Las melodías del peronismo

Actualidad12 de septiembre de 2024
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A cinco días de haberse cumplido dos años del atentado que podría haberle costado la vida y a dos meses de iniciado el juicio a los responsables materiales del intento de magnicidio, Cristina Fernández de Kirchner presentó en sus redes sociales un documento que bajo el título «Es la economía bimonetaria, estúpido» –remedando la frase de campaña de Bill Clinton en 1992– detalla la situación del país al cabo de nueve meses de «la primera experiencia global anarcocapitalista». Más allá de las críticas al modelo que se impone a palos y gases desde la Casa Rosada, la dos veces presidenta de los argentinos también se mete de lleno en los avatares del peronismo, al que describe como «torcido» y espera ver reordenado y convertido en una fuerza política que vuelva a representar a las mayorías «para pasar de ser oposición a alternativa de gobierno».

El mensaje de Cristina Fernández –de tono fuertemente crítico y que generó un ataque del presidente Javier Milei– aparece cuando el Partido Justicialista permanece con las heridas abiertas y sin cicatrizar y sus principales figuras intentan reconstruir un espacio entrecruzado de disputas personales y por liderazgos. La gestión del expresidente Alberto Fernández, vapuleada por la realidad económica que dejó y por la denuncia de maltrato de su pareja, aflora como una pesada mochila difícil de sobrellevar. En este escenario, a los bloques políticos y mediáticos que comulgan con las políticas de Milei se les hace sencillo meter a todos en la misma bolsa. El peronismo en estado de debate permanente les resulta el contrincante ideal bajo el que intentar barrer sus propias miserias. Tan es así que La Libertad Avanza (LLA), el PRO y el radicalismo conservador necesitan de un PJ en esas condiciones para poder sostener su proyecto antipopular. La peor noticia para ellos es la unidad que se ha logrado mantener durante este período en los bloques legislativos de Unión por la Patria, que hizo posible aplicar algunos frenos a iniciativas regresivas del Ejecutivo.

Pujas y enfrentamientos

El tema es que no solo da la impresión de que no hubiera coincidencias a las que se sumarse, sino que en algunos aspectos priman enfrentamientos personales y si se quiere ideológicos. La inquina que muestra el exsecretario de Comercio, Guillermo Moreno, contra el gobernador bonaerense, Axel Kicillof, es ya casi es un sello de fábrica del ahora panelista de C5N, que además intenta recuperar para el redil justicialista al excandidato presidencial de Juntos por el Cambio, Miguel Ángel Pichetto, y busca un acercamiento con la actual vicepresidenta Victoria Villarruel. Jugadas ambas de un «panperonismo» extremo que incomodan a más de cuatro en el partido que lidera el espacio con más representantes en el Congreso. 

Las diferencias que afloraron entre la intendenta de Quilmes y el alcalde de Avellaneda tienen también sus bemoles. Ambos tienen cercanía con la expresidenta: Jorge Ferraresi fue su segundo en el Instituto Patria y ostenta innegable prosapia peronista; Mayra Mendoza, por su parte, actúa como su habitual vocera sin cartera, la que dice en público lo que Cristina Fernández en ocasiones solo expresa en privado. 

Si se asume que Kicillof, que va por su segundo mandato y no tiene reelección, apuesta por la presidencia, se entiende que haya disputas por el espacio que dejaría vacío en La Plata. Y hasta que La Cámpora, comandada por Máximo Kirchner, rivalice por un lugar bajo el sol bonaerense o nacional. Los más enjundiosos peronistas, sin embargo, recuerdan que en 2023 Kicillof ganó con menos porcentaje que cuatro años antes, y que si las propuestas de derecha encarnadas en el PRO y LLA hubiesen ido juntas otro habría sido el cantar.

El exministro de Economía de Cristina Fernández está obligado, si quiere disputar un cargo de relevancia, a ir por la presidencia de la Nación. Sería una apuesta valerosa: nunca un gobernador de la provincia de Buenos Aires dio con éxito el salto electoral para llegar a la primera magistratura, lo que no implica que sea imposible.
En tanto, el gobernador riojano Ricardo Quintela, que podría también aspirar a una futura candidatura, hace lo posible a estas horas por comandar al PJ a nivel nacional. Tiene con qué: nadie le niega lauros como peronista, en un momento en que el «peronómetro» parece a full para algunos dirigentes con más pantalla que votos.

Quintela acaba de lograr la aprobación de una constitución que presenta novedades conceptuales como «democracia paritaria, renta básica universal y gobernanza» y, además, puso en circulación una cuasimoneda local, el «Chacho». 

Avisado por la experiencia política e histórica de cómo sería el trato hacia las provincias del gobierno de Milei, en enero Quintela anunció la creación de los Bonos de Cancelación de Deuda (Bocade), que fueron aprobados por la Legislatura local a finales de febrero. Tanto una constitución progresista como el «Chacho» son desafíos abiertos a la «revolución cultural» reaccionaria que pretende el fundador de LLA.

Milei y sus adláteres, tanto los visibles como los que operan anónimos, o casi, en las redes sociales, apuntan todos sus cañones contra Kicillof. A las controversias por la instalación de la planta de GNC y ahora a la traza del gasoducto de Vaca Muerta, le suman un «cepillado» cotidiano a su figura. Y el gobernador no le esquiva a la pelea. Más bien se acomoda los guantes de box y aprovecha que lo subieron al ring.

Así, a cada medida del tándem Milei-Caputo-Sturzenegger responde con una contramedida. Si se eliminan dependencias publicas relacionadas con Género o Derechos Humanos, responde con la creación de instancias provinciales de reemplazo local. Si el presidente critica ferozmente al sector industrial en su entidad corporativa y mientras celebran su día, Kicillof se compromete a «actuar como escudo contra las políticas que se están aplicando a nivel nacional». 

El gobernador ya había removido el avispero peronista cuando hace justo un año, antes de la primera vuelta electoral, había comparado al peronismo con esas «bandas de rock que tocan grandes viejos éxitos» y pidió una nueva canción, «no una que sepamos todos». El texto recientemente difundido por Cristina Fernández tiene, quizás, algunos acordes que van en esa línea.

Por Alberto López Girondo / Acción 

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