Occidentalismo y diplomacia virtual

Actualidad 05 de abril de 2024
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¿Qué importancia tiene la ideología en la definición de la política exterior? La ideología no es un motor directo de la política exterior, sino que opera en tres niveles distintos: en primer lugar, influyendo en las cosmovisiones que ayudan a comprender el mundo que nos rodea; en segundo lugar, estableciendo una hoja de ruta para los responsables de la toma de decisiones, y, por último, ofreciendo justificaciones para acciones concretas. 

En este sentido, el pensamiento internacional de la derecha argentina encuentra dos tradiciones diferentes: la derecha nacionalista y la derecha liberal. Los antecedentes de la primera, que cultiva valores cristianos, se remontan al nacionalismo hispanista que intentó resistir la democratización durante los primeros años del gobierno de Raúl Alfonsín. La segunda, presente desde la creación del Estado nacional, fue una novedad del gobierno menemista, continuada con algunos matices por Mauricio Macri.  

Sin embargo, con el triunfo de Milei nos encontramos con que la frontera entre ambas tradiciones se está desdibujando. Milei ha incorporado a su programa neoliberal elementos propios de la derecha nacionalista, que se creía anacrónica. Se trata de una corriente que hunde sus raíces en la década del 20, cuando adopta rasgos esencialmente aristocráticos y católicos, de admiración hacia los regímenes autoritarios, particularmente el fascismo y el franquismo, que comenzaban a ascender en Europa, lo que decantó más tarde en el hispanismo. La tradición nacionalista rechazó siempre la ampliación de derechos como una invitación a la revolución socialista, dando lugar a un profundo anticomunismo y a las denuncias conspirativas. Algunas de estas ideas forman hoy parte de los discursos del Presidente en el marco de su batalla cultural. 

Cuando ya creíamos que el comunismo era un concepto obsoleto, propio del período de entreguerras o de la oposición “comunismo o libertad” de la Guerra Fría, vemos que regresa. La idea de un “marxismo cultural”, que nace en la década del 30, fue actualizada por el conservadurismo cultural y llevada al mainstream político por Pat Buchanan y William Lind a fines de la década del 80. Intelectual de enorme influencia en Estados Unidos, ex asesor de Nixon y Reagan, Buchanan ha incidido en ideólogos como Steve Bannon y Olavo de Carvalho y, a través de ellos, en Trump y Bolsonaro. La idea de un marxismo cultural (el “Gramsci Kultural”, como lo llama Milei) crea un adversario comunista omnipresente: en la educación pública, en los medios, en la cultura popular, en la administración e incluso en la arena internacional y en algunos de sus organismos y agendas. Apelando a este “marxismo cultural globalista”, Milei rechaza la ideología de género, los pueblos originarios, la ecología y el lenguaje inclusivo, a los que acusa de “destruir los valores de la sociedad”.

Estas manifestaciones conservadoras se articulan con un neoliberalismo ortodoxo al que habría que sumar, finalmente, el toque anarcocapitalista, lo que muestra el carácter polisémico de la cosmovisión de Milei. El Presidente mezcla tradiciones y les agrega componentes propios. Este blend da lugar a un occidentalismo rígido a tono con el clima internacional de época. A través de un análisis parcializado de las tendencias del orden internacional actual, Milei conduce sus vínculos externos con una visión guiada por la ideología, en donde el pragmatismo pasa a un segundo plano. 

Esta sobreideologización se reflejó el mismo día de su asunción en el protocolo de la ceremonia. Además de un puñado de jefes de Estado, como el presidente de Ucrania Volodimir Zelenski y el primer ministro húngaro Víktor Orban, hubo también dos presencias más confusas: Jair Bolsonaro y Santiago Abascal, el líder de Vox, que ocuparon sitios tradicionalmente reservados a representantes estatales. Si el recuento de jefes de Estado ofrecía pistas en cuanto a los lineamientos generales de la política exterior de Milei, la presencia de dos dirigentes del universo de la extrema derecha sin cargos ejecutivos sugiere la convivencia de una dimensión formal y otra puramente ideológica que está llamada a abrir frentes de conflicto. Por caso, la invitación a Bolsonaro provocó el primer roce con Lula, que decidió no asistir y envió como representante a su canciller, Mauro Vieira.

