¿2025 bajo el fascismo?

Actualidad31 de diciembre de 2024
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La discusión sobre si estamos o no en el fascismo es un estorbo, salvo que nos lleve a una verdadera discusión sobre a dónde estamos realmente ubicados. La mala idea de afirmar que si estamos ante el fascismo debemos entonces restringirnos a organizar un frente electoral antifascista es tan superficial que apenas si deja tiempo para considerar qué clase de fascismo sería éste. ¿Son neoliberalismo y fascismo necesariamente dos cosas incompatibles? Está a la vista que se trata de funcionamientos virtualmente convergentes y en algunos casos complementarios. ¿Cómo llamar a una forma del capital que secuestra la capacidad de las personas -de la gente, de los cuerpos, de la comunidad y de lo colectivo- para engendrar sentido? Y que explota económicamente la oscuridad y la caotización que difunde.

Y si esto es así, de nada sirve recurrir una idea “politicista” del fascismo. La mala idea de que al “fascismo” actual se lo puede derrotar por medio de una alianza “con el centro político” carece de valor, puesto que esa alianza ya la viene recorriendo el kirchnerismo elección tras elección desde hace años sin que las sucesivas “moderaciones” hayan logrado bloquear la ofensiva de la extrema derecha. Las dos premisas de ese frentismo con el centro son igualmente falsas: ni ese centro está comprometido a enfrentar las políticas del gobierno, ni bastará una mera alianza electoral para derrotar a la extrema derecha. A su vez, la idea tranquilizadora de que no estamos aun en un gobierno fascista porque el grupo de Villarruel, orgánico a lo que quedó del partido de militar, no es la fracción dominante en el gobierno, corre el riesgo de identificar lo fascista a una forma política estricta -a un modelo, tipo ideal, una Idea calcada de la experiencia italiana del siglo XX- que solo sirva para no reaccionar ante la gravedad que supone la extrema derecha en el poder. Dos entrevistas publicadas la última semana ayudan a organizar la discusión.

Ece Temelkuran, analista política turca exiliada en Berlín, ha dicho en una entrevista publicada la semana pasa en diario El País de España, que el populismo de derecha o la extrema derecha no son etapas previas sino “herramientas para establecer el fascismo». Por supuesto, ella no pretende que se pueda demostrar que cada gesto de la derecha extrema se corresponda con el fascismo histórico. No reclama ejercicios de erudición historiográfica. Dice “fascismo” para despertar un sentido de responsabilidad histórica ante tanta destrucción derechista. Temelkuran explica que el fascismo «no será un régimen autoritario que surja y mate gente, creando guernicas. Habrá confusión, demencia, teorías conspirativas, combinaciones extrañas de poder». Ella no se hace tampoco ilusiones con recrear una política de centro democrático: «La democracia liberal y la política centrista han sido corrompidas por el neoliberalismo. El capitalismo despiadado ha cancelado la principal promesa de la democracia, la igualdad. La gente no es estúpida. Entiende lo que está pasando». Más que oponer fascismo a democracia, como si el primero llegara de afuera, deberíamos tomar nota de que el fascismo surge como fastidio democrático: «¿Tiene sentido la democracia cuando no cumple su promesa de igualdad y dignidad para todos? No, es un vacío. El agotamiento proviene de que no sentimos el deseo de proteger esta forma de democracia. Por eso está fracasando. Cuando tiene sentido, vemos a la gente salir a la calle, arriesgando a veces sus vidas y haciendo algo por el país. ¿Qué se puede cambiar a través de la democracia? Estamos exhaustos, no admitimos que fuimos derrotados. La política centrista no admite la derrota. Por eso, en elecciones, votas por lo mejor de lo peor». Según Temelkuran, «el neofascismo se ha apoderado de la política y ha creado una decadencia moral, corrupción moral. Hay que hacer una declaración que hable de los valores morales básicos: ¿quieres que la gente muera de hambre? Yo no. Cosas simples. Hay que recordar por qué luchábamos, la igualdad y la dignidad».

