La pija molesta

Actualidad22 de noviembre de 2024
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Circulaba una anécdota entre estudiantes del Colegio Nacional de Buenos Aires según la cual una chica, en una clase de Anatomía, le preguntó al profesor:

—Profesor ¿el pene tiene hueso?

—No, señorita, le habrá parecido.

La respuesta irónica del docente hizo reír a los estudiantes y provocó la carcajada cada vez que se reprodujo la anécdota. Podríamos preguntarnos: ¿cuál es la gracia? También podríamos decir: fue una enseñanza efectiva.

Un sinónimo de pene, sabemos, es pija. Sería una sinonimia en el campo de lo que consideramos “malas palabras” (ya Borges y Fontanarrosa dijeron lo suyo sobre ese punto, de modo que me abstengo). La palabra figura en el diccionario de la RAE como sustantivo “malsonante” (“que ofende al pudor, al buen gusto o a la religiosidad”) referido al “miembro viril”. Los sinónimos son: pene, falo, miembro, verga (hay otros, como pistola o poronga). Y también en España un pijo es nuestro cheto (alguien de clase alta). Lo interesante es el origen: viene de la onomatopeya “pish”, que imita el ruido de la micción (también sirve para eso).

En esta nota, vamos a hablar de la pija… ¿por qué se ríen?

No hace falta hacer la prueba. Decir pija, culo, teta, concha, causa risa si se dice en un grupo escolar. Todas esas palabras relacionadas con partes del cuerpo vinculadas a la sexualidad, lo prohibido, lo tabú, eso de lo que casi no se habla en las casas, poco en las escuelas (para eso está la ESI) y de lo que los chicos todavía no saben: ese misterio da risa. Pero ¿por qué hablamos de la pija aquí?

Se sabe: un gobierno marca agenda.

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Toda prohibición genera deseo.

En un cuento del escritor británico Hanif Kureishi, “El pene”, publicado en su libro Siempre es medianoche (2001), un buen día, Doug, un actor porno, se mira al espejo y se da cuenta de que perdió su pene (“Todo él se había extraviado, pene, escroto e incluso vello púbico”). El “paquete” ha adquirido vida propia y anda pavoneándose en los bares. 

El cuento habla del proceso de reapropiación de Doug de esa parte del cuerpo que es, fundamentalmente, su medio de subsistencia. Es un cuento que tiene mucho humor, negro, aunque al mismo tiempo hay algo trágico en la historia del pobre Doug. 

Kureishi es autor de Intimidad, una novela que pone en cuestión los bordes entre erotismo y pornografía, con altura y gran calidad literaria.

En una nota publicada en la revista española digital yorokobu.es, se recorren las distintas representaciones míticas de esta parte del cuerpo del hombre. El título de la nota es “Vamos a hablar del pene (¿por qué te ríes?)”. 

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El 7 de noviembre, la vicepresidenta de la Nación, Victoria Villarruel, reprodujo en su cuenta de X dos fragmentos adjudicados a la novela Cometierra de la escritora argentina Dolores Reyes, según el posteo, repartida “en las aulas por el gobierno bonaerense”. Los acompañó con el siguiente texto:

Los bonaerenses no merecen la degradación e inmoralidad que @Kicillofok les ofrece. Existen límites que nunca deben pasarse. ¡Dejen de sexualizar a nuestros chicos, saquen de las aulas a los que promueven estas agendas nefastas y respeten la inocencia de los niños! ¡¡Con los chicos NO!!. 

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Hay muchas cosas para decir de este posteo. Una, menor, es que no va punto después del cierre de signo de admiración. Otra, que no es cierto que el libro se “reparte en las aulas” sino que es parte de un programa de promoción de la lectura en la provincia de Buenos Aires llamado “Identidades bonaerenses”, que consiste en la distribución de un catálogo de más de cien libros distribuidos en 2350 escuelas secundarias y 443 técnicas. 

Tercer error (grave): uno de los fragmentos reproducidos por Villarruel no corresponde a Cometierra sino a la novela de Gabriela Cabezón Cámara, Las aventuras de la China Iron. Vale agregar que estas dos novelas, además de formar parte de los libros elegidos para leer con acompañamiento como parte del programa Identidades bonaerenses, fueron traducidos a numerosos idiomas, premiados y con una gran repercusión a nivel internacional, al igual que sus autoras.

La palabra pija aparece en el fragmento tuiteado de Reyes que, además, narra una escena de encuentro sexual consentida y deseada entre dos adolescentes. En el de Cabezón Cámara, figura concha. Allí, son dos mujeres las que lo protagonizan, en una escena lésbica, algo que, sabemos, este gobierno también denosta.

El destino de estos libros, además, no son chicos de primaria. Son adolescentes que empiezan a explorar su sexualidad, que quieren saber qué es eso que hace gozar, que tienen miedo, dudas, que se atraen, que tienen la vida por delante. Pero también que muchas veces son víctimas de maltratos, de abusos, de desinformación, de castigo. De violaciones.

