El pueblo Mileista

Actualidad14 de diciembre de 2023
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La hija de un colectivero le entrega el mando al hijo de un colectivero, como dijo @Lulvarez. La imagen condensa el rostro de una Argentina en la que la dimensión social de la democracia, incluso en retroceso, está presente. La inclusión social y el derecho a la protesta son la constitución práctica de los últimos 40 años. Pero la campaña electoral y el discurso de Milei, a espaldas del parlamento y casi exclusivamente para sus partidarios, se dirigen a la revisión de ese orden amparándose en la excepcionalidad de la situación actual. La ecuación política de ese presente se condensa en una imagen: un hombre que porta una pancarta en la que se lee “dentro de la ley todo, fuera de la ley nada. Javier Milei”. La idea de Perón en 1953, con la que sus seguidores verticalistas intentaban dominar la política de su agitado movimiento en los ´70, aparece ahora atribuída al líder libertario en la intención de encolumnar a la sociedad en la perspectiva de un ajuste que promete, desde el estrado, como el más doloroso en nuestra historia. De aquí en más cada día de gobierno será más duro que 100 días de campaña. El domingo que pasó se entrecruzaron las voces y los cuerpos de los que acompañaron al nuevo presidente, la palabra presidencial y las batallas retóricas de las redes, enmarcadas en transmisiones en directo que, contra los diversos estilos editoriales, coincidían en sus zócalos en la idea de una “nueva era”. 

Un joven responde a un movilero con crescendo enfático propio de un orador de los años 70: el pueblo y las fuerzas de seguridad estarán para apoyar al presidente contra quienes se opongan a la ley. El porvenir está abierto, pero esos signos están dispuestos en la escena que inaugura un mandato que algunos quieren sea una nueva era: la era Milei. 

La consolidación de la democracia en la gimnasia política de las mayorías populares lo llevó a las puertas de la Rosada, y al mismo tiempo su asunción alienta las tensiones más desafiantes para con la democracia liberal y la igualdad social. 

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El día en el que se cumplen 40 años del regreso a la vida democrática, Cristina Fernández de Kirchner entrega a Javier Gerardo Milei el mando presidencial. Él sonríe con la banda presidencial sobre su torso y ella, a su lado, con un conjunto elegante, rojo chillón, intercambian palabras sobre el bastón presidencial en el que aparecen talladas las caras de los perros del flamante primer mandatario. En la plaza, donde pocos minutos después hablará Milei, dos jóvenes se preguntan por el presidente saliente, Alberto Fernández, que aparece en segundo plano, como fuera de foco. “Se fue a España”, responde el más alto, mientras enrosca entre sus dedos los pelos entrecanos de su larga barba, ironizando sobre el destino imaginado del presidente saliente como embajador y el real como docente. El otro mira a la pantalla gigante y grita: “Gracias Alberto por hacer esto posible, todavía no lo puedo creer”. 

El pueblo mileísta recorre las calles guiado por mapas que llevan en sus celulares, donde se indican arterias cortadas y puntos de encuentro. En los días previos al 10 de diciembre ensayaron sus músculos militantes: coordinaron por chats viajes grupales en colectivo desde diferentes provincias, compartieron la agenda de la jornada, difundieron letras de canciones por medio de videos de TikTok y prepararon banderas argentinas, las mismas con las que hace un año se gritaron los goles de la escaloneta, para cumplir un objetivo claro: llenar la Plaza de Mayo.

Este pueblo agrega ideas, razones, perfiles y capas militantes. La primera de estas reenvía a las manifestaciones antikirchneristas, en las que también usaron las banderas albicelestes, y que encuentra en la figura de Cristina su blanco predilecto: “chorra”, “hija de puta”, gritan al verla en la pantalla gigante desde la que se transmite a los asistentes el acto dentro del Congreso. La vieja melodía con la que la militancia kirchnerista entonaba “Cristina presidenta” vuelve a sonar con una nueva letra: “Cristina se va presa”.

