La fragilidad del populismo

Actualidad 03 de junio de 2024
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Robert Tucker, en un trabajo sobre el liderazgo carismático que forma parte de un ensayo colectivo titulado Estudios sobre liderismo (FCE, 1976), considera que no existe ningún consenso sobre el valor científico y la aplicación precisa del concepto de “liderazgo carismático” y que por consiguiente resulta difícil distinguir entre los líderes realmente carismáticos y los que no lo son. En general, esta es una información que se obtiene ex post, cuando ha transcurrido un cierto tiempo y ya es posible hacer un balance de éxitos y fracasos. Los casos de líderes cuyo carisma ha sido reconocido se registra históricamente cuando ya adquirieron prestigio y es muy difícil verificarlo antes. De modo que los que se precipitan a considerar que el liderazgo de Javier Milei es “carismático” pueden llevarse un chasco en un brevísimo período de tiempo.

Tucker señala que es habitual que estos movimientos surjan en épocas en las que una serie de desgracias afecta a la sociedad. Utiliza la expresión “carisma situacional” para referirse a los casos en que una personalidad no necesariamente mesiánica suscita una reacción carismática simplemente porque ofrece, en un momento de profunda desazón, un programa de salvación. Es comprensible que, cuando surge un líder que proclama en forma persuasiva que está en condiciones de dominar la situación y resolver los problemas que agobian a los ciudadanos, sean muchos los que respondan al llamamiento del salvador. En el caso de surgimiento de líderes que afirman representar los intereses de todo el pueblo frente a la “casta” política, su representación se adquiere cuando la sociedad ha perdido confianza en el sistema político y se ha alejado de los partidos tradicionales. La incertidumbre frente a situaciones de pérdidas de recursos materiales o de expectativas sobre un mejoramiento futuro provocan estados de ansiedad existencial que favorecen el depósito de esperanzas en la primera tabla de salvación que aparece en el horizonte. En la medida en que los campos de la religión y la política se penetran mutuamente, la emoción religiosa se traslada al campo político con facilidad cuando se busca desesperadamente una luz de esperanza. La diferencia es que los líderes religiosos siempre tuvieron la perspicacia de ofrecer la salvación en un más allá de la muerte, mientras que los líderes que se postulan para resolver problemas concretos y actuales están obligados a brindar pruebas visibles de su éxito en períodos terrenales de tiempo.

Un político improvisado

Como ha reconocido Guillermo Francos, el Presidente Javier Milei lo eligió nuevo jefe del Gabinete, “porque la política argentina se le hace complicada, no la entiende”. Esto explicaría el motivo por el que Milei no participaba de las reuniones de Gabinete a pesar de que se hacían a pocos metros de su despacho, o que estas reuniones fueran encabezadas por la secretaria de Estado, Karina Milei, o que el Presidente dispusiera de una hora todas las mañanas para ir a conversar con sus “cinco” perros. No es una contradicción menor que una persona de estas características se postule como líder mundial, haciendo turismo internacional para repetir en sus encuentros internacionales frases estereotipadas y radicalmente falaces. Tampoco que el Presidente, forzado por sus limitaciones cognitivas con relación al hacer político, designe a un genuino representante de la casta política a pesar de haberle declarado la guerra. Según el diario El País, “la destitución del ministro que coordinaba su gobierno supone el reconocimiento de los meses perdidos por el Presidente argentino”. Este mismo Presidente se ofrece para llevar a cabo una profunda revolución conservadora, regresando a los parámetros institucionales del siglo XIX, sin contar con un partido político organizado que lo respalde y con una mínima representación en ambas cámaras del Congreso. Con estos mimbres es difícil que alguien pueda construir un cesto.

Un ejemplo notorio de la fragilidad de los nuevos populismos lo ofrece Italia, el país donde se conformó el Movimiento 5 Estrellas (Movimento 5 Stelle, M5S), surgido en el año 2009 luego de que dos periodistas publicaran La Casta, un libro relatando las miserias de la clase política italiana que vendió más de un millón de ejemplares. Beppe Grillo, un cómico que había alcanzado altas cotas de popularidad en la televisión italiana, convocó a un acto de protesta que denominó Vaffanculo Day en la Piazza Maggiore de Bolonia. Se recogieron más de 300.000 firmas para la iniciativa “parlamento limpio”, que establecía que ningún diputado, entre otras cosas, debía cumplir más de dos mandatos. En febrero de 2013, el M5S obtuvo nueve millones de votos, el 25% de los sufragios, y se convirtió en el partido más votado de Italia. Los periodistas italianos pronto descubrirían que escribir un artículo crítico sobre el M5S los exponía a recibir una oleada de insultos desde las redes sociales. Luego de una serie de avatares políticos, en los que se hicieron alianzas con partidos de derecha y de izquierda que sería largo relatar, en las últimas elecciones italianas, celebradas en septiembre de 2022, el M5S obtuvo poco más de cuatro millones de votos (15% del electorado) y pasó a ser el tercer partido de Italia, quedando fuera del gobierno y con perspectivas de convertirse en una fuerza irrelevante.

