El mito de la «Argentina potencia»

Historia 09 de febrero de 2024
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El presidente Javier Milei, en su reciente y controvertido mensaje en el Foro de Davos, evidenció un determinismo basado en su concepto de superioridad moral, pero agregando que, según su criterio, todo el mundo occidental vivió equivocado. Esta argumentación toma como base falsos datos que comprenderían desde el año ¡¡0 al 1800!!, es decir, inexistentes científicamente.
Recurrentemente en sus mensajes, especialmente en X, su red social favorita, Milei se refiere a que la aplicación a fondo de su programa liberal libertario es la única forma que podría recrear en el país el carácter «excepcional» del crecimiento económico del periodo signado por el modelo agroexportador, entre 1880 y 1930, ciclo al que reivindica como el de la «Argentina potencia».

Empero, como señala en sus profundas investigaciones de la historia económica, Mario Rapoport, para una discusión profunda sobre este proceso hay dos elementos ineludibles: la cuestión del crecimiento y la estructura de tenencia de la tierra y el desarrollo del mercado interno.
En cuanto al crecimiento económico, las cifras tomadas como válidas para aquel periodo están fundadas en el comparativo del PIB (producto interno bruto) y el ingreso per cápita, y esa relación no es suficiente para el análisis.

El PIB, sin otros indicadores, como los de distribución de ingresos, no refleja la verdadera situación de cada país, sino en todo caso la de sus sectores más pudientes, especialmente en países periféricos como lo era la Argentina. A la vez, las series comparativas tomadas no son confiables metodológicamente, ya que el PIB de la Argentina comenzó a calcularse recién ¡¡en la década del 40!!

Rapoport señala que el segundo de los elementos que deben considerarse es que en Argentina, a diferencia de Canadá y Australia (países con los cuales recurrentemente el liberalismo busca comparación), sostuvo un modelo agroexportador basado en el latifundio, con un sistema de arrendamiento que prácticamente impidió el acceso a la propiedad de la tierra y asimismo fue hostil a la incorporación de tecnología.

Para pocos

En ese periodo, por cierto, la gran concentración de poder en la tenencia de la tierra privó al país de una política de fomento de la industria y de la protección del mercado interno. Precisamente ese ciclo de la Argentina «granero del mundo» estuvo signado por el creciente endeudamiento externo y la dependencia de inversiones externas que no generaron industrias ni desarrollo del empleo nacional.

Entre 1890 y 1915 se registró un incremento desmesurado de la deuda pública, por un lado, evidenciando la recurrencia crónica a préstamos extranjeros y, por el otro, el flujo inverso que representaba la cancelación de servicios e intereses, de modo tal que a pesar del boom agroexportador, solo de modo circunstancial el saldo comercial superó a los intereses y servicios de la deuda. La relación fue mayormente a la inversa.

Mientras crecía la pobreza extrema y estructural, con formidables niveles de atraso socioeconómico, cultural y educacional, deterioro de las condiciones de vida de los trabajadores, agravamiento del problema habitacional urbano y la miseria en los hogares de los peones rurales, como eficientemente reflejó el estudio de Bialet Massé a principios del siglo xx. En esa «Argentina potencia», entre 1885 y 1905, se registró una reducción del 54% del salario real del obrero.

Entonces, las dificultades para la subsistencia mínima de las familias trabajadoras hicieron que se recurriera al trabajo de mujeres y niños. Para 1914, en pleno boom agroexportador, cerca del 20% del empleo industrial era cubierto por niños, niñas y mujeres sobrexplotados y con menor salario relativo.

Esto es solo una síntesis de la época que el presidente Milei propone recrear para nuestro pueblo: un país con desaparición del Estado, economía primaria e hiperconcentrada, reversión de históricos derechos adquiridos, todo en el marco del «cambio» prometido, Lo que realmente propone es una marcha atrás, un cambio en reversa, injusto y antidemocrático.

 

Por Horacio Aizicovich / Acción 

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