La segunda capa de este sujeto, más conservadora y nacionalista, se hace presente a través de las causas que los reune. Una fracción porta banderas y pancartas con las que simboliza la causa de “las dos vidas” y las pecheras celestes y rosas con las que se hace presente el movimiento #ConMisHijosNoTeMetas que, con incansable ritmo de batucada, rechaza la Ley de Educación Sexual Integral por interpretarla como una forma de adoctrinamiento estatal. Dentro del mismo paraguas, las banderas libertarias de Gadsden, en la que una serpiente de cascabel advierte que no pasen sobre ella, se conjuga con la imaginería malvinera, a veces, incluso, en un mismo paño. El apoyo de agrupaciones como Concertación TOAS, la presencia de personas vestidas de uniforme camuflado, los comentarios elogiosos a la vicepresidenta Victoria Villarruel y los aplausos cerrados para las fuerzas de seguridad muestra la persistencia de las convergencias surgidas hace unos años, cuando el Frente NOS del ex-militar y ex-funcionario de Macri, Juan José Gómez Centurión, dio su apoyo a La Libertad Avanza. La anglofilia de la canciller Diana Mondino o el thatcherismo de Milei no parecen obstaculizar esa convivencia, sino potenciarse en su heterogeneidad y en las significaciones mayores que las contienen.

A esto se suma otra fracción, más juvenilizada, del mileísmo que surge en confrontación con el Estado durante la pandemia y en combinación con la emergencia de una nueva estructura ocupacional. Banderas amarillas y estéticas que mezclan rock chabón con estilos traperos tiñeron las movilizaciones contra la “cuarentena más larga del mundo” de las que surgieron buena parte de las organizaciones militantes que hoy tienen su propia plaza. Algunas, incluso, ya forman parte del Estado en las cámaras legislativas.

Entre 2021 y 2023 la masividad fue uno de los principales capitales políticos de La Libertad Avanza, construído tras superar fuertes desafíos al intentar aglutinar, no sin conflictos, a los diversos partidos, grupos y causas en un armado político común. Esto produjo tensiones que aún laten, pero también una densificación organizativa que tiene en estos días visibilidad y un curso acelerado al calor del triunfo y la llegada al poder, cristalizando el crecimiento político del mileísmo. 

—Después de las PASO salimos del closet político, ya nadie tuvo vergüenza de decir que votaba a Javier Milei —dijo un joven de La Julio Argentino, agrupación liderada por el diputado provincial Nahuel Sotelo.

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El 30 por ciento de los votos de La Libertad Avanza comenzó la conclusión electoral de un proceso que se representó a través de diferentes artefactos culturales, como la obra de teatro El consultorio de Milei, una diversidad de libros y el cortometraje Pandenomics, filmado por el militante Santiago Oría. Una escena del film retrata la conversión Javier Milei en el superhéroe Ancap, quien empuña una maza y convoca a un grupo de jóvenes libertarios a la destrucción del Banco Central. Después de cumplir con su misión, la maza se convierte en bastón presidencial. 

El 9 de diciembre, bautizado como el “último día del kirchnerismo”, los influencers Tipito Enojado, Martín Almeida y Juan Pablo Volpin convocaron a la militancia a congregarse en la pirámide de Plaza de Mayo para hacer una peregrinación hasta las puertas del Banco Central. Allí, vestidos de negro, con velas y coronas fúnebres, celebraron de forma ritual el funeral del organismo que anticipa la toma del mando de Milei. El grupo “Economía en un minuto” repartió volantes con un aviso fúnebre: “Te saludan tus sobrevivientes, como Mirtha Legrand, quien te vio nacer y, lamentablemente, ahora te debe dejar ir”. Los dolientes entonaron el himno nacional frente a la institución que, por ahora, dirigirá Santiago Bausili. Un notero de Crónica TV entrevistó al grupo de personas que asisten atentas al show de la velada. Un hombre de treinta años con gorra y lentes negros desplegó su esperanza en vivo.

—Es un hombre limpio, le buscaron de todo y no le encontraron nada. Inspira confianza. Es un hombre decente —dijo sobre Milei.

El micrófono sigue abierto y una chica de 20 años aclara que está ahí tarde en la noche porque no podrá asistir el domingo, día familiar.

—Estoy feliz de ver todo este cambio, siento que esta vez el voto valió la pena, estoy orgullosa de nuestro presidente.

Cuando estos recortes se ponen a correr en redes, miles de comentarios manifiestan la ansiedad por ver concretarse la esperanza de “Milei presidente”.

