El volantazo

Actualidad 19 de abril de 2023
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Sorprendentemente no han aparecido iniciativas públicas de envergadura en el actual cuadro económico y social. La economía se encamina a un crecimiento prácticamente nulo, en un contexto de ingresos populares carcomidos por el incesante movimiento de los precios. Las grandes empresas cumplen a medias los acuerdos pactados y el gobierno parece resignado a que eso es lo máximo que puede lograrse para defender el bolsillo popular.

A la sequía artificial de dólares provocada por la especulación de los agro-exportadores se respondió con la tercera concesión de un dólar especial para el sector, que esta vez incorporó a productores de economías regionales. El chantaje, ante las acuciantes carencias de divisas del país, se ha naturalizado como la forma habitual de relación entre el Estado y el complejo sojero.

Hubo un atisbo de autoridad estatal cuando el gobierno anunció que sancionaría –a menos que regularizaran rápidamente la situación– a un grupo de 200 empresas que debieron haber liquidado divisas por aproximadamente 4.000 millones de dólares hasta 2022, pero que no lo hicieron. El ministro Sergio Massa sigue buscando dólares también en el exterior, pero hasta él comprende que el comportamiento completamente anómalo del empresariado local es una de las principales fuentes de drenaje de divisas de las reservas del Banco Central.

En ese sentido, un medio financiero informó que los pedidos de dólares “para importar” por parte de empresas subieron en un ¡50%! en relación al año pasado. No hay forma de justificar ese abultadísimo pedido, ni por el crecimiento de la actividad local –que será muy modesto–, ni por la inflación internacional, estimada en un 7%. Son simplemente maniobras para seguir despojando de divisas al Banco Central mediante el sobre-estoqueo de insumos o productos finales. Este tipo de comportamientos, completamente dañinos para la economía, sólo pueden hacerse en el contexto de la actitud pasiva o complaciente que se observa en esa institución desde el comienzo de la actual gestión.

Probablemente constituya un record que el ministro de Economía realice su quinto viaje a Estados Unidos en tan pocos meses de gestión. Por ahora, no llegan desde el norte ni grandes apoyos, ni grandes soluciones para la coyuntura, pero sí muchas presiones de carácter estratégico. Así, parece que se ha reducido la importancia del futuro viaje del ministro a China. Mientras nuestro socio Brasil –de la mano de Lula– profundiza su vinculación con los BRICS tanto en lo financiero como en lo comercial y el Presidente francés Macron reconoce luego de su viaje a China la necesidad de retomar la autonomía estratégica europea, la Argentina parece estar deslizándose, en silencio, a un viraje convergente con las necesidades norteamericanas, digno de la visión satelital de Juntos por el Cambio.

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Ideas de la derecha

La derecha, con prisa y sin pausa, continúa con su tarea de construcción de un imaginario conservador, apto para todo público, que pueda acompañar a una gestión que retrotraiga al país al período pre-peronista. Así, el periodista Carlos Pagni publicó el libro El nudo, por qué el Conurbano Bonaerense moldea la política argentina.

De por sí poner el foco en el Conurbano, que es una expresión de la deformidad multidimensional de la Argentina, es una elección problemática, porque coincide con todas las manifestaciones más reaccionarias sobre cómo votan los millones de habitantes de ese territorio estragado por las políticas neoliberales.

Hablar del Conurbano como “el nudo” de la política argentina es como decir que los pibes que fuman paco son “el nudo” de la inseguridad argentina. El Conurbano es la expresión del país que no planifica, que no organiza su territorio, que no ofrece oportunidades de bienestar en todas sus regiones, que desmantela sus estructuras productivas, que no es capaz de comandar los procesos económicos y sociales.

¿Pero quién sino la derecha argentina donde milita Pagni es el sector social que no sólo se ha opuesto al desarrollo nacional, al país moderno con un Estado eficiente, sino que ha protagonizado y apoyado las máximas tropelías estratégicas, como las aperturas económicas indiscriminadas que arrasaron parte del tejido industrial y arrojaron a cientos de miles de compatriotas a la miseria?

