La economía de la crueldad

Actualidad02 de julio de 2024
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A casi 7 meses del inicio de este experimento político que sacude al país, es hora de hacer un balance de sus resultados dejando de lado los gritos, tuits e insultos que se lanzan para distraernos. Si bien aquí me voy a centrar en los resultados económicos y sociales del programa de Milei, tengo plena consciencia de que este gobierno está provocando un profundo daño que desborda la esfera económica: las ideas que promueve el presidente ponen en riesgo el federalismo, los derechos sociales, la industria y la soberanía nacional.

Formulada esta aclaración, examinemos los resultados de la gestión de Javier Milei en el terreno donde, según él sostiene, le darían un premio Nobel: la economía.

En el amplio espectro de indicadores que exhibe la catástrofe social, laboral y productiva, se destaca uno que ilustra la magnitud del daño y la dirección en la que supuestamente “avanza” el país. Se trata de un auténtico récord, sin antecedentes. A Milei le alcanzaron unos pocos meses para aumentar la desigualdad como nunca antes había ocurrido. Esto significa que, más allá de la contracción económica, la riqueza que se genera cambió de manos, y como era de esperar, algunos ganaron mientras otros perdieron. Gracias a Milei, los ricos son más ricos y los pobres son más pobres. Y los sectores medios están en caída libre.

Si bien cada vez son menos los que se preguntan “¿y si le sale bien?”, va quedando claro que el modelo de Milei está haciendo estragos a una velocidad inédita. Las causas del fracaso son invisibles para un presidente cegado por el fanatismo que se profesa a sí mismo. Repasemos entonces las razones por las que este modelo produce los resultados catastróficos que estamos observando.

manuel-terradez-el-porcentaje-de-apoyo-de-javier-milei-esta-casi-intacto-1827296El presidente Javier Milei

A los pocos días de asumir, Milei produjo la devaluación deliberada más grande de nuestra historia: un 118%, que estuvo acompañada de una desregulación por decreto de los sectores concentrados de la economía. El resultado fue un fogonazo inflacionario que destruyó el poder de compra de los ingresos. Como se redujeron dramáticamente los salarios y las jubilaciones, se desplomó el consumo. La caída de las ventas desencadenó, por supuesto, una reducción de la producción ocasionando cierres, suspensiones, despidos en el sector privado y, por tanto, un aumento del desempleo. A su vez, el ajuste fiscal aplicado a la inversión pública y los despidos en el estado nacional profundizaron la recesión. La inversión privada, por su parte, también se desplomó porque no hay nadie, lógicamente, que quiera expandir la producción si no hay quien compre. La única inversión viable en este esquema de destrucción del mercado interno es la que se dedica a extraer recursos naturales para colocarlos en el exterior, sin dejar nada para el país. Ese es el objetivo del régimen recientemente aprobado (RIGI).

La economía entró de este modo en un círculo vicioso, porque el desempleo deprime aún más el consumo generando en una segunda vuelta menos ventas, menos producción y más desempleo. A este mecanismo los economistas lo llaman “multiplicador”, que funciona tanto para explicar los mecanismos del crecimiento como también para explicar la caída. Claro que, para la escuela austríaca y para sus modelos de equilibrio general, todo lo que hoy vemos y vivimos nunca jamás debería pasar. Para Milei, todo lo que no tiene lugar en su modelo teórico directamente no ocurre en la realidad, aunque se trate de lo que está viviendo la Argentina todos los días.

Exhibiendo un inquietante sadismo, Milei se enorgullece por su ajuste, que, según él, es el más profundo de la historia universal. Sostiene, además, que en las elecciones la sociedad votó para que se haga este ajuste, pero eso es mentira. En campaña, Milei presentó a su ajuste como una lucha contra los privilegios, pero jamás aclaró que la motosierra se usaría para recortar salvajemente jubilaciones, empleos, ingresos y derechos.