Los argentinos de bien

Los “argentinos de bien” son resultado tanto de la heterogeneidad del mileísmo como de la relación de conflicto contra quienes denuncian en palabra y acto. Al principio, la frontera moral se trazó contra “la casta” (un término que remite tanto a la izquierda española de Podemos como a Murray Rothbard, el autor que “despertó” a Milei), contra la cual se centró la campaña pero que hoy da forma a un gabinete heterogéneo en el que se combinan propios y ajenos y que, a su vez, dejó heridos a algunos de sus socios fundadores, como Ramiro Marra, o actores expertos, como Emilio Ocampo. La narrativa anticasta persiste a través de gestos que incluyen, por ejemplo, dar la espalda a la cámara legislativa, apuntar al sector público, postular una identidad que no incluye a todos los argentinos sino solo a los “de bien”. La frontera entre el “bien” y el “mal” también se actualiza en el discurso de asunción de Milei donde los “colectivistas empobrecedores”, los que “las hacen” y deben pagar por ello, o los que cortan las calles, son movilizados para representar todo aquello que queda por fuera de la ley. 

Las derechas contemporáneas se caracterizan por un fusionismo que les permite encontrar denominadores comunes, formas de convivencia y avance político pese a sus enormes diferencias. El fenómeno que puede comprobarse en la coordinación de tradiciones conservadoras, anarcolibertarias, liberales clásicas y nacionalistas también se dió a nivel masivo: en el público que se congregó el domingo entre el Congreso y Plaza de Mayo contenía bolsonaristas, expresiones religiosas variadas, personas con bandera arcoiris, plebeyistas contra la casta, meritócratas con logros que se deben a la cuna, el color de piel, trabajadores de la villa 31, personas vestidas como para una boda veraniega en una isla del mediterráneo, seguidores de La Renga y Los Redondos, alternativos con runas tatuadas en los brazos, cuentapropistas con mercadopago a todo lo que da, pieles claras y pieles oscuras al sol en proporciones capaces de irritar a quienes suponen que el “bajo pueblo” tiene un representante monopólico y eterno. 

Así como veinte años atrás Néstor Kirchner sostuvo que se había acercado a las luchas políticas “creyendo en valores y convicciones” a las que no pensaba “dejar en la puerta de entrada de la Casa Rosada”, en esta “nueva era” Milei se reivindica heredero de una tradición liberal que, traicionada por el colectivismo, sería necesario reinstalar aun a costa del dolor de los que lo vitorean en la plaza. En su discurso, se posicionó reivindicando a unos “jóvenes idealistas”, el movimiento intelectual de la generación de 1837 de Alberdi, calificado de la misma manera en que la vicepresidenta Victoria Villarruel ironizó amargamente sobre la generación de 1970 en su libro Los llaman… jóvenes idealistas.

Cuando Milei anuncia un ajuste fiscal de 5 puntos del PBI (unos 25 mil millones de dólares) y cuando promete que “caerá casi totalmente sobre el Estado y no sobre el sector privado”, la respuesta desde la calle es mo-to-sierra, mo-to-sierra. Sin embargo, a medida que el presidente va desgranando el estado de situación, en muchos casos con cifras insostenibles, se observan tres reacciones: aceptación con resignación, aburrimiento ante la traducción de conceptos económicos concatenados y preocupación de madres que, abrazadas a sus hijos, se estremecen ante los augurios de largos meses de penuria. El discurso teórico de Milei, de ahora en adelante, dejará de ser teórico y de diagnóstico, para traducirse de forma práctica en la vida cotidiana de las personas y marcar las dimensiones de ese “casi”.

Así, en medio de cifras y conceptos técnicos que se pierden en el aire, Milei repone, como tantas otras veces desde distintos púlpitos, la promesa de que “este es el último mal trago para comenzar la reconstrucción de Argentina”. Pero para atisbar una “luz al final del camino” (sic) el sacrificio y el dolor se consideran una condición necesaria. El “there is no alternative” popularizado por Margaret Thatcher es repuesto una y otra vez por el flamante presidente: no hay opción posible al ajuste ni al shock y, sobre todo, “no hay plata”, una consigna que se celebra en remeras, cánticos y posteos, como el tuit viral de Iñaki Gutiérrez al final del día.