¿Quién sino la derecha para la que escribe Pagni es el sector social que suscribió las políticas del Consenso de Washington, de la desarticulación del Estado Productivo y promotor del desarrollo, y que vio con algarabía cómo se desmontaban las capacidades productivas y tecnológicas nacionales para pasar a importar y depender crecientemente del endeudamiento externo?

¿Quién sino la derecha local instaló la idea de que mejor no organizar ni planificar nada a nivel nacional, ya que la sumatoria de intereses privados sin limitación ni regulación dará por resultado un país del Primer Mundo?

¿En qué historia nacional inscribe Pagni el desastre social y productivo que creó las peores características de esa castigada región? ¿Existieron Videla, Martínez de Hoz, Cavallo y Macri? ¿No hubo “patria contratista”, “patria financiera”, “capitanes de la industria” y demás protagonistas de las grandes decisiones estratégicas que nos llevaron de cabeza al subdesarrollo y a la conformación de un gigantesco conglomerado humano, síntesis de los crímenes de las políticas públicas neoliberales?

Hace tiempo que venimos observando cómo el mismo sector social que protagonizó el golpe cívico-militar de 1976, que arrasó con parte de las fuerzas productivas del país, que impulsó todos los experimentos de rentismo financiero y dejó un tendal interminable de argentinxs a la intemperie, acusa violentamente a las víctimas de ser el problema y el “nudo” que habría que cortar, especialmente por sus preferencias políticas. Difícilmente un Conurbano alineado con el macrismo generaría las mismas preocupaciones en pensadores de derecha.

Porque esas acusaciones tienen un papel en el relato de la vida pública argentina: ocultar que el problema central del país es la abrumadora incompetencia de los sectores más poderosos y concentrados, con presencia en todos los lugares claves de decisión, para construir un país a la altura de los recursos existentes en nuestro territorio.

Allí está el gran nudo de la historia argentina reciente.

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 El problema son las víctimas, sobre todo si no votan a la derecha.

El perfil de la campaña electoral
Queremos insistir en un elemento central de la situación argentina actual, que dificulta enormemente la comprensión de lo que sucede y la toma de posición política en términos concretos de millones de compatriotas.

Lo engañoso y ambiguo del panorama político actual es que formalmente gobierna el Frente de Todos, de extracción peronista, votado por una mayoría popular clara, y con un mandato de producción y redistribución de la riqueza. La población cree que el gobierno tiene poder para empujar la realidad en el sentido que desea, y por lo tanto es el gobierno el responsable último por lo que le ocurre a la gente de a pie.

Pero cuando se observa el panorama económico-social, el nivel de vida y las condiciones materiales que afectan a más de la mitad de la población de menores ingresos, la realidad se asemeja mucho a lo que los sectores más conservadores y retrógrados pretenden que ocurra en el país. La imagen que surge está mucho más cerca de los “logros” de un modelo neoliberal, que de un modelo “nacional y popular”.

La explicación requiere introducir mediaciones y complejizaciones que no están a mano del ciudadanx común.

Por ejemplo, evaluar qué capacidad de decisión y control hay realmente en el Estado sobre las principales palancas de la economía; en qué medida pueden pasar leyes favorables a las mayorías por el Parlamento, de acuerdo a su actual configuración partidaria; en qué medida el Poder Judicial constituye una traba contra cualquier resolución, decreto y ley de espíritu distributivo progresista; y también cuáles son las reales convicciones populares del personal a cargo de la administración del Estado. Para no mencionar la facilidad con que los intereses conservadores movilizan a la opinión pública en contra de cualquier medida popular o soberana.

De esta tensión entre representación política y resultados económicos sociales surge una situación complejísima:

  1. Buena parte de lo que ocurre en la economía no lo controla el Estado y es producto del juego de poderosos actores privados, pero eso no se ve ni se entiende. Además, ni el gobierno ni el Frente de Todos lo explicitan.
  2. La mayoría popular la viene pasando mal, y ve que el gobierno no puede o no quiere tomar medidas concretas para ayudarla.
  3. La derecha, al servicio de los mismos sectores que manejan de facto los principales resortes económicos, le explica a las mayorías que los culpables de sus penurias son quienes actualmente habitan el aparato estatal.