Diplomacia virtual 

Esta sobreideologización es una de las características más originales de la política exterior del nuevo gobierno. La segunda es la construcción de una realidad virtual por la que pasan muchas cuestiones de política exterior: una diplomacia virtual. Las redes sociales son el escenario principal de actuación tanto del Presidente como de su canciller, Diana Mondino, lo que marca una diferencia con la forma en la que todos los gobiernos anteriores pensaron la diplomacia. Ambas características –sobreideologización y diplomacia virtual– no pueden ser leídas por separado. El discurso sobreideologizado en las redes construye una realidad alternativa en clave dicotómica, en donde hay buenos y malos, comunistas y capitalistas, al mejor estilo del “espíritu de las cruzadas” (1). Es a partir de esta realidad alternativa que se toman las decisiones de política externa y se actúa. 

El peso de las redes sociales en la comunicación de la política exterior es notable. La página web oficial del Ministerio de Relaciones Exteriores no difunde casi información, por lo que los movimientos de la canciller deben ser rastreados en su cuenta de X, en sintonía con el uso que hace Milei de las redes como territorio político y como vía de comunicación sin intermediaciones con su núcleo duro. Los posteos de Mondino alternan posiciones oficiales de la Cancillería con declaraciones más personales, que luego pueden ser matizadas. De esta forma, se construye una narrativa de fuerte impacto inicial, más allá de las contramarchas o los desmentidos posteriores. Lo mismo sucede con Milei. Su planteo de que “el calentamiento global es otra de las mentiras del socialismo”, por ejemplo, fue desmentido luego con su viaje a la Antártida, donde inauguró un proyecto ambiental, operación convenientemente difundida a fin de alejar las prevenciones de la Unión Europea, que ya había comenzado a hacer circular su preocupación por la posición del nuevo gobierno respecto de este tema. 

En relación a la cuestión Malvinas, Mondino difundió una foto con el canciller inglés, David Cameron, con el texto “Poniendo las cosas en su lugar”, una forma de reforzar la línea tradicional de la diplomacia argentina. Pero luego declaró ante un medio inglés que estaba a favor de respetar los derechos de los isleños. En el mismo sentido, Milei declaró, luego de una reunión con Cameron en Davos, que habían hablado de Malvinas, lo que fue desmentido por el Foreign Office. 

Lo importante, en todos los casos, es el peso de las “ideas fuerza” de los principales actores de la política exterior presentadas en las redes sociales para su base social. Las contramarchas, que vienen después, quedan en un segundo plano.   

BRICS y China 

Pero no se trata solo de declaraciones y tuits. La decisión de no ingresar al BRICS está guiada por consideraciones ideológicas que reflejan una posición de rechazo hacia ciertas alianzas internacionales no occidentales. “No voy a impulsar un trato con comunistas”, había aclarado Milei en la campaña. Esta perspectiva, que podría interpretarse como un intento de reforzar el alineamiento con las potencias occidentales, no tiene en cuenta que el orden internacional atraviesa un proceso de pos occidentalización. 

En efecto, la decisión de no incorporarse al BRICS ignora las tendencias económicas y financieras actuales. Se trata de un bloque de países que registra tasas de crecimiento mayores a las de los integrantes del G-7 y que ha adquirido una influencia cada vez mayor en los asuntos internacionales. Fue a partir de la crisis financiera de 2008 y la declaración de Barack Obama de que el G-7 ya no representaba la realidad económica internacional que otros foros comenzaron a fortalecerse. Donald Trump dio un paso más, y declaró en su momento que el G-7 estaba obsoleto. En 2020, los integrantes del BRICS superaron, sumados en paridad de poder adquisitivo, a los del G-7, una brecha que se siguió ampliando en los últimos años.  

