Todo sexo es político

Actualidad11 de febrero de 2025
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Jasbir Puar es una cientista social estadounidense que se especializa en teoría queer. La teoría queer surgió a principios de la década de los noventa, cuando las políticas sobre identidad homosexual empezaron a reconfigurar los estudios e investigaciones académicas. Se trata de una escuela de pensamiento que rechaza el debate en la opinión pública fundamentado en la clasificación estática de los individuos, a partir de patrones preestablecidos (varón/mujer, heterosexual/homosexual, bisexual/transgénero), que parten de una gama de valores culturales impuestos por una sociedad en la que la heterosexualidad y el patriarcado son la única norma. La teoría queer cuestiona a estas categorías advirtiendo que son artificiales y que esconden intereses políticos.

Doctora en Estudios Étnicos por la Universidad de California y docente del Departamento de Estudios de la Mujer en la Universidad de York y del Departamento de Mujeres y Estudios de Género de la Universidad Rutgers, Puar publicó en 2007 su ensayo más disruptivo, Ensamblajes terroristas: el homonacionalismo en tiempos queer, en el que va un paso más allá en la relación sexo y política, al sostener que la lucha contra el terrorismo que lidera Estados Unidos, se argumenta en las ideologías tradicionales heteronormativas, replicando los mismos ideales jerárquicos referentes al mantenimiento de la dominación en los términos de raza, clase, género o nacionalidad. Puar denomina este paradigma como “homonacionalismo”: la nueva forma de supremacía occidental, que vincula a la política con el sexo.

Es interesante reparar en Puar en la semana en la que Javier Milei trastabilló en relación a su polémica argumentación sobre la vinculación entre homosexualidad y pedofilia. Como claro representante del homonacioanalismo, en términos de Puar, Milei mostró su feroz homofobia y al querer justificar su discriminación entró en una confusión: dijo que no dijo lo que dijo pero lo volvió a decir, para que no queden dudas. “Me apena mucho que hayan sido usados por las basuras del Partido del Estado mediante un video que fue editado, cuando la versión completa del mensaje no brinda lugar a la dudas”, intentó aclarar Milei en X, luego de la masiva marcha “contra el fascismo” y en favor del “orgullo gay” que se desarrolló el sábado pasado en la Argentina. 

Ocurre que durante su presentación del 23 de enero en el Foro Económico de Davos, Milei había lanzado una serie de repudiables afirmaciones sobre la comunidad LGBTQ+. Dijo Milei en Davos: “En sus versiones más extremas, la ideología de género constituye lisa y llanamente abuso infantil”. Y agregó: “Fue noticia en todo el mundo el caso de dos americanos homosexuales que, enarbolando la bandera de la diversidad sexual, fueron condenados a cien años de prisión por abusar y filmar a sus hijos adoptivos durante más de dos años. Quiero ser claro que cuando digo abusos no es un eufemismo, porque en sus versiones más extremas la ideología de género constituye lisa y llanamente abuso infantil. Son pedófilos, por lo tanto quiero saber quién avala esos comportamientos”.

Más tarde, cuando la comunidad homosexual lo obligó a dar explicaciones sobre sus comentarios, se produjo una curiosa pirueta presidencial, que debería quedar inmortalizada en los estudios de la comunicación política. En la no-entrevista, ese curioso género pseudoperiodístico que se desarrolla habitualmente en LN+, Milei quiso desdecirse pero se reafirmó. Dijo Milei ante Esteban Trebucq: “Si vos no adherís a la ideología de género sos un homofóbico. No, no sos homofóbico ni transfóbico. O sea, vos fijate que la frase que yo digo: la ideología de género, llevada al extremo, conduce al abuso. O sea, son pedófilos”.

Milei dijo que la ideología de género conduce al abismo: son pedófilos.

Es cierto que Milei comparte su odio-gay con las principales espadas intelectuales del libertarismo violeta: Nicolás Márquez –biógrafo oficial del Presidente, que sostiene que los homosexuales son “personas insanas”–, y Agustín Laje –principal artífice de la batalla cultural libertaria, que asegura que “la homofobia no existe” –. Pero también es cierto que La Libertad Avanza atrasa en cuestiones de género y de orientación sexual, incluso si este comportamiento es observado desde la derecha mundial, donde el “conservadurismo LGBTQ+” viene ganando presencia desde hace algunas décadas.