Tengo amigos que dicen que decirle “fascista” a Milei es un facilismo, y tienen razón. Es una pereza en el esfuerzo de caracterización. Pero el riesgo de una pereza de signo opuesto está presente. Por eso, me parece importante la entrevista que el domingo 29 de diciembre Perfil publicó (entiendo que es la primera de dos entrevistas) a Franco “Bifo” Berardi. Allí, el pensador italiano afirma que el fascismo no es para él un peligro futuro, sino una realidad que se ha instalado en buena parte del mundo, sólo que no podremos reconocerlo si lo esperamos con los rasgos de su pasado clásico. En efecto: no hay marcha sobre Roma, Carta del laboro ni jóvenes futuristas esperanzados. El fascismo actual es impotente y señil: «Sé que muchos jóvenes que votan por Milei o Meloni son jóvenes que no tienen ningún futuro y lo saben. Son jóvenes que viven en condiciones de impotencia política y también, si puedo decirlo, de impotencia psíquica que se manifiesta, por ejemplo, a través de una epidemia de depresión. Entonces no es fascismo, es algo, si se puede decir, peor que el fascismo, porque sigue siendo violento y racista como fue el fascismo del siglo pasado, pero es una violencia que no puede lograr obtener sus objetivos. Es una impotencia que sigue reproduciendo las condiciones de la impotencia misma. Por eso, no creo que el siglo XX vaya a repetirse. No creo que abramos una resistencia antifascista que combatirá y ganará. No lo creo. Si queremos llamarlo fascismo, este fascismo de la impotencia va a producir una tragedia que ni podemos imaginar las dimensiones. El fascismo siempre produce tragedia. Pero ahora estamos al borde de una tragedia peor que la tragedia que ya hemos conocido».


Por supuesto, conocemos de sobra cómo funciona esta violencia de la impotencia en el mundo actual. Bifo pone un ejemplo contundente de nazismo contemporáneo: «El pueblo israelí, el Estado israelí, sionista, está viviendo una tragedia, ha vivido una tragedia, está inscripta en la historia misma de Israel. Israel es el producto de una voluntad mala de los europeos, de los alemanes racistas, de los polacos, italianos, franceses que han ayudado a Hitler en la exterminación del pueblo judío. Pero Israel es también el producto de una decisión inglesa y europea de expulsar a los judíos de Europa. Antes los hemos exterminado, después los hemos enviado a una tierra inhóspita, que solo a través de la ferocidad, solo a través del genocidio podían sobrevivir. Bueno, el genocidio está aquí. Estamos asistiendo a una reproducción del genocidio nazi por las víctimas. La lección que tenemos que aprender de lo que pasa en Gaza es una lección terminal. Las víctimas pueden emanciparse de su papel de víctima solo si se transforman en verdugos. Esto es lo que aprendimos de la historia de Gaza».


Bifo no se refiere a una forma política precisa, como un fenómeno de destructividad capitalista que ha logrado destruir la creencia misma de que es posible usar la técnica, la voluntad y el conocimiento para liberar el tiempo social, conciliarse con la naturaleza y emancipar a la sociedad. El fascismo actual es para él una forma de “fin del mundo” que se enseñorea humillando al sueño de una sociedad que lucha por su liberación. Neoliberalismos y nacionalismos reaccionarios son, en este nuevo mundo en el que el lucro y la valorización se proponen un triunfo definitivo, vertientes fácilmente yuxtapuestas. Bifo cree que así las cosas, solo queda desertar: «Antes que nada, tenemos que hacer como hacen miles y miles de jóvenes rusos y de jóvenes ucranianos, escapamos. Cuando hay guerra, cuando te imponen matar o ser matado, hay una sola elección ética, esta elección es escapar. Desertar. Pero el problema es que la deserción hoy no es una elección solo militar». Desertar del mundo que los fascistas están organizando es no desear, ni amar ni vivir en ese mundo. ¿Supone esta deserción un abandono de la lucha política? No lo creo para nada. Aunque sí creo que las formas de lucha política que no se alían con quienes desertan de este mundo -las que hemos conocido como política progresista-, son y serán incapaces de dar respuesta satisfactoria o adecuada a la gravedad que plantea el capitalismo por desposesión. ¿Cuál es la combinación adecuada entre deserción y lucha política contra la desposesión? Cabe esperar que 2025 sea un año de experiencias orientadoras en este sentido.

 

Por Diego Sztulwark *Investigador y escritor. Estudió Ciencia Política en la Universidad de Buenos Aires. Es docente y coordina grupos de estudio sobre filosofía y política. / La Tecla Eñe

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