Tres versiones de una frase repugnante

Actualidad23 de septiembre de 2024
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Todos nos acordamos de Milei hablando del Estado como “un pedófilo entrando a un jardín de infantes con los chicos encadenados y envaselinados”. Nos acordamos porque nos repugnó. Porque era inconcebible en un hombre público no solo esa expresión proveniente de la web profunda, sino en muchos sentidos paralelos que primero fueron opacados por el impacto pedófilo de la frase, pero que estaban ya ahí.

Lo dijo cuando todavía no era presidente. Es decir, esa descripción atroz del Estado rebotó en millones de oídos que la aceptaron, o por lo menos no sintieron náuseas sino, acaso, fascinación, que es lo que provoca el fascismo.

Pero aquella metáfora, si la aislamos por un momento de su espectro pedofílico --que, como advierten varios casos del norte argentino y hasta en el expediente de la causa por el intento de asesinato de Cristina, no es ajeno a la dirigencia ultraderechista--, puede volver a ser leída hoy de otras maneras.  

Milei podrá detestar al Estado pero lo usa exactamente como lo describió, si por “niños encadenados y envaselinados” entendemos que se alude a lo más frágil, lo más inocente, lo más sagrado, puesto en una situación de vulnerabilidad de la que dependen sus vidas. Efectivamente, el que entra a ese “jardín de infantes” es Milei, que desde su minuto uno como presidente, con la desregulación de la economía y Petovello designada, se comporta como un pedófilo que no tiene un goce sexual, sino de otro tipo. El goce de la ultraderecha es la distribución del sufrimiento y el dinero. Son una sola y misma cosa.

Así, como “niños encadenados y envaselinados” nos quiere a todos los comunistas, porque no sé si enteraron, pero somos todos comunistas. Esa dejadez por el análisis y la comprensión de los matices que hacen muy diferente a gente que nunca se ha llevado bien ni ha coincidido, pero comparte por ejemplo que un hijo no se vende, borra la realidad y la reemplaza por lo que se tiene previamente en mente: el que se niegue a vender un hijo es comunista. 

En este caso, todos somos sus enemigos si no lo aplaudimos. Y no es posible aplaudirlo si uno no es débil mental, porque si se es trabajador, estudiante, ama de casa, jubilado, docente, afiliado a un sindicato, empleado estatal, periodista, etc., etc., etc., Milei está violando las garantías básicas de decenas de sectores en todo el país que hoy se encuentran “encadenados y envaselinados" por un tipo que de verdad se cree superior a todos. La desproporción entre la realidad que generan sus actos y la idea que tiene de sí mismo son un diagnóstico infalible. No puede ni con él mismo.

Pero aquella frase asquerosa de Milei también puede ser interpretada de una tercera manera. En este caso, Milei se refería al Estado que se proponía destruir. El que su mente anarcocapitalista le permite: un saqueador de ricos que como ya no necesitan eso que se llama nación, estado nación, porque les restringe las ganancias con esa loca idea de “algo en común”. No hay nación sin “algo en común”. 

En esta línea (muy A. Rand), los “niños encadenados y envaselinados” son los muy ricos, hartos de tener que tributar para la vida digna de gente que les importa tres carajos. Y es solamente en esta tercera interpretación que es verdad que la libertad avanza y él es el león, es un Espartaco invertido que libera a los multimillonarios y los mafiosos y a los narcos de cualquier control posible.

Como fuere, he seguido muy de cerca los sucesivos estallidos sociales de hace unos años, en Chile, Perú, Colombia. Hubo muchos muertos. Para que llegaran al poder Boric, Castillo y Petro --uno parece haberse olvidado de su origen callejero, el otro fue derrocado, el tercero ya siendo desestabilizado-- muchos murieron. No por ellos como candidatos, que entonces ni soñaban con serlo. Los pueblos rebelados abrieron el paso a la huida de los neoliberales. 

Las primeras líneas, las que enfrentaban cara a cara a las fuerzas de seguridad, asesinas de sus pueblos siempre que reciben órdenes de la ultraderecha, eran pibitos. Pibitos y jóvenes que no tenían nada que perder.

Nuestra situación hasta ahora es totalmente diferente. Tres semanas consecutivas hubo primeras líneas de personas de más de 70 años. Nuestros jubilados son la última generación moderna de este país. Son contemporáneos a los 30.000. Han vivido lo mejor de sus vidas cuando la gente se regalaba libros. Han trabajado su memoria. Muchos votaron a Milei, es cierto, pero es que lo votaron muchos en todas partes. Nuestra sociedad está infectada, como dice Milei en ese video Walking Dead que insiste con el exterminio y la cosificación del enemigo. 

Nuestro país está infectado, es cierto. Está lleno de pus y bilis y humores negros y demencia. Está lleno de vivos que están muertos, y que no pueden sacarse a sí mismos de la cabeza ni un instante, como si fuera un síntoma de su enfermedad. Nuestro país está infectado por el veneno que hace muchos años escupen mercenarios y mafiosos. 

En estos días se están equivocando, como si hubieran entrado en su propio círculo, que siempre es vicioso y espiralado. Se equivocan porque ya es inocultable que Milei se dirige al pueblo argentino con su maldita motosierra. Se equivocan porque no pueden respirar sin clavarle alfileres a alguien. Cada vez son más secta, más trepadores, más corruptos. Los que no nos podemos volver a equivocar somos nosotros. Ojalá nuestra dirigencia entienda pronto que esta vez el pueblo quiere saber de qué se trata.

Por Sandra Russo / P12

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