La incorporación al BRICS le hubiera podido ofrecer a Argentina acceso a mercados emergentes y mayor influencia geopolítica, entre otras ventajas. Pero, buscando un alineamiento con Washington, el gobierno de Milei soslayó que no hubo presiones por parte de la administración Biden con relación a la futura membresía argentina al grupo. Además, los BRICS disponen de una fuente de financiamiento alternativa al FMI, el Nuevo Banco de Desarrollo (NBD). El financiamiento, junto a la decisión de conceder el 30% de sus préstamos en las monedas de sus prestatarios y comerciar con monedas locales primero y digitales después, busca desdolarizar los intercambios entre los integrantes del grupo, algo que, en un momento de escasez de divisas, sería conveniente para Argentina. 

En paralelo, el gobierno de Milei manifestó su intención de ingresar a la OCDE y emitió varias señales de distanciamiento con China, decisiones que generan costos para nuestro país. A fines de enero comenzó formalmente el proceso de incorporación a la OCDE, que exige una serie de ajustes macroeconómicos. Aunque Milei ya está concretando un fuerte ajuste fiscal y monetario, las proyecciones de la organización prevén un empeoramiento de la situación económica que complicaría las chances de Argentina de sumarse como miembro. Resulta interesante señalar que Brasil está en proceso de adhesión a la OCDE y que, junto con China, India y Sudáfrica, es considerado un “socio clave”, lo que confirma que –más allá de los prejuicios– no había ninguna incompatibilidad entre la incorporación a ambos grupos.  

El alejamiento de China supone costos aun más elevados. Los coqueteos con Taiwán, una línea roja de Pekín, junto a las declaraciones agresivas, pueden llevar a una reducción de las inversiones e incluso a reclamos por incumplimiento de contratos y desfinanciación. Las cajas navideñas regaladas por Taiwán a un diputado libertario, un posteo con la leyenda “Taiwán está en el puesto número uno del índice de libertad económica. Un ejemplo para el mundo libre”, así como la reunión entre Mondino y la representante taiwanesa, empujan la relación a un precipicio diplomático. 

Por el momento, la paralización de la construcción de dos represas en Santa Cruz, que representaban la mayor inversión china fuera de su país, conllevó el despido de 1.800 trabajadores y la posible demanda por incumplimiento del contrato. Como si esto fuera poco, el pago del swap podría ejecutarse (fuentes diplomáticas chinas así lo hicieron saber). China podría reclamar la devolución del dinero del crédito para el proyecto del ferrocarril Belgrano Cargas. Si la relación se sigue tensando, China podría limitar incluso la compra de soja. Y aunque es cierto que Argentina podría reemplazar a China, no será sencillo hacerlo en el corto plazo debido al volumen de su mercado. Los especialistas coinciden en que la búsqueda de mercados alternativos probablemente haría caer el precio y que una triangulación de mercados también reduciría el valor de las exportaciones argentinas. 

Sucede que las relaciones políticas y diplomáticas son condición para que los vínculos económicos y comerciales fluyan. Los negocios privados internacionales no se sustentan sin un acuerdo político al más alto nivel. Pero también es obvio que estos acuerdos políticos pueden verse comprometidos si se tensa la cuerda del occidentalismo mediante el apego a un mapa mundial que dejó de existir treinta años atrás.