El “conservadurismo LGBTQ+” es más moderado en cuestiones de orientación sexual que el conservadurismo tradicional, aunque comparte la misma raíz identitaria en torno al conservadurismo fiscal, al conservadurismo libertario y al conservadurismo cultural. De esa forma, el nuevo “conservadurismo LGBTQ+” se convirtió en una puerta de ingreso accesible para que la comunidad del orgullo gay pudiera militar en distintos partidos de derecha en el mundo occidental. De hecho, las encuestas de las últimas elecciones presidenciales en Estados Unidos, muestran, por caso, que entre el 20% y el 30% de los votos al Partido Republicano provienen de la colectividad homosexual, como lo señaló un informe publicado por Gallup, titulado “Los estadounidenses LGBT tienen un sesgo democrático”.

Mientras que en la política alemana, el partido Alternativa para Alemania, que es ultraxenófobo en términos migratorios, ultraliberal en términos económicos, y ultrareaccionario en términos sociales, presenta una líder que no entraría en los cánones mileístas: Alice Weidel, emblema de las nuevas derechas mundiales, quien recibió recientemente el apoyo público de Elon Musk, funcionario/empresario de Donald Trump, es una dirigente que no oculta su lesbianismo. Doctora en Economía, Weidel tiene posibilidades reales de acceder al poder en Berlín y es la mejor expresión de ese conservadurismo LGBTQ+ que crece en todo el mundo: vive en pareja con una mujer y tiene dos hijos (pedofilia, en términos de Milei).

Weidel protagoniza en los últimos años en Alemania algo que ya venía expresando desde hace tiempo en Francia otra mujer lesbiana y de extrema derecha: Marine Le Pen, que hizo del Frente Nacional (FN), fundado por su padre, un reconocido filonazi, el primer partido gay-friendly de la derecha europea. Le Pen hija fue la primera política importante de la Unión Europea (UE) que demostró que era posible algo que para muchos integrantes de las Fuerzas del Cielo representa una imperdonable contradicción: ser una persona de ideología conservadora que, por un lado, exige criminalizar y expulsar a los inmigrantes, mientras que, por otro lado, defiende su derecho a contraer matrimonio con una pareja del mismo sexo.

Y se trata de una particularidad que no solo se evidencia en Europa: el propio Milo Yiannopoulos, una de las principales estrellas de alt-right (derecha alternativa) estadounidense, que llevó a Trump al poder, es también un confeso homosexual. Yiannopoulos era el más aclamado columnista de Breitbart News –el site de extrema derecha financiado por Steve Bannon para oponerse radicalmente a los Clinton y a Obama–, hasta que se vio obligado a renunciar a ese portal de noticias, que se convirtió en una verdadera plataforma trumpista, cuando se vio envuelto en un escándalo por intentar hacer bromas sobre la pedofilia.

El problema radica cuando se intenta utilizar al sexo en términos políticos.

En política, quedó demostrado, que no hay, afortunadamente, una traza irrestricta entre ideología y sexo. El problema radica, entonces, cuando se intenta utilizar al sexo en términos políticos. De ese complejo fenómeno se da cuenta en Todo sexo es político, un muy interesante trabajo que estudia la sexualidad en Argentina y cómo se relaciona con la política. El libro, que recopila una serie de papers editados por los sociólogos Mario Pecheny, Carlos Figari y Danile Jones, luego de una investigación realizada por el Instituto Gino Germani, de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, es un muy valioso hallazgo para dimensionar los usos y los abusos de la política en relación a la sexualidad.

Todo sexo es político investiga cómo se presentó en Argentina en los últimos años la relación entre sexualidad y violencia, la tensión entre las relaciones conyugales y parentales y la discriminación basada en el género o en la identidad de género, entre otros factores. La hipótesis central del muy recomendable ensayo es que el sexo se traduce en variables culturales y sociales, y que esa reproducción social tiene efectos políticos. El sexo, concluyen los autores, expresa una “cuestión política”, es decir un cúmulo de relaciones de poder que son configuradas mediante procesos históricos y sociales.

Antes de iniciar su anterior presidencia, Trump había evitado tomar posturas críticas contra la comunidad LGBTQ+, aunque luego de asumir prohibió que el personal transgénero sirviera en el ejército y nominó jueces para la Corte Suprema de marcada posición antihomosexual, antiaborto y antimatrimonio de personas del mismo sexo. Pero, algo cambió en su nueva campaña electoral y, a pesar de que sigue manteniendo posturas conservadoras que ponen en tensión los valores de la colectividad homosexual, Trump celebró la victoria de su segundo gobierno con un colorido show de Village People. Luego de un profundo debate, los músicos de la banda ícono del orgullo gay en los Estados Unidos aceptaron ceder su himno musical al republicano y Trump terminó bailando alegremente YMCA junto al obrero, al policía, al indígena, al vaquero y al motociclista en la inauguración de su nuevo mandato.

Por Rodrigo Lloret / Perfil

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