De eso, también, habla Cometierra, que fue tildada de pornográfica: del goce, de los abusos, de femicidios. 

Cabezón Cámara, por su parte, toma a la figura de la “china” de Martín Fierro para darle vuelo poético. En un fragmento de esa novela que el gobierno seguramente no leyó, Fierro se trasviste y aparece su costado gay.

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Moralizar la literatura de este modo implica un error de lectura. Y abre la pregunta: ¿de quién es la perversión? 

Entre los libros cuestionados también se cuentan Las primas, de Aurora Venturini, y Si no fueras tan niña, de Sol Fantín (basado en un caso real de abuso de una menor y que también fue moralizado y mal leído por Villarruel).

El libro que tenés en la mesa titulado “Si no fueras tan niña” es la historia de una niña de 14 años abusada por un adulto de 30, en serio usás esa tragedia para meterle mierda en la cabeza a los niños y adolescentes de la provincia de Buenos Aires? ¡Con nuestros niños no te metas!

Los hechos, posteos, notas y repercusiones dentro y fuera de las redes siguieron a lo largo de los días, y derivaron en la judicialización del tema con una causa promovida por una tal Fundación Morelli contra el director de Cultura y Educación bonaerense Alberto Sileoni, con los cargos de “abuso de autoridad y corrupción de menores”. Algo que el propio funcionario leyó como un tiro por elevación contra el gobernador de la provincia, Axel Kicillof, hashtageado en el tuit de Villarruel en letras grandes: #LaEducaciondeKiciloff. 

La titular de la tal Fundación, Bárbara Morelli, considera que la ficción no debería formar parte del currículum escolar. 

En fin.

La respuesta del gobernador fue una foto de él, un domingo, leyendo Cometierra. 

El contraataque no se hizo esperar. Nótese el tono guerrero del último tuit:

Nunca es buen día para leer libros que exaltan la pedofilia y sexualizan a los niños, Kicillof!! 

Esto es claro y simple, el que esté a favor de la ideología de género es un degenerado/a, y el que esté a favor de sexualizar a los niños es un pedófilo en potencia. Nuestro gobierno los va a combatir hasta que no nos quede sangre en el cuerpo.

Esta serie de posteos se enmarcan en una cuenta donde la vicepresidenta se muestra atacando sexualidades, artistas y sus producciones, decisiones de una cartera educativa, y defendiendo a la “familia militar” y agropecuaria. Suele aparecer en fotos portando armas de gran calibre y con casco. Teniendo en cuenta las políticas del gobierno tendientes a cierta militarización del pensamiento, amenazas y acciones represivas, moralización de ciertos consumos y liberalización de otros, se puede pensar como metáfora, también en términos militares, en un movimiento de pinzas (o doble embolsamiento), consistente en atacar al enemigo (¿la sociedad?) desde distintos flancos y por la retaguardia al mismo tiempo. En este caso: ideológico, económico, político, cultural. Esa gran bolsa que, desde el insulto mileniano, se resume en tres palabras: “Zurdos de mierda”. 

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No es la primera vez que Cometierra recibe embates contrainsurgentes. Los hubo en 2022 en Neuquén y en Mendoza, y también en 2023 en San Pedro, provincia de Buenos Aires. En general, se trató de grupos de mapadres escandalizados por el entusiasmo de sus hijos en la lectura del libro, con denuncias a docentes.  

Estos ataques remontan a un pasado represivo de golpes militares en los que se prohibía libros y películas, y se perseguía a artistas. Muchos debieron exiliarse. Si bien la mayoría de los libros quemados por las dictaduras eran de corte marxista (o sospechosos de), la tinta roja también era leída en los libros con contenido sexual, erótico o LGBT+. Así, por ejemplo, fue prohibida en los 70 la novela Monte de Venus de Reina Roffé o El beso de la mujer araña de Manuel Puig. Aquí, una lista de prohibidos recomendados. 

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El censor de películas más famoso de la Argentina, Paulino Tato (El señor tijeras de Charly García), estaba particularmente obsesionado por el sexo. Lo que hacía Tato era cortar partes. Es interesante pensar cuáles son, entonces, los cortes que ejecuta la censura porque determinan la lectura. ¿Se corta lo que no se puede controlar? Pero además, es posible imaginar a Tato viendo en la oscuridad de la sala, una escena de Carne, de Armando Bó, gozando solitario del desnudo de la Coca Sarli. 

Esto es allá en el tiempo. Pero si nos desplazamos en el espacio, a partir de 2023, en algunos estados de Estados Unidos se recrudeció la prohibición de libros en las escuelas, como puede leerse en un artículo de Susan L. Webb. “En los últimos años se ha producido un nuevo aumento de la prohibición de libros, con 4.349 casos registrados de prohibición de libros entre julio y diciembre de 2023. La mayoría de las impugnaciones de libros han surgido de la derecha ideológica, y Moms for Liberty ha sido especialmente activa en la impugnación de libros”.