La política de shock

En recientes declaraciones, el ex ministro de Relaciones Exteriores de México, Jorge Castañeda, auguró el inevitable fracaso de la política de shock implementada por Milei. Se basa simplemente en el dato histórico de que esto ya se intentó en otras ocasiones en numerosos países de América Latina y de la antigua Unión Soviética, y siempre fracasó. “En general no funciona. Se puede reducir la inflación en el corto plazo. Pero si hay una deuda externa excesiva —y claramente es el caso de la Argentina—, el peso de la deuda impide crecer, aun con una disminución sensible de la inflación. Además, en general, las protestas de la calle suelen detener estos proyectos a medio camino. De esa manera, el país se queda en el peor de los mundos: ni con una política de gasto inflacionaria, pero con crecimiento, ni con una política sin inflación, pero con crecimiento. Se queda con algo de inflación y cero crecimiento. Y eso ha pasado en muchos países, no es nuevo. Este proyecto de Milei es más estridente, más histriónico que otros. Pero no es para nada nuevo en la América Latina en los últimos 40 años”.

Los abusos retóricos

Según Max Weber, cuando un líder se considera legitimado para llevar a cabo una obra revolucionaria porque simplemente ha obtenido una circunstancial mayoría electoral, la política se transforma en una labor ganada por la retórica. En el caso de Milei, la mayoría electoral ha sido fruto de aplicar las reglas del balotaje, que, si bien en lo formal otorgan una incuestionable legitimidad de origen, trasladadas al plano del respaldo político real, ofrecen una suerte de engañoso espejismo. Esto explica el grado de histrionismo del personaje que como un malabarista que sostiene varios platos giratorios, debe mantener la atención de un público entretenido. El formato de las redes sociales se presta a crear burbujas cognitivas entre los partidarios y contribuyen al aumento de la polarización afectiva. Pero este escenario teatral no deja de ser sumamente endeble y el espectáculo no puede durar eternamente. En algún momento los espectadores se revuelven incómodos en sus butacas y exigen resultados. De modo que esas expectativas no se pueden satisfacer con meros dibujos contables realizados por spin doctors, y tienen que tornarse visibles y concretas para que la situación no se vuelva incontrolable en un breve período de tiempo.

La sobre-dramatización de los conflictos políticos se utiliza y se ha utilizado frecuentemente para disimular los fracasos de la gestión y hacer un llamado de filas alrededor del líder mesiánico. Al interpretar las diferencias políticas como fruto de un enfrentamiento bíblico entre el bien y el mal, lo que se consigue es reforzar una visión atrofiada de la realidad, impidiendo corregir los errores inevitables en cualquier acción de gobierno. Pero esos materiales son demasiado frágiles. La Argentina necesita abordar los problemas que la afectan desde una visión asentada en la realidad económica y social. La tarea más relevante consiste en la construcción de un Estado moderno, eficiente, inteligente, sostenido por funcionarios designados a través de procedimientos objetivos basados en sus cualidades acreditadas, evitando toda forma de clientelismo. Ese Estado debe cumplir con una función reguladora indelegable para garantizar que en el mercado no se produzcan posiciones dominantes y se garantice una libre competencia que dé lugar a la formación de empresas técnicamente modernas y eficientes, que puedan penetrar en los mercados internacionales. Ese Estado moderno no puede ser otro que un Estado del bienestar, es decir, un Estado que ofrezca también bienes públicos como la educación, la salud y la previsión social, en condiciones de calidad. Cualquier pretensión de hacer del Estado una entidad irrelevante, como plantea Milei, es una pérdida de tiempo por ser inaplicable socialmente en nuestro país. Más vale dedicar los esfuerzos a definir un proyecto nacional en el que participen todas las fuerzas políticas que reivindican el rol central del Estado. Es posible pensar que la distopía de destruir el Estado tenga como paradójico y deseable resultado el encuentro de todos los que están dispuestos a abordar su reforma para salvarlo.

 

 Por Aleardo Laria Rajneri / El Cohete

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