Reforma política: la privatización de la democracia
A pesar de que la convocatoria a sesiones extraordinarias abre el Congreso desde el 20 de enero los diputados de todos los bloques, incluyendo el oficialismo, descuentan que hasta el mes que viene no comenzará la actividad parlamentaria, si es que empieza.
El gobierno propuso un temario de siete iniciativas que le hacen un guiño a la agenda del PRO pero necesita votos peronistas para aprobar la única que necesita con urgencia: la reforma política. Como hizo en otras ocasiones fuga hacia adelante y espera que los melones se acomoden antes de llegar a destino. A veces sale y a veces no.
Por ahora los votos no están. La propuesta de eliminar las PASO tiene un atractivo táctico que puede atravesar todo el arco político de manera transversal. Como no hay posiciones consolidadas sobre el asunto en ninguno de los bloques, excepto en el de La Libertad Avanza, las voluntades se suman de a una.
Esa tarea todavía no comenzó. Karina Milei y Martín Menem, están más ocupados en la ambiciosa pero improbable tarea de hacer de la hermana del presidente un candidato potable, que los llevó esta semana a la costa, lejos del palacio legislativo donde los empleados siguen de licencia y el mantenimiento a medio hacer.
Sin embargo la iniciativa de dar de baja las primarias es un caballo de Troya que esconde en sus entrañas un peligro mayúsculo: la privatización final de la política argentina mediante una norma que recorta los aportes públicos a los partidos y las campañas al mismo tiempo que desregula el financiamiento privado, inclinando aún más la cancha de la democracia en favor de las grandes empresas.
La doctora en Economía y docente en Cambridge Seda Basihos publicó un paper titulado “¡Poder (de Mercado es Poder (político)! La presión de la competencia declinante en la democracia” en el que explica “cómo la concentración del poder de mercado entre un conjunto restringido de corporaciones conduce a una concentración de poder político que en última instancia socava la democracia”.
Con datos recavados en 80 países entre 1990 y 2019 la autora demuestra una “relación negativa entre poder de mercado y democracia”. De acuerdo al estudio, “el efecto de debilitamiento de la democracia está impulsado por la creciente influencia política de las empresas con márgenes elevados” en la parte superior de la pirámide, es decir, allí donde existe mayor concentración.
“Esta concentración de poder socava la democracia directamente a través de la erosión institucional, al aumentar la corrupción en los procesos electorales y en múltiples dimensiones de la gobernanza democrática, como la formulación de políticas, su implementación y la regulación”, escribe Basihos, que recuerda que “votar sólo tiene sentido cuando todas las voces se consideran por igual”.
El informe detalla que la búsqueda de poder político por parte de empresas economicamente poderosas “puede adoptar diversas formas, como colocar estratégicamente a ejecutivos corporativos en puestos políticos clave, cultivar vínculos estrechos con funcionarios gubernamentales o incluso afectar la imparcialidad de las elecciones mediante el control de los medios de comunicación”.
Al acumular poder político y orientarlo en la protección de sus intereses, estas compañías entran en colisión con el interés general. “Esta falta de alineación plantea un riesgo democrático”, advierte Basihos. “El efecto de debilitamiento de la democracia es impulsado por un número muy pequeño de empresas muy poderosas que tienen potentes conexiones políticas”, concluye.
Por último, anuncia otro “hallazgo significativo” en “el vínculo positivo entre poder de mercado y el sesgo y la censura en los medios” que muchas veces “diluye la responsabilidad política de los gobiernos” afines. “Debido a la propiedad de los medios o al poder monopólico en el mercado publicitario, las empresas poderosas pueden controlar o dar forma a las narrativas políticas y a la opinión pública”.
Por Nicolás Lantos / El Destape