“Así es mi vida como cyborg”: tiene una antena implantada en la cabeza y planea ir por más

Historia 30 de enero de 2024
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En sus primeros años de vida, tras una visita al oftalmólogo, Neil Harbisson fue diagnosticado con daltonismo. Fue hasta los 11 años cuano le hicieron un test que dieron con su condición precisa: en realidad, Harbisson tenía acromatopsia: percibía el mundo en una escala de grises. Allí surgió su curiosidad por entender qué son los colores, cómo es que se ve el rojo, el azul, el verde; algo ajeno a su mirada natural. La música se convirtió en la solución, las teorías que establecen que hay un vínculo entre los sonidos y los colores le servían de respaldo para experimentar.

Si bien nació en Barcelona, su formación académica la hizo en Inglaterra, en la Dartington College of Arts, donde estudió composición musical. Un día, el profesor Adam Montandon, que como él estaba interesado en las extensiones sensoriales a través de la tecnología, fue a dar una conferencia a la universidad. El estudiante le contó de su acromatopsia y empezaron juntos un proyecto para ampliar su capacidad, para distinguir los colores como un ser humano promedio.

“Ahí surgió la idea de convertirme en un cyborg. Empecé a explorar las posibilidades de fusionar la tecnología con el cuerpo humano como experimentación artística y para ampliar nuestras capacidades sensoriales. Mi interés en la percepción de los colores y mi deseo de experimentar con la música y las experiencias auditivas fueron factores clave”, dijo Neil Harbisson, el primer cyborg reconocido como tal por un gobierno (el británico), en una entrevista con Infobae.

Con la decisión tomada, Montandon creó un software que transpone colores a sonido. Por más incómodo que suene, Harbisson empezó a usar una cámara adjunta en su cabeza que se conectaba a una computadora de 5 kilos que llevaba en una mochila y que ejecutaba el software. A ese dispositivo le agregó un par de auriculares para “escuchar los colores”. En un principio debió memorizar qué sonido significaba cada color, pero al cabo de un tiempo automatizó esa información. “Después de unos meses, el color se convirtió en un sentimiento, comencé a tener colores favoritos”, escribió en un ensayo.

-¿Cuál fue la reacción de tu entorno, de tus amigos y familiares, cuando les contaste que te ibas a conectar una antena a la cabeza?

-Las reacciones fueron variadas. Algunos estaban fascinados con la idea de ampliar nuestras percepciones a través de la tecnología, mientras que otros expresaron preocupación por los posibles riesgos y la alteración de la naturaleza humana. La verdad es que la mayoría de las personas a mi alrededor mostraron curiosidad y apoyo a medida que avanzaba en mi proyecto de desarrollar la antena y convertirme en cyborg.

-¿Cómo es vivir con una antena las 24 horas del día? ¿No resulta incómodo?

-Al principio la incorporación de la antena en mi vida cotidiana ciertamente presentó algunos desafíos. Adaptarme a tener un nuevo órgano conectado a mi cabeza y percibir el mundo de una manera completamente nueva lleva tiempo. Pequeñas tareas diarias, como entrar en un coche con techo bajo o ponerme una camiseta o un sombrero, se volvieron un poco complicadas al principio. Sin embargo, con el tiempo, me acostumbré a ellas y desarrollé estrategias.

Su dispositivo, al principio algo precario y molesto, evolucionó con el tiempo. Un informático esloveno llamado Peter Kese lo ayudó agregando niveles de volumen de sonido que se relacionaban con los niveles de saturación de color. El software pasó a tener 360 notas para 360 tonos de colores distintos.

Harbisson, a su vez, se inspiró en las antenas que disponen algunos insectos y crustáceos para diseñar unos auriculares para él. En la mayoría de los animales, estas antenas cumplen roles sensoriales, de tacto, olfato, gusto y oído; en otros actúan como órganos respiratorios o de comunicación. Se dio cuenta de que era la opción que mejor le podía funcionar. Un dispositivo así le permitiría percibir los colores con solo mover la antena.

“Una vez diseñada la antena, decidí también dejar de usar mis oídos para escuchar los colores y empezar a usar mis huesos. Los huesos son como la madera, pueden usarse para conducir el sonido, por lo que en lugar de usar nuestro esqueleto únicamente con fines estructurales, todos podríamos usarlo para ampliar nuestra percepción del sonido agregando nuevas entradas de audio”, señaló.

Aún faltaban un par de mejoras más. Pensó en usar su cráneo como amplificador de sonido y, para ello, desarrolló una corona con salidas de audio. De ese modo, su cabeza se convirtió “en una caja de resonancia” en la que el sonido vibraba a su alrededor. Luego redujo la corona en un molde de metal que le colocaron en la parte posterior de la cabeza. En esa misma zona le adosaron un chip encargado de enviar sonido a su hueso occipital, lo que redundó en mejor diferenciación del sonido, aunque él quería más. Pretendía perforar la antena en su cráneo para que el dispositivo y su hueso se fusionaran.

