Gramsci y las fuerzas del cielo

Actualidad 12 de marzo de 2024
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Agustín Laje se ha convertido en una suerte de mesías para el pensamiento libertario. Referente de la autodefinida nueva derecha argentina, es presidente y fundador de la Fundación Libre, un think tank ultraconservador y acusado de presentar tintes homofóbicos, racistas y xenófobos, pero que ha sido varias veces ponderado por Javier Milei. Con una licenciatura en Ciencia Política de la Universidad Católica de Córdoba, una maestría en Filosofía de la Universidad de Navarra y un posgrado en Contraterrorismo en el Centro William Perry de la Universidad de Defensa de Washington, Laje se erige como una de las figuras centrales del firmamento mileiano gracias a una perfecta combinación de credenciales académicas con una particular cultura influencer, que tan bien ha sido desarrollada por los militantes de La Libertad Avanza.

Dueño de una aguda retórica confrontativa y una férrea dialéctica anticomunista, Laje pone a disposición de la revolución reaccionaria un universo de más de 2 millones de registrados en YouTube y más de 1 millón de seguidores en Instagram. Se trata de un ejército digital muy bien adiestrado para ofrecerle a la izquierda un serio desafío contrahegemónico.

A pesar de sus todavía jóvenes 35 años, este nuevo gurú del conservadorismo local ha logrado hilvanar una sucesión de éxitos editoriales que son consumidos por un público ávido de encontrar teorías que no inviten a la reflexión, sino que sirvan para la confirmación de opiniones sesgadas y previamente concebidas. Autor de una serie de polémicos ensayos, Laje ha provisto de una potente voz a la lucha contra lo que define como una hegemonía de izquierda. Hace una década sorprendió con Los mitos setentistas. Mentiras fundamentales sobre la década de los 70, luego siguió por ese camino de denuncia a lo que denomina como el status quo de la corrección política, con la edición de Cuando el relato es una farsa. La respuesta a la mentira kirchnerista, y más tarde publicó El libro negro de la nueva izquierda. Ideología de género o subversión cultural, que se convirtió en una verdadera biblia para la ultraderecha. El título elegido para cada una de sus obras, está visto, no presenta ningún grado de complejidad sobre el destino final que guiará la lectura.

Pero fue en La batalla cultural, donde mostró su mayor agudeza. Publicado a fines de 2022, en medio del repentino y sorprendente crecimiento del fenómeno de Milei, Laje se esfuerza en ese libro en advertir que “la cultura parece ser un tema de las izquierdas”, para luego enfatizar que el reto de la derecha es, precisamente, confrontar con esa hipótesis. En ese marco, advierte que si en la izquierda se “impulsan estrategias hegemónicas” que reivindican a filósofos como Antonio Gramsci, a escuelas como la de Fráncfort, a la microfísica del poder con Michel Foucault y a los “favores teóricos de Ernesto Laclau y Chantal Mouffe”, es necesario que la derecha replique esa estrategia para poder lograr un triunfo ideológico en ese mismo terreno en el cual la izquierda se sentía invulnerable. “Lo que pretendo, en resumen, es ofrecer una teoría sobre la batalla cultural, y mostrar por qué la cultura se ha vuelto central para la política –sostiene Laje–. Mi interés teórico no está al servicio de la mera teoría, sino de una práctica política que sirva a las derechas en general, y a lo que al final de este estudio llamo ‘Nueva Derecha’ en particular”.

Es interesante advertir que Laje argumenta en la teoría algo de lo Milei propone en la práctica: presentarle a la izquierda una batalla cultural por la hegemonía. Y ambos, Laje y Milei, priorizan esa disputa como la más importante, incluso anteponiéndola por encima de la discusión económica.

Laje advierte que la derecha debe dar una batalla cultural a la izquierda.

El concepto de hegemonía no fue formulado por Antonio Gramsci, sino que ya estaba presente en las reflexiones de socialistas soviéticos que habían participado de la Revolución Rusa de 1917. Sin embargo, fue el pensador italiano el primero en entender la hegemonía como un concepto clave para alterar el conjunto de mecanismos supraestructurales, principalmente del orden cultural, sobre los que descansa el orden político. En los párrafos más destacados de sus Cuadernos de la cárcel, Gramsci reflexionaba sobre las estrategias de la Primera Guerra Mundial, a través del estudio de “la guerra de trincheras”, centrándola como el aspecto principal de cada batalla. Y trasladó luego ese movimiento de “posición y maniobra”, para analizar y entender la política.

Gramsci sostenía que en la política occidental, la guerra de maniobra (el asalto) perdería relevancia frente a una compleja guerra de posición (trinchera), en la que el Estado no sería más que la construcción avanzada del conjunto de fortificaciones de la sociedad civil. En la filosofía gramsciana, la guerra de trincheras en términos políticos es la lucha por la hegemonía. Porque el poder del Estado, explicó Gramsci, no sólo se expresa por mecanismos coercitivos, sino que principalmente lo hace a través del consentimiento. Gramsci señalaba que si la izquierda quería implantar el socialismo, era necesario introducirlo desde la educación, la cultura y los medios de comunicación.

Aunque jamás pueda reconocerlo en público, lo cierto es que Milei sigue las reglas de Gramsci. Y así lo demostró esta semana en la apertura del ciclo lectivo en la propia escuela en la que estudió. Milei nunca había vuelto al Cardenall Copello desde que se recibió en 1988. Hasta esta semana, cuando dio un discurso en vivo y en directo para luchar por la hegemonía cultural de la Argentina.

“Lo políticamente correcto es socialista. Y hay mucha gente que es socialista sin saberlo. Por eso me paré en el Foro de Davos y les dije que eran todos unos ‘zurditos’ –respondió Milei a un estudiante interesado en saber por qué La Libertad Avanza había triunfado entre los jóvenes–. La rebelión natural debía ser liberal, estábamos tan contaminados de socialismo, teníamos tanto rojo encima que lo natural era la revolución liberal. Además, los jóvenes llevan menos tiempo expuestos al mecanismo de lavado de cerebro de la educación pública”. Parece paradójico, pero no lo es: el Presidente recurrió al adoctrinamiento en una escuela para denunciar el adoctrinamiento en las escuelas.

Luego de haber denostado a la educación pública, un concepto que la izquierda define como un baluarte fundamental de la cultura, Milei se constituyó también en defensa del patriarcado. Y lo hizo muy pocos días antes de su primer 8M en el Gobierno, el mismo día en el que clausuró el Salón de las Mujeres de la Casa Rosada. “Lo primero que hacen los inmorales de los políticos es financiarlo (el déficit) con deuda, lo cual es extremadamente inmoral. Lo que hacen los políticos es irse de fiesta y pasarles la factura a generaciones que ni siquiera nacieron, y a algunos que además intentan matar, que son los asesinos de los pañuelos verdes. En ese contexto, para mí el aborto es un asesinato agravado por el vínculo, y eso lo puedo demostrar desde una perspectiva matemática, filosófica, desde el liberalismo y además desde lo biológico”, agregó Milei, frente a los estudiantes y sin que nadie le haya pedido su opinión sobre la legalización de la interrupción voluntaria del embarazo.

Es que Milei utiliza a Gramsi para combatir a Gramsci. Porque, como propuso Laje, la nueva derecha debe inspirarse en la vieja izquierda. Y en eso Milei y Laje coinciden: las fuerzas del cielo ahora también luchan por la construcción de hegemonía.

Por Rodrigo Lloret / Perfil

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