TikTok: cuando la solución aparentemente sencilla no es la correcta

Actualidad 22 de marzo de 2024
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Mi columna en Invertia de esta semana se titula «El dilema de Estados Unidos con TikTok», y trata de explicar lo que ocurre cuando un gobierno cree que el problema es que una red social esté en manos del gobierno de otro país, cuando la realidad es que el problema está en la propia esencia del funcionamiento de las redes sociales, sean de donde sean.

Que lo único que el Congreso de los Estados Unidos sea capaz de aprobar por casi total unanimidad durante toda una legislatura sea una ley, “Protecting Americans from Foreign Adversary Controlled Applications Act” (ver en Wikipedia), destinada a conminar a una compañía, ByteDance, a vender TikTok a alguna empresa norteamericana en el plazo de seis meses bajo la amenaza de prohibirla, refleja claramente que, como decía Henry Louis Mencken, «para cada problema complejo, existe una solución que es clara, simple y equivocada». Y que algunos congresistas se excusen ante sus millones de seguidores en TikTok por ello no arregla la cuestión.

Prohibir TikTok es una solución simple: lo han hecho ya países como Afganistán, India, Indonesia, Nepal, Pakistán y Somalia, además de otros como Australia, Canadá, Nueva Zelanda, la Unión Europea, el Reino Unido o Taiwan que han prohibido su instalación en dispositivos propiedad de sus gobiernos. Convencer a una serie de políticos para votar a favor de una prohibición esgrimiendo argumentos radicalizados que, en la práctica, son en muchos casos mentira es algo que expone la triste mediocridad de la política actual, pero no indaga en las razones por las cuales se pretende prohibir una red social que utilizan nada menos que 170 millones de norteamericanos.

No soy en absoluto sospechoso de defender a TikTok, una red cuya gestión me parece deleznable y capaz de lo peor. Pero si algo es evidente es que muchas de las afirmaciones que se hacen sobre ella son falsas: TikTok es una compañía norteamericana, radicada en Los Angeles y en Singapur, perteneciente en un 60% a inversores y fondos que nada tiene que ver con China, con otro 20% en manos de sus trabajadores (siete mil de los cuales son ciudadanos norteamericanos), y otro 20% que pertenece aún a su fundador. La compañía se rige por una junta directiva de cinco personas, tres de las cuales son estadounidenses, almacena los datos de sus usuarios en servidores que son propiedad de una empresa tan americana como Oracle, y está sujeta a la legislación de los Estados Unidos. Además, como muchas otras redes sociales, su uso está prohibido en China.

¿Es posible que el gobierno chino ejerza alguna influencia sobre TikTok? Podría ocurrir. El gobierno chino gestiona el país como si fuera una enorme corporación, y existen muchas manera de que pueda influenciar al fundador de la compañía. Pero eso no difiere mucho de lo que hacen los propios Estados Unidos: sabemos, por ejemplo, que la administración Trump aprobó un plan de la CIA para utilizar las redes sociales utilizadas en China para tratar de generar descontento entre la población con su gobierno, y lo sabemos porque está probado, no porque lo podamos suponer. ¿Sabemos que TikTok recolecta información sobre usuarios y periodistas norteamericanos y confecciona con ella mapas de influencia? Lo podemos suponer, sí… pero si alguien recolecta información sobre usuarios norteamericanos y la vende al mejor postor, incluidas las compañías chinas como Shein o Temu que son ahora sus principales anunciantes, no es precisamente TikTok, sino empresas norteamericanas como Meta o Google.

Sabemos además que tanto la compañía como el gobierno chino, que considera la propuesta de ley un robo a plena luz del día, van a tratar de resistirse de todas las maneras posibles a ella, lo que permite anticipar un largo proceso legal que seguramente ralentizaría cualquier decisión.

¿Qué va a ocurrir ahora? En primer lugar, la propuesta de ley tiene aún que superar el paso por el Senado, que podría ser algo más complicado, y por mucho que Joe Biden haya afirmado estar dispuesto a firmar esa ley, es perfectamente posible que nos plantemos a finales de año y no haya sido aprobada aún, lo que introduciría muchas incógnitas. Especialmente sabiendo que Donald Trump, que ya intentó en su momento prohibir TikTok o forzar su venta, es ahora un ferviente defensor de la compañía, en un intento de atraer a un voto joven cuyo poder ya pudo observar dolorosamente hace algún tiempo. Que ahora Donald Trump diga que «prohibir TikTok sería beneficiar a Meta, que es un enemigo del pueblo» resulta como mínimo curioso, pero por mucha alergia y sarpullido que me genere decirlo, tiene razón.

Y no solo lo digo yo: lo afirma también la Electronic Frontier Foundation (EFF), que afirma que lo que el gobierno de su país tiene que hacer no es prohibir TikTok ni dotarse de herramientas para la censura, sino proteger la privacidad de los ciudadanos norteamericanos frente a cualquier amenaza, venga de donde venga. Es decir, que el problema no es TikTok ni sus relaciones con China, sino una industria, la de las redes sociales, basada en la apropiación constante de la información y los datos personales de millones de norteamericanos, incluidos datos tan personales (y supuestamente protegidos) como sus preferencias políticas, sexuales o su estado de salud, y su venta al mejor postor. Promulgar leyes que protejan a los ciudadanos de semejante abuso constante afectaría no únicamente a TikTok, sino también a las compañías como Meta o Google que dan lugar a esa flagrante desprotección del ciudadano. Si quieres proteger al ciudadano, plantéate que tu enemigo no está en Beijing, sino en 1, Hackers Way, en Menlo Park (California).

Pero claro, eso incluiría no solo luchar contra los poderosísimos lobbies que apoyan a esas compañías y financian las campañas de los políticos norteamericanos, sino además, hacer que el gobierno del país dejase de tener acceso a una fuente de datos que sin duda utiliza para muchas cosas. No, decididamente el problema no es prohibir TikTok, sino cómo desmontar una aberración en la que están implicados demasiados intereses, incluidos los del gobierno norteamericano. ¿Proteger al ciudadano? Olvídalo, es simplemente una triste excusa.

Nota:www.enriquedans.com/

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