La búsqueda de un cirujano dispuesto a hacer el implante no fue sencilla. Harbisson presentó la propuesta a un comité de bioética que la rechazó inmediatamente por el riesgo que implicaba a su salud, por ir además en contra de la naturaleza humana. Después de dos años pudo dar con un cirujano que hizo la operación e introdujo la antena en el hueso occipital superior. El posoperatorio le demandó cerca de dos meses, le costó sanar la herida y acostumbrarse al implante, pero ahora asegura que su antena y su hueso se fusionaron y que su percepción se elevó a otro nivel.

-Si alguien toca la punta de la antena lo puedo sentir como si alguien me estuviera tocando los dientes o las uñas. Mi sentido del equilibrio también se vio alterado, me siento desequilibrado si la antena no está recta y el haberme perforado la cabeza cambió mi sentido de conciencia.

-¿Te molesta la mirada ajena, que la mayoría considere esto como una locura?

-Entiendo que mi decisión de convertirme en un cyborg puede resultar inusual o incluso desconcertante para algunas personas. Mi objetivo siempre ha sido explorar las posibilidades de la tecnología para experimentar los límites de nuestros sentidos y expandir la forma en que percibimos el mundo. Respeto la variedad de reacciones que eso puede generar. En última instancia, creo que la aceptación y comprensión de las modificaciones cibernéticas seguirán evolucionando a medida que la sociedad avance en su comprensión de la relación entre la tecnología y la humanidad.

Su obra

Harbisson hoy tiene 41 años y ya lleva media vida como un cyborg. Se define a sí mismo como la unión de un humano y la tecnología. Para él no hay diferencia entre su antena y cualquier órgano de su cuerpo. Es uno más del puñado de cyborgs que hay en el mundo, quizás el que mayor relevancia tomó. Para muchos, el primero de la historia. Para otros, el primer artista cyborg, proclamado creador de un nuevo movimiento artístico en que se plasma la unión entre el cerebro y la tecnología. “Modificar el cerebro es mi obra de arte”, asegura.

Desde su conversión en un cyborg, su arte se basó en su nueva percepción de la realidad, en reflejar los colores que escucha cuando la antena se activa cada vez que observa a una persona, una ciudad, un objeto, tanto en la pintura como en la música, sus dos áreas de especialidad.

Una de sus obras más conocidas es Sound Portraits: retratos de famosos que Harbisson pintó al percibir los colores de sus caras. Según explica, cada rostro lleva consigo un acorde de diferentes tonos en función de sus colores. Él tan solo se debe ubicar frente a una persona y apuntar a las diferentes partes de su cara para que la antena haga su trabajo, identifique qué color representa cada zona. Comenzó en 2005 a pintar personalidades y desde entonces creó retratos de Leonardo DiCaprio, Nicole Kidman, Woody Allen, entre otros.

Dos años después, Harbisson viajó por más de 50 países haciendo dedo con la intención de captar los colores de cada una de sus capitales y representarlas a través de sus dos tonos principales. Londres, por ejemplo, la ve amarilla y roja. Amsterdam, en tanto, es naranja y azul. Del mismo modo, hizo cuadros según lo que percibía de canciones como “New York, New York” de Frank Sinatra o “Rehab” de Amy Winehouse, y hasta coloreó discursos presidenciales de Barack Obama o de George Bush.

Su futuro y el futuro cyborg
El siguiente paso de Harbisson es dejar de usar pilas para cargar su antena. Él cree que es posible que su propio cuerpo sea el encargado de generar energía para abastecer el dispositivo. “La antena podría cargarse con la energía creada por mi propia actividad cerebral, con la energía de mi respiración, con energía cinética o añadiendo una pequeña turbina en un vaso sanguíneo. La misma antena también debería poder dar energía a mi cuerpo en caso de emergencia”, indicó.

Según piensa, bastaría con un cambio radical en su dieta para que la energía que genera su organismo sea suficiente para alimentar la antena. Hoy se calcula que un hombre debe consumir entre 2.400 y 3.000 calorías al día. A ese número, dice, habría que agregarle otra buena cantidad de calorías dependiendo de cuántos dispositivos conectados tenga una persona y cuánta energía demande cada uno de esos órganos cibernéticos.

-Creo que los softwares conectados a los cuerpos humanos seguirán evolucionando y desempeñarán un papel cada vez más significativo en nuestras vidas. La integración de tecnologías cibernéticas podría extenderse más allá de las experiencias artísticas y sensoriales. Podrían abordar aspectos como la mejora cognitiva, la salud y la optimización del rendimiento humano.

-¿Será común ver cyborgs por la calle en algunas décadas?

A medida que avancemos en la comprensión de estas tecnologías, es probable que veamos un aumento en el número de personas que elijan voluntariamente convertirse en cyborgs para mejorar sus habilidades o adaptarse a entornos cambiantes. Sin embargo, es probable que la adopción masiva lleve tiempo. Hay consideraciones éticas, sociales y regulatorias que deben abordarse antes.

-¿Creés que la tecnología se integrará a los humanos de otra manera?

-En las próximas décadas, es posible que los cyborgs sigan siendo excepciones, pero la línea entre humanos y tecnología podría volverse cada vez más borrosa a medida que las personas adopten tecnologías implantables para mejorar su vida cotidiana. Para su adopción generalizada, será determinante primera la aceptación social. Entender que convertirse en tecnología no te hace sentir más cerca de las máquinas o de los robots, sino todo lo contrario.

Nota:infobae.com

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