Donald Trump y la emergencia climática: un desastre para todos

Actualidad09 de noviembre de 2024
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La elección de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos con un margen amplio y, además, con el control del Congreso y el Senado es una de esas cuestiones que hacen que me preocupe muy seriamente, y no solo por los Estados Unidos, país en el que he vivido y que amo, sino por toda la humanidad.

No lo digo yo: lo dice el MIT, que califica la victoria como «una trágica pérdida» para la lucha contra la emergencia climática, que da lugar a un retraso que, simplemente, el mundo no se puede permitir. Que el segundo país más contaminante del mundo caiga ahora en manos de un negacionista de la emergencia climática, que se ha comprometido a autorizar a las empresas petroleras a que hagan todo tipo de exploraciones adicionales y extraigan todo lo que quieran de todas partes, incluidos lugares protegidos, es una auténtica desgracia sobre la que resulta terriblemente frustrante que el mundo tenga que simplemente quedarse parado a esperar, sin poder tomar ninguna medida.

¿Esperanza? Poca, pero representada por el hecho de que el apoyo de Elon Musk haya comprometido algún tipo de medidas que impidan que el ascenso progresivo de los vehículos eléctricos se vea frenado por las políticas demenciales de un presidente tan profundamente inculto y acientífico, que da auténtica vergüenza ajena. La victoria de Trump va a hacer que las políticas medioambientales de los Estados Unidos den un giro muy brusco, como si la ciencia fuese una cuestión de opinión, pero no nos engañemos: si Donald Trump ha salido elegido con el apoyo que ha conseguido, quiere decir que no solo él es la personificación de la aberración climática, es que más de la mitad de los ciudadanos norteamericanos creen que esa cuestión es algo que no vale la pena.

Algo hemos hecho muy mal cuando más de la mitad de los ciudadanos de un país rico y con acceso a la educación no consideran la emergencia climática como un asunto prioritario, y son capaces de votar a un presidente abiertamente negacionista, simplemente por cuestiones cortoplacistas como su percepción – errónea, además – de la economía.

Otra cuestión que permite mantener un mínimo de optimismo en un contexto completamente terrible es el hecho de que el mapa de la energía esté cambiando a tanta velocidad: las energías renovables, sobre todo solar y eólica, ya no pueden ser detenidas por mucho que Donald Trump pretenda. Unos costes muchísimo más bajos que hacen que incluso en los estados más conservadores como Texas la inversión sea tan elevada, que no hay forma de parar ese proceso.

La vuelta de Donald Trump a la Casa Blanca es una noticia verdaderamente desastrosa para el mundo, en absolutamente todos los sentidos. Terrible para la emergencia climática, tremendo como ejemplo de democracia sometida a un populismo y a una desinformación de niveles estratosféricos, y dramático si pensamos en las políticas de «America First» y de abierto desprecio al resto del mundo. Es, en todos los sentidos, una barbaridad que descarta a los Estados Unidos como país estable y como referencia mundial. Es, claramente, el fin de la era en la que los Estados Unidos marcaron el pulso del mundo, con todo lo que ello va a conllevar si pensamos en la alternativa que viene con fuerza, el país que domina todas las tecnologías emergentes y de futuro.

Mientras el mundo intenta mirar hacia el futuro, los Estados Unidos se han quedado anclados en el más oscuro de los pasados. Lo pagarán, y muy caro. Pero lo peor es que además, lo pagaremos todos.

Nota: https://www.enriquedans.com/

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