Repasemos lo que Milei niega, esto es, la realidad: el ajuste fiscal no fue contra la política, sino que un 35% recayó en los haberes de los jubilados, un 23% en la obra pública interrumpida, un 13% en los aumentos tarifarios, un 7% en los incumplimientos con las provincias y un 7% en los diversos programas sociales, alimentarios y de medicamentos. Estos rubros explican un 85% del “ahorro” de Milei. La suspensión de la obra pública, además de dejar al país sin rutas, sin viviendas, sin cloacas, sin la infraestructura que tanto se necesita, arroja al desempleo a miles y miles de trabajadores.

Los datos económicos son todos desastrosos. En los meses de Milei, los salarios cayeron un 20% y las jubilaciones un 14%. Como se dijo, la brutal reducción de los ingresos afectó el consumo: según el INDEC, en abril hubo un 18% menos de compras en supermercados y un 24% menos en shoppings respecto al año pasado. Como se ve, el ajuste de Milei no lo paga “la casta”, sino los que menos tienen, la clase media y los trabajadores. Los últimos datos oficiales muestran que los ingresos de los deciles más pobres cayeron 33% en términos reales. Es decir, los que poco tenían perdieron un tercio de lo que tenían. Y según las últimas estadísticas, la desigualdad creció ferozmente y el índice de Gini (que mide la desigualdad) retrocedió a niveles de hace 16 años. Estimaciones privadas en base a estos datos ubican la pobreza en 55,7% para el primer trimestre del año (fue de 38,7% el año pasado) y la indigencia en 18,3% (contra un 8,9%). Otro récord histórico, digno de la creación de un nuevo premio: el anti-nobel.

“¿Y si le sale bien?”, preguntaban algunos esperanzados. Está saliendo mal, muy mal, lamentablemente: el último dato de la producción nacional muestra una caída de 5,5% del PIB en el primer trimestre respecto del mismo periodo del año pasado. Y esa profunda recesión se refleja en un salto en la desocupación: el último informe de desempleo muestra que pasó del 5,7% a fin de año a 7,7% en el primer trimestre. El año pasado para esta misma fecha era de 6,9%. Naturalmente, el industricidio que desencadenó Milei golpea con más dureza en la principal provincia productiva e industrial de Argentina: nuestra Provincia de Buenos Aires. Desde que llegó Milei, 155.000 bonaerenses cayeron en la desesperación del desempleo.

En síntesis, mientras el presidente festeja éxitos imaginarios, se empiezan a ver los resultados de su plan de destrucción del Estado: más privilegios para pocos y menos derechos para muchos. Su confesado propósito de “destruir el Estado desde adentro”, además de bordear la inconstitucionalidad, es totalmente inoportuno: el contexto mundial lleva a los dirigentes políticos de las más diversas orientaciones a proponer un Estado que proteja a sus pueblos. Como señaló el papa Francisco, en esta etapa de la historia, “el Estado es más necesario que nunca”.

En definitiva, y como era previsible, el plan anarcocapitalista está fracasando. Y va a continuar así en la medida en que no se cambien las políticas de reducción de los ingresos, apertura importadora, desregulación de los monopolios, tarifazos y absoluta desprotección de los sectores medios y populares.

En este oscuro panorama, existen señales más optimistas. Un sector importante de la sociedad está dispuesto a defenderse. En estos meses, los sindicatos, el movimientos feminista, las organizaciones de derechos humanos, los científicos, el movimiento estudiantil, los artistas y los movimientos sociales salieron a la calle a reclamar por sus derechos.

En este marco, como gobierno de la provincia más grande del país y como principal fuerza política de la oposición, tenemos dos tareas: crear un escudo y una red para proteger los derechos que el presidente se propone disolver, atenuando el daño social que causan las políticas y el abandono de sus obligaciones por parte del Gobierno Nacional. Y, al mismo tiempo, debemos reinventar junto a las fuerzas populares y democráticas de la Argentina, una alternativa que en el futuro permita revertir la destrucción en curso, y poner al país en el camino del desarrollo y la inclusión. No nos vamos a desmoralizar ni vamos a bajar los brazos; vamos a organizarnos para luchar por el proyecto de país que nuestro pueblo merece.

 

Por Axel Kicillof * Gobernador de la provincia de Buenos Aires / Perfil

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