¿Puede la IA ser el nuevo Napster? «Destrucción creativa» en la industria de la música

Actualidad18 de julio de 2024
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La industria de la música ha logrado revertir la lenta y agónica caída de ingresos de la década de 2010, y en los últimos años ha vuelto a crecer. De hecho, Goldman Sachs estima que a finales de esta década habrá duplicado su volumen de mercado. Detrás de este resurgir se encuentra el streaming, que no solo ha traído un cambio radical en cómo se crea, distribuye y consume la música, sino que además ha convertido las canciones en un activo financiero. Prueba de ello es que hay fondos de inversión que están adquiriendo catálogos enteros en busca de una fuente de ingresos recurrentes y estables. Cada vez que alguien escucha una canción en plataformas como Spotify o Apple Music, es probable que suene el tintineo de una moneda entrando en las arcas de fondos como BlackRock o KKR.

Desde un punto de vista económico, la música ha pasado a ser una buena inversión. Su propiedad intelectual puede explotarse de muchas formas, desde cobros por licencia de uso para cine, televisión, videojuegos y publicidad, hasta los royalties que genera su reproducción en plataformas digitales y redes sociales.

La IA generativa cuestiona esta fuente de ingresos y abre nuevos modelos de negocio, afectando a cada actor de la cadena de valor de manera diferente:

Los músicos y compositores demandan un uso responsable de la IA generativa.  El pasado mes de abril, más de 200 músicos y compositores, agrupados en la asociación Artist Rights Alliance, firmaron una carta abierta titulada «Dejad de devaluar la música». En esta carta, solicitan un uso responsable de la IA generativa, aclarando que no se oponen a ella cuando se utiliza como herramienta para estimular la creatividad. Sin embargo, exigen que no se utilice para reemplazarlos y que, cuando se beneficie de su trabajo, se les compense adecuadamente.
Los sellos discográficos plantean una batalla legal mientras buscan alternativas viables. De momento, Sony Music, Warner y Universal están adoptando una respuesta coordinada. De hecho, están llevando a cabo la misma estrategia que utilizaron cuando Napster los desafió, poniéndolos contra las cuerdas, en los años 2000. Por un lado, van a defender sus derechos de propiedad intelectual en los tribunales con un aluvión de demandas, mientras que en paralelo buscan ofrecer alternativas a los nuevos entrantes que puedan monetizar.
Los gigantes tecnológicos buscan colaborar con las discográficas. Durante los últimos años se ha producido un acercamiento entre las tecnológicas y la industria de la música buscando formas de colaboración. Un ejemplo es YouTube, que trabaja con las discográficas para persuadir a los artistas a que formen parte de una herramienta llamada Dream Track, diseñada para generar videoclips. La idea es obtener el consentimiento, pagándoles por adelantado, para que sus canciones alimenten a los modelos de IA. Por el momento, una decena de músicos han participado en la fase de prueba, ahora esperan que se unan más tras su lanzamiento comercial, algo que es inminente.
Las plataformas de streaming se mueven con cautela. Daniel Ek, fundador de Spotify, rara vez se pronuncia en los medios, pero tuvo que hacerlo para clarificar su postura respecto a la creación de canciones utilizando IA. En una entrevista con la BBC, declaró que no prohibirá la publicación de canciones creadas con esta tecnología. Sin embargo, distinguió entre los casos en los que un artista utiliza la IA para mejorar una canción, lo cual es aceptable, y aquellos en los que se emplea para imitar a un artista que no lo es. Pero, la mayoría de las veces esta distinción no está clara. Por ejemplo, ¿qué sucede cuando una canción creada por IA muestra claras influencias de artistas existentes, pero no pretende ser una imitación directa de ellos? Habrá que esperar a que la regulación facilite una respuesta.
Los disruptores quieren democratizar la creación de música. En el mercado han surgido distintas startups que traen nuevas ideas. Las más populares son Suno y Udio. Estas buscan democratizar la capacidad de crear canciones y extenderla a cualquiera que se lo proponga, y no reemplazar a los músicos profesionales. De hecho, creen que estos pueden beneficiarse al tener un público que interactúa de nuevas formas con la música. Uno de los cofundadores de Suno, Mikey Shulman, declaró en la revista Rolling Stone que “si tienes una canción en la cabeza, ahora puedes crearla sin necesidad de saber tocar un instrumento”. Lo que estos innovadores buscan es cambiar cómo experimentamos la música, quieren que dejemos de ser consumidores pasivos.
De momento, los incumbentes de la industria están logrado controlar el riesgo que supone una adopción descontrolada de la IA generativa. Esto es posible gracias a que el mercado está muy concentrado. Aunque la digitalización prometía diversificar la oferta musical dando mayores oportunidades al “long tail” de artistas, la realidad es que la mayor parte de los ingresos sigue yendo a parar a las discográficas que conservan mucho poder y recursos. Recientemente, a través de una asociación (RIAA) han demandado a Suno y Udio por infringir la ley de propiedad intelectual. Reclaman 150.000 dólares en concepto de derechos de autor. Sin embargo, el resultado de esta ofensiva legal es incierto, ya que aplica la controvertida doctrina de un uso justo, legítimo o razonable. Los medios de comunicación, como el New York Times, se han adelantado y hace meses que interpusieron una demanda, en este caso a OpenAI.

La amenaza de un uso inadecuado de la IA generativa ha llegado antes a otras industrias creativas que a la música. Este retraso se debe a que aplicar esta inteligencia para crear canciones es técnicamente más complejo que hacerlo para generar texto o imágenes. La música es un flujo continuo de datos en el que suenan simultáneamente múltiples voces e instrumentos. Trocear toda esta información y luego reconstruirla es complicado. Además, tampoco es fácil aprender de los errores. A diferencia de un texto, cuya calidad se puede evaluar con mayor precisión, la música es más una cuestión de gusto. A pesar de estas dificultades, durante el último año se han producido avances significativos y ahora las nuevas startups están listas para iniciar una “destrucción creativa” de la industria. Una vez más, el negocio de la música se convierte en un laboratorio de experimentación para la economía. El mercado ya no estará dividido entre creadores y consumidores. Ahora, cualquiera puede crear una canción, y esto lo cambia todo. Nuevos usos que aún no alcanzamos a concebir están esperando a esta industria a la vuelta de la esquina. La disrupción ya está en marcha.

Nota:retinatendencias.com

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