Tu cartelito me molesta

Actualidad 16 de octubre de 2023
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Nos viven dando indicaciones a través de carteles: Velocidad máxima, prohibido estacionar, despacio escuela, ceda el paso, no arroje basura aquí, no entre a la jaula del león… 

Y eso es porque la vida en sociedad lo requiere. Sin ese orden, no hay sociedad posible, porque los integrantes de la sociedad, nosotros, los humanos, no tenemos vocación de socializar ni de respetar. 

Pero está lleno de otros carteles que no están regulados por ningún Estado. Son los carteles con las leyes que ponen los que se creen dueños de ciertas leyes o quieren imponer con un cartelito berreta sus propias normas. ¡Y esos carteles me molestan! 

Empecemos: Uno entra a un garaje para dejar el coche y lo recibe un “La casa no se hace responsable por robos, pérdidas o daños causados a su vehículo”. Entonces… ¿en concepto de qué me estás cobrando? ¿Para qué tenés una puerta, una reja y personal, en muchos casos con uniformes tipo disfraz de policía? Te estoy dejando el auto para que no le pase nada. ¡Y eso incluye que no me rompan los faroles, que no me afanen la goma de auxilio, y mucho menos las pastillas de menta que dejé en el asiento! 

Otra: “La imagen es ilustrativa”. El eufemismo perfecto para decirte: “Lo que vas a comprar ni se parece y al lado de la foto va a ser una porquería”. Cuando me enfrento a esas advertencias, me dan ganas de tener billetes que en lugar de 500 pesos digan “el valor es ilustrativo”. 

Una que no puedo tolerar: “Sonría, lo estamos filmando”. Básicamente te están diciendo que como sos un chorro en potencia hay cámaras de vigilancia. Y no soy un chorro: soy un cliente (hasta que se demuestre lo contrario). Por otra parte, si me estás filmando, ¿qué pasa con mis derechos de imagen? ¿Qué hacen después con esas imágenes? Si me estás filmando, y me estás grabando… ¡me tenés que pagar lo que corresponde por SAGAI! 

Como si no fuese suficiente tratarme de sospechoso, ¡pretendés que sonría! No voy a sonreír por 3 razones: porque no acepto tus órdenes, porque no me gusta que me trates de chorro y porque seguramente cuando vea los precios a los que vendés las cosas más que sonreír voy a querer llorar. 

Y hablando de “seguridad” en los negocios. Hay uno que me subleva: “Deje sus pertenencias en el casillero”. Ante todo: no voy a dejar mi heladera ni mi cama ni mi bañadera ni mi ropa sucia ni a mi abuela en tu casillero. No entran mis pertenencias en tu roñoso y microscópico casillero. En segunda instancia: Lo que me estás queriendo decir es que deje mi mochila o mi cartera en el locker para… que yo no me afane nada de tu negocio. De nuevo: no soy un chorro. Soy un cliente. Solo el ladrón cree que todos son de su condición. Y deben ser muy chorros en este local. 

Como si fuera poco, tienen sistemas de alarmas, cámaras, personal de vigilancia… y si así y todo alguien les afana algo, es que todos esos sistemas son menos eficaces que una receta del FMI para generar empleo y crecimiento. 

O sea: no voy a dejar mis cosas en manos de alguien que, evidentemente, es incapaz de cuidar sus propias cosas porque ¿quién me garantiza que no me van a afanar mis pertenencias del casillero, que de paso, debe ser el lugar menos vigilado del local? 

Otro cartel mala onda: “Hoy no se fía, mañana tampoco”. Por más cartel que pongas, no vas a evitar que entre alguien a pedir fiado, porque no le importa el cartel. Le importa conseguir algo sin pagar por ello. Algunos, además, suman otro cartel que dice: “No se fía. No insista”. Como si el que viene a pedir fiado y se lo niegan fuera a decir… “uh, bueno, hay un cartel, me voy, no insisto”. NO. El que pide fiado va a insistir, haya o no haya cartel. Y ni hablar si uno es cliente habitué. Después de 20 años de comprarte, ¿porque me falten unos pesos o me haya olvidado la billetera no me vas a fiar hasta mañana? Entonces  yo no me fío de vos. Y no insistas. Ya me di cuenta: no sos de fiar. 

Siguen los imperativos: “Abone con cambio”. Mirá: yo abono con lo que tengo. El que tiene que tener cambio sos vos, no yo. Es TU tarea tener cambio para, justamente, darme el vuelto a mi, ¡que no tengo por qué tener cambio! Ni qué hablar cuando el cartel está pegado en… ¡la ventanilla de un banco! 

Hay otros carteles similares más amables, tipo: “Por favor, colabore con cambio”. Ahí ya es distinto. No es imperativo, te piden por favor, pero ojo: si al lado tenés un cartelito de “hoy no se fía, mañana tampoco”, ¡no te colaboro nada! Además, ok. Yo colaboro con el cambio, pero voy a sacar un cartelito que diga: “Por favor, colabore con no romperme el tujes con los precios”. Y ahí se verá quién posee el espíritu más colaboracionista. 

Y para terminar por hoy, porque voy a seguir con el tema, un detalle más sobre los cartelitos: La confección de los mismos. Pueden estar impresos en una hoja A4 con la impresora de tu sobrino, haber sido comprados en una feria artesanal y estar escritos con pinceles y pinturas agroecológicas, pueden incluso estar firmados por un tal Rembrandt van Rijn o garabateados con crayons por tu bebé de 3 años. No me importa. No valen nada. 

Tus leyes no tienen jurisdicción sobre mis leyes. Así que… ahorrá cinta adhesiva o pegamento y sabelo: tus cartelitos hablan mal de vos, no de mí. Obviamente no voy a terminar diciéndote adónde podés poner el cartelito. Sos libre de ponerlo donde quieras. Eso si: mi sugerencia es que lo pongas en un lugar que no queda a la vista del público… Ahí, exacto. 

Por Adrian Stoppelman * Telam

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