En busca de equilibrios internos

Actualidad 19 de febrero de 2023
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Agustín Oscar Rossi es el tercer jefe de Gabinete del Gobierno del Frente de Todos (FdT) y asume el cargo en el último tramo de la gestión de Alberto Fernández. Llega en un marco apenas más apacible que el que le tocó vivir a Juan Luis Manzur, su antecesor, hace poco más de dos años, pero también en un entorno signado por las elecciones y las pujas internas en el oficialismo.

El exgobernador tucumano llegó al cargo a instancias de la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, como el hombre providencial destinado a recuperar el liderazgo político perdido en las PASO celebradas unos días antes de su jura y que presagiaban el resultado final de noviembre. Pero poco fue quedando del empuje inicial que lo puso entonces en lista de los presidenciables. Quizás esa gran expectativa le jugó en contra.

Rossi, en cambio, no llega con esa perspectiva, sino más bien como un posible articulador para enfrentar los próximos comicios de un modo más optimista del que muchos, incluso en el oficialismo, avizoran.

Algo que puede computarse en favor del hasta ahora interventor en la Agencia Federal de Inteligencia (AFI) es su lealtad, una virtud que, en política, por no tan extendida, despierta respeto incluso entre quienes no lo quieren.
Ingeniero civil por la Universidad Nacional de Rosario, comenzó a militar en el peronismo en los últimos años de la dictadura cívico-militar y se jacta de defender valores de aquella generación diezmada por la violencia institucional. Había nacido dos décadas antes en Vera, esa localidad del Chaco santafesino donde un pequeño de rostro anguloso como el que tenía en su infancia era cantado que tenía que ser apodado «Cara de Chivo», luego apocopado en simplemente «Chivo», como se lo conoce públicamente.

Con un gran desencanto, dijo alguna vez, se alejó del PJ en los 90 ante el perfil que tomaba el gobierno de Carlos Menem. Ya había sido presidente del Concejo Municipal rosarino y pintaba para liderar ese espacio en la provincia. Vuelve al ruedo en 2002, tras el estallido del modelo neoliberal, y se integra al movimiento kirchnerista.

En la trinchera

En 2005 es elegido diputado nacional y como jefe del bloque del entonces llamado Frente para la Victoria debió, ya durante el gobierno de CFK, defender el proyecto de incremento de las retenciones al sector agropecuario. La resolución 125 del año 2008, anunciada por el entonces ministro de Economía Martín Lousteau –ahora precandidato a jefe de Gobierno porteño por el radicalismo dentro de Juntos por el Cambio– generó un levantamiento en todo el país y despertó tal enfrentamiento en la sociedad que tanto Rossi como su familia sufrieron actos de violencia en su provincia. Eso no impidió que en 2011 se candidateara a gobernador, sin suerte.
Cristina Fernández lo nombra en 2013 ministro de Defensa, cargo que vuelve a ocupar en 2019 con Alberto Fernández. El año pasado asumió en la AFI, un territorio sensible si los hay para la democracia argentina, atravesado por intereses cruzados y el que cualquier mandatario necesita cubrir con una persona no solo leal sino también ejecutiva.

Eso es lo que puede ofrecer Rossi, además de sus dotes de negociador entre todos los espacios que confluyen en el FdT. A su favor cuenta con la confianza del presidente, pero también de la vicepresidenta. Porque si bien es cierto que hubo diferencias en 2021, cuando Rossi fue a una interna contra el gobernador Omar Perotti –que había alcanzado un acuerdo con Cristina Fernández–, el tiempo suele limar asperezas y después de todo, el «Chivo» simplemente avisó que mantenía su porfía para su línea interna. Rossi puede argumentar ahora que él sigue en el mismo lugar, mientras que Perotti tiene más que ver con el cordobés Juan Schiaretti, con quien está armando una alianza peronista federal, que con el FdT, del que siempre se sintió distante.

Algunos análisis prevén que los chisporroteos con Perotti se agudizarán por esta suma de circunstancias, habida cuenta, además, de la situación de violencia narco que se vive en Rosario y que enloda cualquier intención política. Pero Rossi vivió el divorcio social como consecuencia de «la 125» para el oficialismo y la ruptura definitiva con el peronismo cordobés a fines de 2013 en medio de acusaciones por la falta de apoyo de la Casa Rosada al Gobierno de José Manuel de la Sota en el marco de una huelga policial. Sabe que no tendría mucho que ganar si por su intervención se retacea la ayuda federal.

Por Alberto López Girondo

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