La base secreta nazi en Madariaga

Historia24 de enero de 2025
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Se terminaba 1942 y la Segunda Guerra Mundial comenzaba a traerle malas noticias al Tercer Reich. El alemán Hans Harnisch, que trabajaba en una empresa en Argentina, le pide entonces a su amigo Ángel Garrido González un gran favor: la compra a su nombre de una estancia lejos de la ciudad Buenos Aires. El argumento era que necesitaba hacerse de un refugio seguro para él y su familia —que estaba en Alemania— pero sin dejar registro alguno. Garrido González accede a la petición y adquiere con dinero de su amigo una chacra de varias hectáreas en General Madariaga, localidad rural 30 kilómetros al oeste de Pinamar, un pueblo que se estaba por fundar oficialmente el 14 de febrero de 1943. Pero Harnisch nunca se muda a la estancia La Elvira de Madariaga: la maniobra fue toda una puesta en escena de este agente encubierto de el Sicherheitsdienst, el servicio de Inteligencia de las SS, para conseguir un lugar donde los espías nazis en Argentina pudieran instalar una base de comunicaciones clandestina.

El relato siempre circuló por la zona del viejo Tuyú (es decir: lo que hoy conforman Madariaga, Lavalle, Pinamar, Gesell y el Partido de la Costa). Aunque sus pormenores se hicieron públicos recién en 2015, cuando el historiador Julio Mutti publicó “Los nazis en las sombras: La historia inédita de los espías del Tercer Reich en Argentina”, libro ampliado y reeditado el año pasado. Todo había comenzado como una investigación para su blog personal U-Boat que, entre otros lados, lo había llevado hasta la también conocida como “Ciudad gaucha”.

Según Mutti, Hans Harnisch fue el encargado de conseguir la estancia La Elvira a dos kilómetros del actual centro de Madariaga, aunque jamás la ocupó. La adquisición se realizó en verdad para montar una estación clandestina de comunicación que le permitiera a los espías nazis en Argentina transmitir mensajes cifrados directamente a Hamburgo, cosa que inicialmente hacían vía Brasil pero luego debieron reorganizar cuando éste país rompió relaciones con el Eje. 

El lugar fue rebautizado secretamente como La Otilia y se emplazó una casa prefabricada. Aunque la principal prestación no estaba allí, sino debajo de la misma: dos escotillas disimuladas en el piso conectaban a un sótano especialmente preparado para albergar las máquinas. Desde allí se realizaron comunicaciones directas con Alemania. La primera de ellas fue el 20 de abril de 1943, día del cumpleaños de Adolf Hitler.

Para disimular tan sensible pero aparatosa misión, instalaron a una pareja de alemanes con conocimiento en agricultura para hacerse cargo de la chacra. Una pequeña antena escondida en el techo daba conectividad a las máquinas a través de cables empotrados en las paredes. Nada comprometedor estaba a la vista. El sótano, además, había sido especialmente protegido de las lluvias e inundaciones que caracterizaban y aún caracterizan a esa zona campestre. 

La base La Otilia funcionó hasta febrero de 1944, cuando Argentina rompió relaciones con Alemania y fueron necesarios lugares más fáciles de abandonar ante lo imprevisto para utilizar equipos portátiles y moverse más cerca de la ciudad de Buenos aires. Así las cosas, un mes más tarde todos sus ocupantes fueron reubicados en Don Torcuato y la chacra madariaguense quedó vacía. Tiempo después, el Ejército Argentino tomó posesión de la estancia y le puso La Federal, nombre que conserva actualmente.

Todo esto sostiene Julio Mutti, quien estuvo en la estancia (vendida en la década del 70’ a privados) y recorrió los distintos lugares de la extensa finca que ahora ocupa un particular pero sólo los fines de semana. En su repaso, Mutti encontró las dos compuertas que conectaban con un sótano y unos pilares que habrían servido para apoyar los equipos de comunicación, que en ese entonces eran de dimensiones considerables. 

El mito de la estancia La Otilia como base clandestina nazi siempre circuló por la zona y fue motivo de interés de numerosas investigaciones. Años atrás, por ejemplo, un grupo de alumnos de la Escuela Agraria de Madariaga fue finalista de un concurso de ciencias sociales a raíz de un informe al respecto. Por ello, poco después viajó especialmente hasta el lugar un equipo de la señal estadounidense History Channel.

Las conjeturas sobre la presencia nazi en la región proliferaron en el tiempo y se fueron entrelazando entre sí. En Villa Gesell, por ejemplo, distintas fuentes aseguran haber visto pasar submarinos por la costa, desde testimonios particulares recabados por los diarios de la época hasta un informe de la Armada Argentina desclasificado recién una década atrás. De hecho, dos submarinos nazis que escapaban desde el Atlántico Norte tras la rendición alemana llegaron hasta el puerto de Mar del Plata y se entregaron en un operativo ampliamente difundido. Algunas versiones más audaces (aunque menos respaldadas) sugieren además que Gesell fue punto clandestino de desembarco. Nada de esto se pudo comprobar. Lo más cercano a esas suspicacias está 45 kilómetros campo adentro, donde alguna vez se emplazó esa base de comunicaciones en el sótano de una casilla prefabricada en Madariaga.

Por Juan Ignacio Provendola / P12

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