A la carencia de recursos y alternativas se le oponen “convicciones inamovibles” y una voluntad inclaudicable para encarar el sendero de lo que Bruce Ackerman llamó un “cambio de régimen constitucional” basado en la salida a la superficie de “un pueblo”, capaz de impulsar cambios institucionales de largo aliento enhebrando victorias electorales que cimentan transformaciones culturales. El problema es que entre el punto de partida y la meta hay un desierto de penurias que los guiños de moderación (como el llamado a dejar atrás las "vendettas" o el reaseguro de la contención social) no parecen morigerar. De hecho, en la plaza, como le había pasado a Macri hace unos años, el tibio llamado a la concordia generó mucho menos entusiasmo que la convocatoria a la lucha de la luz contra la oscuridad, un combate para el que se invocó a "las fuerzas del cielo". Esta referencia ya asentada cobra nuevos sentidos en el contexto de la asunción en medio de la festividad de Janucá que, como otros símbolos de la historia y la religión judías, Milei utiliza como metáfora de su libertarianismo.

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El pragmatismo supone que el juicio sobre los resultados prevalece a la verdad apriorística de los principios, pero también alude a la disposición a acordar con el otro político. Milei parece moderar el tono y se muestra dispuesto a abrir los brazos a "los dirigentes políticos, sindicales y empresariales que quieran sumarse a la nueva Argentina". Al mismo tiempo, insiste en el carácter indubitable de sus axiomas: hay disposición a negociar instrumentos y plazos e, incluso, a explorar atajos y senderos, pero no a cambiar el punto de llegada. Como en la idea de las fuerzas celestiales, teología y teleología se mezclan con prospectiva política de carácter ecuménico pero a la vez, unívoco. 

La luz está adelante, pero también atrás. El cambio de régimen propuesto se basa en la recuperación sesgada y maniquea de la tradición liberal argentina. Las menciones a la generación de 1837 y de 1880 son pasadas por el tamiz de Alberto Benegas Lynch (hijo) para erigir una suerte de retro utopía que requiere el desarmado sistemático de lo construido desde 1916: no sólo se trata de reducir el radio de acción del Estado, sino también el espacio de la política y de la sociedad civil, a cuyo derecho a la protesta en demanda de inclusión se propone vigilar con celo, o con palos. 

Resentidos y alegres

Antes, durante y después de la pandemia las redes fueron un escenario fundamental para la batalla cultural que aportó narrativas y artefactos que encarnaron en el mileísmo. Quienes a fuerza de contenidos, producciones e intervenciones impulsaron día a día esa dinámica no podían quedar afuera del festejo por la asunción de su representante más querido. El domingo de la asunción políticos e ideólogos, como los argentinos Agustín Laje, Nicolás Márquez y Alejandro Chafuen, el mexicano Eduardo Verástegui, los chilenos José Antonio Kast y Teresa Marinovic, el español Santiago Abascal y el ex presidente brasileño Jair Bolsonaro y su hijo Eduardo, no ocultaron su felicidad en el recinto. “Lo que pasó hoy también es gracias a ustedes! La batalla cultural fue clave y hay que seguir difundiendo las ideas de la libertad. Genios! Admiración”, comenta una usuaria sobre la foto que Laje posteó saludando desde el palco junto a su “hermano y maestro” Nicolás Márquez. La victoria también fue valorada por el diputado nacional Bertie Benegas Lynch, a “los enormes @NickyMarquez1 y @AgustinLaje, que han sido, sin duda, parte de este enorme logro de las ideas de la libertad”. En la previa que hicieron en un bar de Recoleta, en las inmediaciones del Congreso, en el recinto y en las plateas del Teatro Colón en la gala presidencial, los célebres influencers virulentos contra toda forma de progresismo se mostraron triunfantes y su alegría, ambivalente con resentimiento, marcó el tono de las tendencias durante el acto.

Desde temprano en la mañana, los noteros se agolparon en la explanada del congreso para sacar alguna declaración a los senadores y diputados que ingresaban al recinto. El diputado nacional Emilio Monzó hizo una pausa y no dudó: “No es buen síntoma que Milei le dé la espalda al Congreso y hable sólo para la gente que lo votó”. Qué consecuencias tendrá esta decisión en los próximos días, le repregunta una periodista de la LN+, a lo que Monzó recuerda que el nuevo presidente necesitará de los votos de otros espacios en el congreso. “No se puede gobernar contra el Congreso”, afirmó visiblemente enojado Miguel Pichetto. “Ustedes -le reprocha a los periodistas- tienen que dejar de hablar tonterías contra la política. Sin política no hay democracia”. Una vez adentro, asistiendo al ritual del pase de atributos, Mauricio Macri se mostró alegre. La transmisión enfocó los palcos desde los que bajaba el canto “la casta tiene miedo” y “¡Viva la Libertad!” a los que Macri respondía “¡Viva! ¡Viva!”. 

