El misterio del oro
No es novedad, lamentablemente, que nuestra Patria está transitando épocas amargas. Las víctimas propiciatorias del “mayor ajuste de la historia”, que la máxima autoridad ejecutiva del país exhibe como un logro, jactándose de restallar su látigo de la pauperización general, son los trabajadores y los sectores más vulnerables de la sociedad, en consonancia con la declarada entrega de todo aquello que pueda llegar a significar la soberanía argentina.
Se abandonan en ese camino los principios de los grandes políticos y políticas del país (sí, señor Presidente Milei, porque existieron) que soñaron y batallaron por la creación de una Argentina potente y en crecimiento, debiendo eludir las zancadillas de los traidores que, desde el inicio mismo de nuestro despertar en 1810 (y por qué no decirlo, desde antes también), con circunloquios y variadas hipótesis buscaron invariablemente entregarnos a la dominación extranjera. Opresión que, desde luego, recayó sobre las espaldas de la inmensa mayoría del pueblo y no sobre la ínfima minoría de los poderosos. Hoy, con brutal impudicia, se proclaman, de cara al viento y sin sonrojos, las mismas consignas de entrega y padecimiento, condimentadas con insultos variados y una sarta de improperios que serían rechazados de plano, al menos en la arena política, por quienes se erigieron en fundadores y continuadores de una gesta que buscaba una República con Justicia y bienestar para su habitantes.
Hoy, como puede verse, se sueña con una monarquía cruel, totalitaria y depredadora al estilo de los principejos de la antigüedad o, si se prefiere, de los condes, duques y reyes del medioevo, ultrajando los principios republicanos que nos vieron nacer como Nación libre y a los que adherimos como Pueblo.
Llegados a este punto y luego de esta introducción necesaria al tema que nos ocupa, digamos que en la espinosa cuestión del oro argentino, por parte del gobierno todo ha sido hasta hoy silencio, misterio y añagaza, como reza el dicho.
En primer lugar, nos asiste el derecho a saber de qué se trata. Como se verá, eso nos es negado.
Tal circunstancia la hice pública por distintos medios de comunicación en forma constante y permanente, afirmando que los responsables gubernamentales se niegan a dar información sobre el tema, que sinteticé en la frase “se están llevando el oro y no lo quieren decir”, agregando que el de Javier Milei es “un gobierno que vuelve sobre sus pasos y que está causando un deterioro social gravísimo”.
En esa oportunidad volví a reclamar al gobierno un informe sobre el paradero de los lingotes de oro de las reservas del Banco Central y me lo negaron. Vale decir que el oro se lo están llevando, porque nos constan cuatro embarques (que podrían ser cinco), en aerolíneas extranjeras y con destino extranjero (posiblemente el Reino Unido, lo mismo que las compañías aéreas) y no lo quieren decir.
Estas operaciones de salidas del oro del Banco Central están fehacientemente constatadas por nosotros y lo peor radica en que cuando se formaliza la consulta por las vías normales e institucionales pertinentes, la institución monetaria se empecina en negarnos cualquier información.
Bajo el argumento pueril de que “cualquier dato vinculado a la ubicación estratégica del oro podrá poner en peligro la seguridad de estos activos, con su consecuente impacto en el respaldo de la política monetaria y cambiaria”, se insiste perniciosamente en mentir y ocultar una operación que sí deja a nuestro país ante el auténtico riesgo de que esas reservas sean embargadas por los fondos buitres, siempre prestos a despojarnos de cuanto puedan.
Se minimizan también muy burdamente los juicios contra la Argentina en el exterior, como si no tuviéramos antecedentes al respecto, y se deja en manos del poder jurisdiccional de cualquier juececillo el patrimonio de nuestra República. Más todavía, el ministro Luis Caputo, con total liviandad, deslizó públicamente que se esperaba un “retorno”, palabra que ningún bien hace a la gestión pública. Y todos sabemos a qué nos estamos refiriendo.
En este punto entonces conviene que nos detengamos para dar mayor claridad al asunto.
La ley 27.275 de Derecho de Acceso a la Información Pública tiene por objeto garantizar el derecho de todos los ciudadanos a realizar pedidos de información pública y obtener respuestas de los tres poderes del Estado. Busca promover la participación ciudadana y la transparencia de la gestión pública.
Amparados entonces en el derecho que nos brinda la mencionada ley, ante el silencio y la falta de una comunicación efectiva por parte de las autoridades del Banco Central respecto de la que, en principio, era una supuesta operatoria con el oro existente durante los días 7 y 28 de junio del 2024, le envié –el 15 de julio– la primera de mis tres notas al presidente del directorio del Banco Central, Santiago Bausili, en mi carácter de secretario general nacional de la Asociación Bancaria y diputado nacional con mandato vigente, solicitándole información clara, precisa, completa y detallada respecto de la existencia de ese tipo de operaciones. Asimismo, y si así fuere, se le solicitó se detalle qué cantidad, por qué monto y en qué moneda se ha realizado, por qué motivo han sacado el oro, bajo qué características comerciales o de otra índole, a qué destino y con qué transportadora, entre otras preguntas
Luego de esa primera nota y ante la falta de respuestas concretas envié nuevamente, bajo los mismos términos y al mismo destinatario, dos nuevas notas los días 29 de julio y 5 de agosto de 2024.