Brasil y Estados Unidos

En contraste con Milei, quien lo llamó “comunista” y “corrupto” e invitó a Bolsonaro a su jura, Lula ha sido mucho más cauteloso. La corrección política que generalmente primó en la relación entre ambos países –hasta alcanzar el status de relación estratégica–ya no existe. No se trata de “estar de acuerdo” en todos los aspectos, sino de respetar ciertos consensos. Por ejemplo, en diciembre pasado Brasil respaldó el crédito que el Banco de Desarrollo de América Latina y el Caribe (CAF) le dio a Argentina para que afronte el pago del vencimiento de capital con el FMI. El ministro de Economía y ex candidato presidencial del PT, Fernando Haddad, remarcó que el apoyo fue brindado “a pesar de las ofensas” de Milei. Sin embargo, hay contrapuntos muy marcados entre Lula y Milei respecto de los conflictos internacionales actuales: el Presidente argentino, por ejemplo, ofreció su apoyo total a Ucrania e Israel, mientras que Lula mantiene posiciones más equilibradas. Estos desacuerdos se profundizan si tenemos en cuenta la relación personal, que suele resultar de vital importancia para los vínculos diplomáticos: rompiendo una tradición, Milei no eligió Brasil como primer destino en el exterior y hasta ahora no hubo contacto personal entre los dos Presidentes.

En esta línea, Milei ha declarado que el Mercosur es un bloque innecesario que debería ser eliminado. El pecado original residiría en que la unión está basada en el comercio administrado por los Estados. En este aspecto, Mondino tiene una visión distinta a la del Presidente: entiende al Mercosur en un sentido más liberal que anarcocapitalista. Por eso propuso recuperar las negociaciones para eliminar barreras no arancelarias entre los miembros y suscribir Acuerdos de Complementación Económica con Chile, Bolivia, Colombia, Ecuador y Perú. Sin embargo, la negociación más relevante es el acuerdo con la Unión Europea. Para Milei, mantener relaciones con Europa Occidental es una prioridad, sin importar los costos que podría implicar. De esta manera, la Unión Europea se convierte en una especie de “federador externo”, promoviendo, por triangulación, el compromiso del Presidente argentino con la integración regional. 

Respecto de Estados Unidos, el gobierno de Milei ha dado varias señales de acercamiento. Sin embargo, a diferencia de los 90, cuando el alineamiento era general, hoy parece parcializado a favor de Trump, a la espera de su eventual triunfo en las elecciones presidenciales de noviembre. La identificación del Presidente argentino es correspondida por Trump. “Lo amo porque él ama a Trump. Cualquiera que me quiera, me agrada”, dijo en un mitin del Partido Republicano. Milei se sumó a la internacional reaccionaria representada en la Conferencia Política de Acción Conservadora (CPAC), la cumbre internacional más importante de las derechas, realizada en febrero pasado en Washington, de la que también participó Abascal. Más allá de las diferencias propias de cada contexto nacional, el objetivo es construir hegemonía en torno a una propuesta ideológica compartida (2) en base a la identificación de enemigos comunes: el globalismo, la perspectiva de género y los migrantes, entre otros. 

Esta incursión de Milei en la política interna de Estados Unidos no impidió una reunión con el secretario de Estado Antony Blinken, que manifestó el interés de Estados Unidos en el litio argentino y su satisfacción por el apoyo a Ucrania e Israel. De hecho, Milei eligió Israel como primera visita de Estado, para demostrar su respaldo al país en la guerra de Gaza y confirmar su intención de mudar la embajada argentina de Tel Aviv a Jerusalén (como hizo Trump en 2018). En este sentido, tanto Estados Unidos como Israel refuerzan la línea occidentalista y la noción ochentista de “mundo libre”. En la misma sintonía se encuentra la política de apoyo total a Ucrania, que incluye una futura visita de Milei a ese país, la firma de acuerdos de cooperación y la posibilidad de realizar una “Conferencia pro Ucrania” en Buenos Aires.

1. Véase Bernabé Malacalza, “El espíritu de las Cruzadas y el fin de la diplomacia”. Disponible en: https://www.clarin.com/opinion/espiritu-cruzadas-fin-diplomacia_0_86gtkPoP7Q.html

2. Steven Forti, “Las redes globales de la extrema derecha 2.0”. Disponible en: https://www.enorsai.com.ar/politica/34615-las-redes-globales-de-la-extrema-derecha-20.html

Por Gisela Pereyra Doval * Investigadora del CONICET y profesora de Problemática de las Relaciones Internacionales (UNR) / Le Monde Diplomatique

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