A lo largo del día, ni en su discurso de cara a la Plaza de los dos Congresos, ni luego en el balcón de la Rosada, Milei pronunció la palabra casta: sale la casta entra el Estado. Todo indica que con el devenir del ajuste la casta irá paulatinamente incluyendo a cada vez más actores y el ajuste encontrará nuevos destinatarios. Fue Maslaton quien capturó este debate polemizando si se trata, o no, de un “malentendido” entre sus votantes y Milei. “La casta -remató con ironía- nunca existió como ente presupuestario y como unidad de gasto público”. “La casta éramos nosotros”, menciona un docente twittero.

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Las tendencias en el ex Twitter se suceden desde la mañana hasta la noche, al ritmo del cronograma protocolar. Las redes reprodujeron el “Nosotros contra ellos” que se delineó como escenario para la polarización y la construcción de comunidades cuya identidad política está en disputa. A las 11 hs de la mañana “Fátima” ya era tendencia, con comentarios sobre su vestimenta e imagen, si mascaba chicle o no, qué se había puesto para un día tan importante. Las tendencias más duraderas y masivas fueron instaladas principalmente por los adherentes, de modo alegre con el #MileiPresidente y “Todo por Argentina” pero también con resentimiento frente a la centralidad de la figura política “enferma de protagonismo”, como caracterizó Pablo Rossi en LN+. Los gestos de Cristina Fernández hacia quienes la insultaron en su entrada al Congreso fueron foco de atención antes de la jura: como en las reacciones en la Plaza cuando las pantallas la ponchaban, las palabras “ordinaria” y “groncha” se convirtieron rápidamente en tendencia por parte de cuentas seguidoras del nuevo presidente y del sector de los halcones del PRO. Minutos más tarde, el buen humor que mostraban entre sí Milei y Fernández de Kirchner fueron retomados con indignación por los adherentes al presidente y con asombro y posterior resignificación pop por parte de quienes se ubican del otro lado de la grieta.

“Comienza la resistencia. Hoy asumen La Libertad Avanza y el PRO como gobierno”, anuncia el posteo de la Revista Sudestada. El revival recargado de 2015 no tardó en recibir citaciones y respuestas, algunas agresivas y violentas por parte de los adherentes al nuevo oficialismo, otras irónicas por parte de los críticos del mileísmo que imploran por una nueva narrativa: “Manga de terroristas, ahora no solo se enfrentan a las fuerzas de seguridad” / “La última vez que se hicieron los porongas terminaron llorando desaparecidos”, marcaron el tono de esta nueva etapa. La cobertura de C5N llamó la atención sobre la virulencia del discurso en torno al ajuste, los aplausos al sacrificio necesario y las loas a la motosierra por parte de los manifestantes. “No sé si terminamos de dimensionar lo que dijo en términos económicos: se viene un primer tiempo muy sensible”, dice el periodista en el piso del canal. Sus colegas refuerzan la idea reprochando al presidente que no propone un discurso esperanzador: “¿Cuándo estará la luz al final del túnel?”. Plazos, detalles de las medidas y horizonte de futuro para el fin de la inflación, eran los reclamos del canal que volverá a ocupar el rol de opositor.

Milei asumió la presidencia, los libertarios tuvieron su primera plaza y La Libertad Avanza su primer día de gobierno. La cobertura mediática y el tono de las redes tuvo momentos destacables en donde la algarabía de unos se contrapuso a los enojos de otros, al ritmo de la ceremonía. Comienza una nueva etapa sobre cuya formalización tal vez una diagonal permita operar como imagen final: la expectativa libertaria por el millón de personas que no fue, las “500 o 600 mil personas” que calculó Eduardo Feinmann en LN+ frente a las 35 mil que determinó la Policía de la Ciudad, tuvieron en C5N un cálculo tan realista como anumérico al estimar que se trató de “mucha gente, pero menos que en la asunción de Mauricio Macri”.

Por Sergio Morresi, Ezequiel Saferstein, Pablo Semán, Melina Vazquez, Martín Vicente, y Nicolás Welschinger /  Este artículo fue escrito por los y las autoras del libro Está entre nosotros. ¿De dónde sale y hasta dónde puede llegar la extrema derecha que no vimos venir? (Siglo XXI).

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