Y por casa, hoy, ¿cómo andamos? 

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Si lo pensamos como movimiento de pinzas y nos preguntamos qué, cuándo, dónde, cómo, quién y por qué atacan por los flancos y por la retaguardia, es más que significativa la visita que Javier Milei hizo a su escuela, el Instituto Cardenal Copello. Allí y delante de un montón de chicos (esos con los que no hay que meterse), contó chistes alusivos al sexo, desde algunos lugares comunes. En un alarde de elipsis con el fin de generar risas cómplices en el estudiantado, advirtió: “Hay un chiste muy grosero, no lo puedo decir”. Sin embargo, no pudo guardarse:  "El burro tiene éxito por insistidor, no por lo otro... ¿Se entendió, no?". “Lo otro” es el tamaño del miembro. 

¿Entonces de lo que se trata es de decir qué y cuándo?

Dicho sea de paso, la elipsis es un recurso literario muy bien considerado cuando se usa bien. 

Es conocida la obsesión del presidente con la zona anal, a la cual refieren la mayoría de las metáforas que usa en sus discursos, como bien lo explica Adrián Melo en esta nota de  Anfibia. En ese texto se lee una anécdota ilustrativa: 

“En otra de sus brutales intervenciones públicas en México en 2018, identificó el ser de izquierda con tener el pene pequeño. Sus dichos literales fueron: ‘El capitalismo exitoso es exitoso porque es un benefactor social. Lo que hay que entender es que, cuando aparecen estos chairos resentidos, envidiosos, que yo los suelo llamar el club de los penes cortos. Porque, básicamente, ¿quién reclama por el pene promedio? El que la tiene chiquita’”.

Otra vez, la preocupación por el tamaño. Para alguien que se deleita usando palabras malsonantes (RAE dixit supra), llama la atención la elipsis del final.

Recordemos que Milei considera el aborto como “homicidio agravado por el vínculo” y la ESI como un plan para “eliminar seres humanos”. Y ¿qué era aquello de niños envaselinados? Cuando habla de degenerados, depravados: ¿cómo actúa el bumerán de la perversidad?

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Cabe preguntarse cuál es la pija que molesta. ¿La literaria? Pero, ¿la de cuál literatura? ¿El gobierno se metería con Julio Cortázar porque en Rayuela describió una escena en la que la clocharde “le lame dulcemente la pija a Oliveira”? ¿Quitaría de bibliotecas y currícula escolar a Esteban Echeverría porque el final de El Matadero narra una violación de un unitario por parte de un grupo de federales? ¿Es la pija que no daña, la que no hace doler, la que no viola, la que no busca dejar la semilla para la reproducción (o no solamente), la que proporciona placer al otro, la deseante y deseada? Esa pija, parece ser, es la que molesta al gobierno. 

A mediados del siglo XIX, el escritor francés Gustave Flaubert, autor de Madame Bovary, fue llevado a juicio por inmoral. En la edición que Jorge Fondebrider hizo para Eterna Cadencia, se lee en una nota al pie: 

“Durante el juicio contra Flaubert y sus editores, el fiscal imperial Ernest Pinard también se sirvió de este párrafo en una acusación. Dijo: ‘De tal modo, desde esa primera falta, esa primera caída, ella glorifica el adulterio, entona la canción del adulterio, de su poesía y sus voluptuosidades. ¡Lo cual es para mí, señores, mucho más peligroso, mucho más inmoral que la caída misma! Y todo palidece ante esta glorificación, incluso los encuentros nocturnos algunos días más tarde.’”

El párrafo en cuestión decía:

“Se repetía: ‘¡Tengo un amante!’... deleitándose con esa idea como si le hubiera sobrevenido otra pubertad… Entraba en algo maravilloso donde todo sería pasión, éxtasis, delirio”. 

Flaubert ganó el juicio. Su abogado defensor fue hábil: dijo que el libro tenía una intención moralizadora (mintió). El fiscal fue su primer publicista. Y Madame Bovary se convirtió en uno de los grandes clásicos de la literatura occidental. Corte.

A partir de los ataques, que sin duda conllevan sufrimiento en las artistas atacadas, Cometierra, hoy, está entre los primeros libros en las listas de ventas. Contra estos ataques, este sábado 23 de noviembre a las 10 de la mañana más de 80 escritores participaremos de la convocatoria “Leer Cometierra y otros textos” en un sitio emblemático: el Teatro Picadero, también víctima de la quema de brujas en dictadura. Incendiado el 6 de agosto de 1981 con una bomba colocada por un comando militar, reconstruido y reabierto veinte años después, resulta un espacio emblemático de resistencia.

Por Gabriela Saidón y  Arte Sebastián Angresano  / Revista Anfibia

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