Finalmente, ante la insistencia y –creo– el estado público que tomó dicha noticia, el pasado jueves 15 de agosto el Banco Central contestó a mis tres pedidos de acceso a la información pública. Lo hizo en una resolución donde se concluye, en los términos del artículo 8, inciso B y C de la ley 27.275 de Derecho de Acceso a la Información Pública, en “declarar la reserva total de las informaciones pretendidas en las solicitudes de acceso a la información pública formuladas por el Sr. Sergio Omar Palazzo, los días 15/07/24, 290/07/24 y 5/08/24”.
Entre los fundamentos que las autoridades competentes aluden para denegar mi pedido, expresan que “cualquier dato vinculado a la ubicación geográfica… podrá poner en peligro la seguridad de estos activos, con su consecuente impacto en el respaldo de la política monetaria y cambiaria implementada, el respaldo de los depósitos y la seguridad del Sistema Financiero o Bancario”.
Ante semejante laberinto de incógnitas, falsedades y secretismos por parte de un gobierno que, tal y como lo viene demostrando desde el día en que asumió, no quiere que nadie le pregunte nada y que por consiguiente no está dispuesto a dar cuenta de sus actos públicos, se nos abre un abanico de preguntas sin respuestas que dejan sembradas las semillas de las dudas respecto de a dónde y para qué se llevaron el oro de nuestro país.
Muchas son las hipótesis o los trascendidos respecto del destino y el uso que se le quiere o pudo habérsele dado al oro, pero ante la falta de respuestas concretas tiendo a creer en aquella vieja frase que se le adjudica a Nicolás Maquiavelo y que, como un mantra, dice: “Piensa mal y acertarás”.
Dicho esto, debo recalcar que la contestación de las autoridades del BCRA y su denegatoria resultan nulas, ya que en la resolución que da respuesta a los tres pedidos no se mencionan ni se discriminan los puntos requeridos por mí.
Por otra parte, me gustaría resaltar la curiosa lógica libertaria, donde anuncia que las libertades deben ser para todos por igual, pero que, en este caso, como en la mayoría de los actos de este gobierno, no sucede. A mí sí se me negó la información requerida, pero el ciudadano y ministro de Economía tuvo la suerte de haber obtenido dicha información, ya que a los días de que nos preguntáramos, desde nuestras redes sociales, si se estaban llevando el oro del Banco Central, el precitado ministro Caputo tuvo que reconocerlo, muy suelto de cuerpo y sin siquiera ponerse colorado en medio de un programa televisivo.
Tanto secretismo y tanta falta de respuestas no hacen otra cosa que abonar la idea (más propiamente: convicción) de que al oro se lo llevaron, que no nos quieren decir qué están haciendo o qué piensan hacer con él y que, una vez más, los integrantes de un gobierno que se autoproclama libertario, no quieren y no permiten que los ciudadanos se enteren de sus actos de administración o, más bien, de su inocultable desgobierno.
Se pretende así ignorar, olímpicamente y con señalada mendacidad, que las reservas de oro de un país significan solidez para sostener su moneda. Se está perpetrando un acto que no es buena señal para el duro contexto actual de nuestro país, en el que necesitamos entendimiento y claridad, requiriéndose actitudes que estén lejanas del agravio y el insulto personal, que jamás podrán violentar los límites del decoro y el debido respeto. Por tanto, contemplamos con indiscutible pena y disgusto que en la red X, también sobre esta cuestión, esos límites han sido flagrantemente sobrepasados y han sido utilizados los recursos de la mencionada red social para injuriar y menospreciar a una senadora y a un senador, ambos de la Nación, rebajando el imprescindible debate político a una pelea de la más baja estofa (ver Cruce en X por el oro. Entre Juliana Di Tullio y Luis Caputo).
Entiendo crucial, imperioso, si es que seguimos aspirando a un futuro auténticamente mejor, o más aún, si aspiramos a tener un futuro, meditar detenidamente sobre el lamentable y doloroso presente de nuestra Argentina y de su pueblo, modificando conductas y bandazos que claramente nos alejan de la supuesta prosperidad del porvenir que presume el gobierno en ejercicio y que, por su pertinacia en tomar por caminos probadamente errados, nunca pasará de ser una impiadosa fantasía que siempre irrogará patentes beneficios a una pequeña minoría de privilegiados y oportunistas de ocasión en tanto el pueblo se desangra por obra de la miseria y atraso en el que aquella minoría, sus cómplices, sus sirvientes y sus adláteres perversamente lo han sumido.
Por Sergio Palazzo * El autor es secretario general de la Asociación Bancaria a nivel nacional y diputado nacional.