Según las lecturas que se hagan del actual panorama, en trazos muy gruesos se pueden distinguir opciones electorales y perfiles de los discursos que podríamos escuchar en los próximos tiempos:

  • Si se considera que todo lo que pasa en la Argentina es un desastre y que es por exclusiva responsabilidad de este gobierno, no importa cómo se defina políticamente la persona, está en la derecha y va a terminar votando a una opción que empeorará su situación personal y la del país.
  • Si se considera que existieron en estos años muchísimas dificultades objetivas y que el gobierno actuó acertadamente en todos los casos, se está encuadrado en el universo discursivo albertista y la campaña electoral se debería reducir a enfatizar los logros y méritos actuales, sin crear ninguna expectativa de cambio de rumbo. Chances electorales: cero.
  • Si se considera que hubo una herencia económica muy difícil (endeudamiento, pobreza, quiebras) y problemas externos (Covid, guerra) e internos (sequía), pero que además en distintos frentes se hizo políticamente mucho menos de lo posible, se podría sustentar una discurso electoral realista y crítico al mismo tiempo.

Audacia y creatividad

En la campaña electoral de 1988/1989, con un gobierno radical muy deprimido y desgastado por los levantamientos militares y la dificilísima situación económica-social, Raúl Alfonsín optó por promover un candidato conservador, al gusto del establishment, para mantener las chances competitivas del viejo partido al que pertenecía. Eduardo Angeloz encaró una campaña con una clara diferenciación del golpeado Presidente, asegurando que él sí se animaría a usar el “lápiz rojo” (bajar drásticamente el gasto público o achicar el Estado), que él creía que “sí, se puede” mejorar al país (frente a la reiterada limitación de aquel gobierno para ofrecer mejoras debido al crítico cuadro fiscal). Cuando se produjo la escapada de los precios al comienzo de la híper, Angeloz no dudó en reclamar la renuncia del Ministro de Economía de confianza de Alfonsín, Juan Sourrouille. El Presidente lo concedió, lo cual reforzó la imagen “opositora” del candidato cordobés.

Lo cierto es que Angeloz cosechó el increíble porcentaje del 37% de los votos, contra el 47% del triunfante Menem. Su estrategia de diferenciación frente a un gobierno desprestigiado y en una pendiente económica grave fue exitosa. Si bien es imposible que cualquier oficialismo gane una elección en un contexto de hiperinflación, fue muy efectivo, siendo oficialista, tomar distancia de lo que no podía ser reivindicado ni explicado extensamente en el fragor de la lucha preelectoral.

En el actual contexto de inmovilismo oficial, y con la calle comida por el discurso simplón pero enojado de la derecha, no se puede encarar una campaña presidencial mínimamente seria y creíble se no se asume una crítica a la actual gestión gubernamental. Que a diferencia de la derecha no debe ser ni destructiva ni denigrante, pero que debe asumir con honestidad y crudeza las limitaciones del actual mandato, planteando con mucha precisión vías claramente distintas para superar las actuales carencias.

Es evidente que no se puede reivindicar a un gobierno percibido como pinchado y claudicante.

Se debe ofrecer otra cosa, tanto en el terreno del discurso como en el de la personalidad de quienes se ofrecen a dirigir el Estado y en el contenido programático básico que se proponga. Se necesita imperiosamente gente que crea en algo, cuya trayectoria sea testimonio de esas convicciones. Personas que estén en condiciones de enfrentar el repetitivo martilleo de la derecha, que tanto ha avanzado gracias al vacío de debate y de pelea argumentativa dejado por el Frente de Todos.

Milei crece políticamente juntando gente dispuesta a votarlo. ¿Los convence de las bondades teóricas de la Escuela Austríaca de economía neoclásica? No. Crea una expectativa de cambio. No se trata de un convencimiento racional sino emocional, en el que convergen frustraciones reales y deseos de hechos contundentes que modifiquen el horizonte. ¿Sólo la derecha puede plantear cambios contundentes? ¿Quiénes son los conservadores?

El Frente de Todos viene haciendo lo contrario: con su comportamiento político aleja sectores, se desprende de partes de la base social y no entusiasma a nadie. Eso es insostenible si se pretende existir en la política argentina.

Hace falta pegar un volantazo, alineando un discurso claro, candidatxs potentes y propuestas convocantes. Sólo así se podrá dar el combate electoral por un país mejor.

Por Ricardo Aronskind

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