Nos vamos volviendo tecno
Hoy en día uno dice “tecnología” y lo primero que piensa es en celulares, chips, tablets, antenas, satélites, porno accesible a cualquier hora… Y la tecnología es mucho más que eso.
La rueda es el primer gran avance tecnológico de la humanidad. Y también la brújula, el arado, los antibióticos, las vacunas, el flipper, las lentes de contacto, la ropa que no se plancha y los preservativos - (por citar algunos en mi lista de favoritos). Lo que sucede es que vamos creciendo con la tecnología y nos vamos acostumbrando a los cambios y damos por hecho que la vida siempre fue así. Y no.
Ejemplos: El control remoto del televisor. A la Argentina recién llegó con la tele color. Antes ya existían, pero no eran aparatos a pilas. Antes era el niño mayor del hogar al que el padre le decía: “andá y poné Canal 11”. Y eso si había canales para cambiar.
En Capital había cuatro canales hasta que llegó Canal 2 pero en la mayoría de las ciudades del país había uno o dos. Y para verlos se necesitaban al menos dos personas: una en la terraza “orientando la antena” y otra frente al televisor dando instrucciones: “Un poco más a la izquierda...¡no! Te pasaste, volvé para la derecha, girá… no, no… Canal 13 ya lo tenemos, estamos buscando Canal 7…”.
Y los aparatos de televisión propiamente dichos: eran tan grandes que podía vivir una familia adentro. Y un día llegó el microondas, como un gran avance tecnológico. ¿De qué avance me hablan? Esos viejos televisores calentaban más que el precio del peceto. El televisor estaba tan caliente que mi vieja ponía una olla encima y hacía la sopa… ¡Eso era la multitarea!
Ahora no. Ahora los televisores son ultra delgados. Hay “Smart TV” (pronuncie “tiví”). O sea: televisores inteligentes. Dos conceptos incompatibles: Televisión e inteligencia. Cuando yo era chico al televisor se le decía “la caja boba”. ¿Cuándo fue que la caja boba se volvió “ inteligente”? Lógico: la caja boba creó tantos bobos, que ahora se cree más inteligente que el televidente.
Hasta los teléfonos son “inteligentes”. Yo no creo mucho en esa inteligencia. El otro día el mío, accidentalmente, se me cayó al inodoro: no nadó, no pidió auxilio, no marcó 911… muy poco inteligente. Y muy poco resistente a un chapuzón. Y ahora podés ver la tele, tener las noticias, el correo, hasta el banco en el teléfono pero eso si: para hablar tenés que andar moviéndote de acá para allá, te tenés que “orientar”. Como había que hacer antes con la antena de televisión, con la diferencia que ahora… ¡vos sos la antena!
No es nostalgia: simplemente marco las diferencias. Cuando yo era chico, no existían las redes sociales. Las redes sociales se llamaban… “amiguitos”. Lo más parecido al Facebook que teníamos era mirar por la ventana a ver quién estaba en la calle, - (mi abuela se pasó los últimos años de su vida en ese Facebook: sentada en la mecedora mirando por la ventana. Y esa era su foto de perfil. Todo el barrio la conocía y la saludaba. No le clavaba el visto).
Lo más parecido al Whatsapp era el ring-raje. Y lo más parecido al teléfono celular eran dos latas agujereadas unidas con una manguera para enemas. Y muchas de las cosas que eran nuestra ciencia ficción de chicos hoy existen: soñábamos con este futuro.
Soñábamos con el siglo XXI y los viajes al espacio. Si. Los multimillonarios ya tienen naves espaciales. Nosotros tenemos que viajar en el subte D que todos los días circula con demoras. No es lo mismo.
Soñábamos con autos voladores, con la tele transportación, como en “Viaje a las Estrellas”. En el siglo XXI tenemos… Metrobus. No es lo mismo.
Soñábamos con un mundo donde la tecnología estuviera a nuestra servicio, robots que hicieran la comida, que barrieran y plancharan…¡Robotina! Y acá estamos en el Siglo XXI sin contar con un detalle: las compañías eléctricas privatizadas y los cortes de luz.
Soñábamos con un mundo mejor, más justo. Y a justo se lo llevaron al espacio con seguro, porque el 1% tiene más riqueza que el 99% de la población mundial. Así que mejor los dejo por hoy: me acabo de dar cuenta de que este no es el siglo XXI que yo soñaba. Esta es la continuación de las mismas cosas del siglo XX, pero en alta definición, 3D y selfies de comidas exóticas.
No gracias.
Por Adrian Stoppelman * Telam