Milei, crueldad, daño y goce

Actualidad 26 de diciembre de 2023
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El golpe de Estado institucional que dió el presidente de la Nación hace pocos días, dinamita todo el sistema de protección de los derechos de los ciudadanos de nuestro país. 

Por las palabras con que cerró su cadena nacional anunciando esta catástrofe, se podría inferir que Javier Milei pretende instaurar un No-Estado con ribetes teocráticos. Algunos antecedentes de su accionar avalan las palabras con las que cerró su trágico anuncio: “que las fuerzas del cielo nos acompañen”.  Así, su llanto en la tumba del rabino fallecido en el siglo pasado en Estados Unidos, su comunicación con una mascota muerta (Connan) a la cual clonó varias veces o los símbolos del mango de su bastón presidencial con el rostro de cada uno de sus perros incluyendo el muerto. En el mismo sentido, su emoción y llanto al reunirse con el sector más conservador de la colectividad judía, en un anunciado proceso de conversión religiosa, transmiten estupor y preocupación. En el momento de su admonición, el presidente acababa de citar 30 de las 300 leyes que pretende derogar de manera ilegal, tirando por la borda cuatro décadas de lucha democrática. Decenas de miles de desaparecidos, cientos de miles de perseguidos, exiliados, torturados y asesinados, regaron ese camino de búsqueda pacífica de justicia. 

Lo escrito, firmado y anunciado por el presidente la Nación hace pocos días, implica, de concretarse su vigencia el 29/12, una tragedia social sin precedentes. Es la primera vez que un presidente democrático anuncia gozoso su decisión de modificar y degradar la identidad ciudadana, privando de alimentos básicos y trabajo a una parte de la población. Nunca, ni siquiera en dictadura, se intentó con esa magnitud destruir la soberanía nacional con una entrega cobarde y vil de nuestros recursos naturales y humanos. 

La Constitución Nacional, en su artículo 29 (en armonía con el art. 99), prohíbe expresamente lo que Milei y su equipo anunciaron. Como explicó con claridad Raúl Zaffaroni en este mismo medio, “Se trata de un delito tipificado en la propia Constitución y que, en consecuencia, el artículo 227 del código penal lo conmina remitiendo a la pena de la traición a la Nación del art. 215 (al parecer ahora es perpetua)” (SIC). 

Señala, asimismo, nuestra Carta Magna al respecto que “Actos de esta naturaleza llevan consigo una nulidad insanable y sujetarán a los que los formulen, consientan o firmen, a la responsabilidad y pena de los infames traidores a la Patria.” En ese claro texto queda aludida la conducta de legisladores, jueces y fiscales del país que de alguna manera rehuyan sus obligaciones de impedir la consumación de los graves crímenes que el presidente Milei y su grupo han puesto en marcha. 

Por fortuna, nuestro país posee una legislación protectora que incluye en los distintos cuerpos normativos, los procedimientos adecuados para impedir que personajes como Milei pisoteen las irrenunciables conquistas sociales vigentes. 

Es importante agregar que ese sistema de protección es progresivo y la Constitución no admite retrocesos en materia de Derechos Humanos.

Ahora, son nuestros representantes en el Congreso y los jueces quienes tienen la palabra. Y en esa palabra deberán tener en cuenta que, detrás del evidente desequilibrio mental y emocional del presidente, hay un plan. En él, un aceitado equipo de buitres manipula la frágil mente del tenedor del bastón para concretar los más extraordinarios y abyectos negocios que se hayan imaginado jamás en nuestra tierra.

En ese escenario de deshumanización y reducción del otro a un mero objeto descartable, Milei se une en un estrecho y siniestro abrazo, con los personajes más detestables de nuestro pasado dictatorial y también del reciente, como se aprecia en la designación de varios de sus ministros y asesores. 

Se impone preguntarse porqué se deroga una ley de alquileres o se impulsa que extranjeros compren nuestras tierras. Porqué se estimula la impagable medicina privada o se impide el control de precios de alimentos básicos. Sabemos, sin dudas, que en ese brutal intento está presente el fuerte goce que le produce al presidente y su equipo el dolor ajeno. 

Pero detrás de ese perverso síntoma, hay algo que aún no hemos valorado en su real dimensión. 

Se trata del desamparo y la angustia de millones de personas que no podrán pagar su vivienda, sus medicamentos o un plato de comida para sus hijos. El presidente es cruel.

Javier Milei está actuando como un tirano y nuestro pueblo no tolera tiranos. Nuestra Constitución tampoco. 

Por Carlos Rozanski * Ex Juez de Cámara Federal y Ex Presidente del Tribunal Oral en lo Criminal Federal Nº 1 de La Plata. / LaTeclaEñe

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