Los tres ejes del rumbo chino

Actualidad - Internacional 23 de octubre de 2022
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El pasado 16 de octubre dio inicio el 20º Congreso del Partido Comunista Chino (PCCh), en el que 2296 delegados reunidos en el Gran Salón del Pueblo de Beijing —incluidos líderes provinciales, figuras militares de alto nivel, agricultores y representantes de las minorías étnicas—, elegirá la continuidad de Xi Jinping como secretario general por tercer mandato consecutivo. Este dato, sin precedente desde mediados de los años 80 cuando Deng Xiaoping limitara a dos las posibilidades de ser reelegido al frente del Partido, es leído con recelo por algunos políticos, académicos y medios occidentales quienes ya se refieren a Xi como “el nuevo emperador”. Esto no debería ser así, si antes se tomaran la molestia de entender la forma en que se organiza y justifica el poder político en China desde sus propias categorías conceptuales.

El discurso del presidente Xi tuvo varias definiciones. La mayor, quizás, cuando se refirió a que el Partido debe "perseverar en el camino" y dar continuidad a su programa. Xi llamó a profundizar lo hecho en los últimos diez años, en todos los niveles: desde la política económica hasta la diplomacia. Pero, sobre todo, convocó a trabajar por el bienestar del pueblo chino. En los próximos años, la tarea central del PCCh conducido por Xi será liderar al pueblo chino y a todos los grupos étnicos en un esfuerzo concertado para lograr la Meta del Segundo Centenario de convertir a China en un gran país socialista moderno en todos los aspectos y avanzar en el rejuvenecimiento de la nación china en todos los frentes, a través del camino chino hacia la tan ansiada modernización. 

Esto es posible por el alto grado de legitimidad del que goza el régimen chino. Legitimidad que se basa en que el Partido ofrece un gobierno “para el pueblo”. El apoyo popular es medido en términos de resultados, en la capacidad de respuesta que las políticas ejecutadas por el gobierno tienen para resolver los principales problemas de la sociedad. Esta comunión entre gobierno y pueblo se da cuando dichas políticas son percibidas como satisfactorias por un amplio conjunto de la población, cuando los que gobiernan lo hacen para el beneficio del pueblo. El Presidente Xi, en todos estos años, supo edificar su liderazgo a partir de comprender las necesidades e intereses del pueblo y ha adoptado decisiones políticas acordes a los desafíos de cada momento.    

El Secretario General del Partido tiene claro que fue necesario un gran esfuerzo de la población para superar lo peor de la pandemia. La exitosa política sanitaria de “Cero-covid” ha tenido lógicas secuelas en la economía y la vida social de los chinos. Esto llevó al mandatario a plantear en su discurso ante el Congreso del PCCh la necesidad de aplicar una serie de medidas para mejorar la vida de la población. Entre otros anuncios, señaló que se mejorará el sistema de distribución de la renta, garantizando que se pague más por más trabajo, pero a la vez solicitando a los trabajadores a alcanzar la prosperidad mediante el trabajo firme. También se manifestó a favor de promover la igualdad de oportunidades, aumentar los ingresos de las rentas bajas y ampliar el tamaño del grupo de rentas medias. 

Quiero resaltar al menos otros tres ejes que serán profundizados en los próximos años a fin de “perseverar en el camino”. En primer lugar, el enfoque en la innovación tecnológica como estrategia central para el desarrollo del país y como elemento central para avanzar en la “construcción integral de un país socialista moderno”. Si bien esto no es nuevo y China lleva años implementando políticas de largo plazo en materia de investigación y desarrollo (I+D), en su discurso Xi planteó la necesidad de orientar dichos impulsos hacia “las necesidades estratégicas nacionales” con la finalidad de ganar “la batalla en las tecnologías clave”. El Presidente Xi es consciente que su país tiene que centrarse en la innovación porque últimamente han intentado socavar el acceso de China a los chips más avanzados. Pero también porque China se propone ser un faro en materia de energías limpias, al punto que ha acuñado el concepto de “ecología civilizatoria” para señalar el horizonte al que todos los países deberían aspirar en un futuro. En este sentido, se viene hablando que China alcanzará el pico de emisiones de carbono para 2030 y logrará la neutralidad de carbono antes de 2060.

El otro eje que me parece prioritario para esta nueva era de modernización socialista es el que refiere a la política de revitalización de las zonas rurales. Este programa ha sido vital para erradicar la pobreza estructural, lo cual fue conseguido en el marco del Centenario del Partido en 2021. La fusión de la fuerza dinámica de la juventud del Partido, sumada al fortalecimiento de las capacidades locales mediante inversión en infraestructura, tecnología y desarrollo de actividades productivas sustentables en función de los procesos históricos y las características particulares de cada región, está logrando modernizar vastos sectores agrícolas y áreas rurales y mejorar en paralelo los medios de vida de la población de esos territorios. Con este programa, la élite política china busca reducir las asimetrías producidas por la velocidad del crecimiento chino, además de promover el arraigo y desarrollo local sostenido. Para lograr este propósito, ha sido y seguirá siendo necesaria la formación permanente y la consolidación de cuadros calificados para interpretar las distintas realidades territoriales.

El tercer eje que quiero mencionar se relaciona con la dinámica internacional de China. En la diplomacia que lleva adelante el PCCh conviven algunas imágenes intersubjetivas de larga data, pero también otros elementos más actuales. Esta diplomacia con características chinas se centra en ciertas premisas como la paz, la cooperación, el desarrollo y la ganancia compartida. En particular, con la llegada de Xi Jinping, China ha dado un nuevo impulso al desarrollo del multilateralismo y la democratización de las relaciones internacionales, haciendo énfasis en el rol que poseen los países en vías de desarrollo en ese proceso. En este sentido, la idea de “Destino de Comunidad Compartida de la Humanidad” ha venido funcionando como una guía para proyectos concretos de cooperación como la iniciativa de La Franja y La Ruta, la Iniciativa de Desarrollo Global y la Iniciativa de Seguridad Global, ambos proyectos presentados en el marco de Naciones Unidas.

Estos proyectos hoy pueden ser considerados como la arquitectura central para la construcción de un orden internacional más armónico y justo. Un tópico retomado por el presidente Xi en su discurso inaugural es el rechazo a toda manifestación de hegemonismo y política de fuerza. Frente a la complejidad del panorama internacional, es esencial descartar la mentalidad de la Guerra Fría que no beneficia a nadie y evitar todo tipo de injerencia en los asuntos internos de los demás países. Por eso debemos valorar la reivindicación hecha por el presidente Xi de valores como la amistad y cooperación entre los pueblos sobre la base de los Cinco Principios de Coexistencia Pacífica. Un anhelo compartido por todos los que queremos un mundo mejor. Un mundo basado en el diálogo y la confianza, donde cada pueblo sea respetado más allá de las propias realidades nacionales, y en el cual los países estén dispuestos a trabajar de la mano “para crear un porvenir aún más brillante para la humanidad”.

Telam

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