La movilización de la CGT fue masiva. Cubrió de trabajadores desde Paseo Colón hasta la calle San José, más de 15 cuadras sobre avenida Independencia. Se podrán hacer muchas críticas a la conducción cegetista, pero nadie podrá negar el olfato de estos dirigentes para medir el clima en sus bases. Tampoco se puede decir que se trata de una conducción combativa, sobre todo tras la salida de Pablo Moyano, pero este gobierno no deja margen para la negociación, sólo garrote y las amenazas de retirar el aporte sindical obligatorio. 

Sin paritarias libres y con una inflación que no cede, los trabajadores formales e informales se han convertido en el pato de la boda de este gobierno. Cristina Kirchner señaló que los salarios cayeron al nivel de la crisis del 2001. Una investigación del Instituto de Pensamiento y Políticas Públicas que dirige Claudio Lozano concluyó que 2,4 millones de argentinos tiene más de un empleo y que la mayor parte trabaja 16,8 horas por día, más que el promedio de lo que se trabajaba en el siglo XIX.

En los altoparlantes a lo largo del trayecto, se escuchó en forma constante la voz del Papa Francisco, sobre todo la frase donde dijo que “el trabajo sin derechos, es esclavitud”. A su muerte, Francisco dejó de ser una voz institucional de la Iglesia Católica para convertirse en un símbolo con una influencia cada vez mayor. 

Dato sobresaliente: tras el acto hubo una reunión en la sede de la central obrera. Los máximos dirigentes de la central, más los de las CTA y de los movimientos sociales se encontraron con el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof. En un contexto electoral, la reunión con las cabezas de los movimientos sociales y la CGT implicó una fuerte proyección a la figura del gobernador bonaerense para las presidenciales del 2027 y un aval importante dentro del peronismo.

El día anterior, el miércoles, Javier Milei ofreció un extenso discurso en la Expo Economía, Finanzas e Inversión (EFI). Entre eufórico y relajado, el presidente calificó a sus opositores de imbéciles, idiotas, infradotados, degenerados, que la tienen adentro, ensobrados, prebendarios, corruptos, sindigarcas, hijos de puta, cagadores, ñoños republicanos, zurdos ridículos, mandriles, bestias keynesianas y demás categorías escatológicas. 

Los 1200 empresarios presentes, representativos del capital más concentrado, pagaron 250 mil pesos la entrada para escuchar la verba poética presidencial. Y lo aplaudieron con entusiasmo. El espectáculo no resultó edificante. Se supone que es la clase dirigente argentina y en ese cuadro revelaron el enanismo cultural y la voracidad de corto plazo que la caracteriza.

Milei destacó en una hora y media los logros fantásticos de su gobierno, dijo que sacó a diez millones de personas de la pobreza y que hace once meses que el salario real no para de subir. Cualquiera puede verificar en su vida personal la mentira de estas afirmaciones, al igual que las demás cifras que revolea. Se mostró eufórico porque dijo que se terminaba la etapa de la estabilización y, en realidad, lo que estaba celebrando era el costoso auxilio de 20 mil millones que consiguió del Fondo Monetario, después de una negociación desesperada. 

Varios de los empresarios que aplaudieron fueron afectados por la caída del consumo y la recesión, pero festejaron a rabiar los insultos y los falsos éxitos porque en el fondo esperan la destrucción de la protección laboral a los trabajadores y la quita de impuestos, aunque eso signifique la destrucción de las ciencias, la salud y la educación pública, de las que se han favorecido históricamente. También es probable que los empresarios argentinos se sientan identificados con Milei, en la crueldad de ese discurso tan limitado. Esta burguesía retrógrada, producto de la decadencia del mundo occidental, es un dato que deberá tener en cuenta el gobierno que suceda a los libertarios.

En contraste con la hora y media que le dedicó a los empresarios, ante los que incluso se permitió algunos pasajes íntimos, como cuando relató sus visitas a sus hijos de cuatro patas, su estadía en Lugano para respaldar la candidatura de su vocero Adorni, fue apurada y fría, como si fuera obligado. Los medios oficialistas titularon como si se hubiera realizado una “recorrida” por el barrio y mostraron imágenes con tomas muy cortas que daban la impresión de mucha asistencia. 

No hubo recorrida y cuando se ampliaba la imagen quedaba en evidencia la mínima convocatoria del acto. Algunos dicen mil, otros dicen 300 personas. Y se escucharon las puteadas de algunos vecinos a lo lejos. De lo que estaba lleno era de custodios, incluyendo francotiradores en las terrazas vecinas.

En las presidenciales ganó Sergio Massa en ese distrito. La presencia de Milei en Lugano era una forma de atraer gente y lo que pasó fue que lo expusieron a un fracaso de convocatoria en el primer acto público de su pollo en la ciudad de Buenos Aires. El acto no duró más de diez minutos, un papelón en el que Milei atinó a decir que iba a poner el último clavo en el cajón del kirchnerismo.

El martes se había realizado el debate entre los candidatos a legisladores por la ciudad de Buenos Aires. Ante una elección importante, un debate intrascendente. Y como se emitió por el canal de la ciudad, no lo vio casi nadie. Casi todos los candidatos, menos Leandro Santoro del frente “Ahora Buenos Aires” y María Eva Koutsovitis, del frente Confluencia, trataron de nacionalizar el debate con un antikirchnerismo superficial: “guarda que viene el cuco”. 

Los motivos de esa intención pueden ser varios. Puede ser que la gestión sea difícil de defender, como le sucedió a la macrista Silvia Lospennato. O que el candidato no tenga la menor idea de los problemas de la ciudad, como fue el caso de Adorni, que —según versiones periodísticas— cuando le dijeron que iba a hacer un acto en Lugano, preguntó por qué lo llevaban al conurbano. Si es cierta o no esa versión, lo real es que no demostró conocer CABA.

Fuera de los dos candidatos mencionados, hubo pocas propuestas concretas para la ciudad. Es lógico que surja la problemática nacional, pero los legisladores porteños trabajarán sobre la realidad local. A pesar del poco interés y la poca expectativa que transmite la población porteña, esta elección será la primera y proyectará un clima sobre las que siguen hasta octubre. Este país y el planeta están en un momento impredecible, lo demuestran las encuestas para todos los gustos.

Por Luis Bruschtein / P12

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