Los desafíos de las nuevas madres que eligen criar a sus hijos sin padre

Actualidad 16 de octubre de 2022
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Hay madres solas, dos madres, madres jóvenes, y otras no tanto. Madres del corazón, madres que ponen sus óvulos, madres que no los ponen, y madres que aún no tienen a sus hijos. Sin embargo, la representación de la madre tal como se la definía en el siglo XIX sigue imponiéndose, generandoculpa y angustia a quienes no responden a ese modelo por momentos tan lejano de la realidad cotidiana.

Con todo, el Día de la Madre es un buen momento para reflexionar sobre este rol en la sociedad actual. Un rol que, a pesar de haber mutado, sigue aún en muchos ámbitos asociado a una mujer joven, radiante, exitosa en lo laboral y en general, con un hombre a su lado.

 
Miriam lo sabía. Como también sabía desde que tenía uso de razón que su mayor anhelo era ser madre, “vivir en esta vida en y por alguien, más allá de tener o no una relación de pareja”. Así comenzó a contar a Infobae lo que fue su camino para formar la familia que hoy integra con sus hijas Reina y Rocío, de 15 años.

Miriam quería ser mamá, de eso no tenía dudas.“Después de transitar durante años los desgastantes, agotadores y burocráticos trámites de adopción, los cuales parecen más engorrosos cuando se realizan en forma uniparental, y después de vivir una experiencia dolorosa de una guarda con fines de adopción, en plena depresión llegó a mis manos un periódico con una amplia nota titulada ‘Otras formas de ser madre’”. Llegaba casi a su fin el año 2004 y ella tomó titular casi como una señal.

En el artículo periodístico se detallaban los distintos tratamientos de fertilización que existían y se preguntó si podría ser ese el medio por el cual lograría cumplir su deseo.

La mujer contó su idea a sus padres -Raúl e Inés-, de quienes, como siempre, recibió total apoyo para lo que fuera que ella decidiera. “Sin ese sostén hubiera sido muy difícil tomar la decisión -recordó-. Además, el apoyo espiritual del sacerdote que me guiaba en la fe, el Padre (f) Omar Di Mario, reforzó mi deseo, sabiendo que siempre María me acompañaría”.

Así fue que Miriam comenzó a involucrarse en un mundo totalmente desconocido para ella: el de la fertilización asistida. “Recorrí varios centros de fertilidad hasta que llegué a Halitus, el único lugar en donde todas las personas que me atendieron demostraban humanidad y no se me veía con cara rara por ir sola a consultar”, contó Miriam, quien durante su tratamiento y embarazo fue seguida por el director médico de la institución, Agustín Pasqualini”.

“Nunca había estado embarazada, y había pasado ya por una operación importante de útero, por lo que enseguida comenzaron los múltiples estudios, una intervención previa, y la realización de cinco tratamientos de inseminación artificial”, relató Miriam su periplo, que siempre contó además con el apoyo del gabinete psicológico de la institución.

Al llegar al quinto tratamiento, Miriam había decidido que sería el último, por lo que escuchar de su médico aquel “lo logramos, te felicito” al darle el resultado positivo del test de embarazo, fue enormemente emocionante para ella.

Para más, a falta de un bebé, ¡eran dos! los que venían en camino. Luego supo que eran mellizas.

Miriam recuerda su embarazo como “maravilloso”, a pesar de que en medio de su espera más deseada a su madre le detectaron una enfermedad terminal y falleció dos meses antes del nacimiento de sus hijas. Las nenas nacieron por cesárea, en la semana 38 de gestación, el 1 de junio de 2007: Reina Inés pesó 2 kilos 628 gramos y Rocío Camila 2 kilos 078 gramos, y el día del alumbramiento su mamá cumplía 47 años.

El abuelo fue fundamental en el acompañamiento de esta familia de tres que acababa de nacer, y así fue su rol hasta que falleció, en agosto de 2019.

Ser mamá sola en pleno confinamiento pandémico
Ludmila se convirtió en mamá a los 44 años, en agosto de 2020, en plena emergencia sanitaria global por el COVID-19. Fue con sus propios óvulos vitrificados, luego de haberlo intentado por más de diez años con su ex marido.

A los 33 años estaba casada y creí llevarme el mundo por delante”, comenzó a contar la mujer que, como tantas otras pospuso la maternidad cuando creyó que tenía tiempo de sobra para ser madre cuando ella quisiera. “Me dediqué a la carrera, el posgrado, la casa, el auto, y cuando estábamos ‘acomodados’ dejé de cuidarme y no quedé -recordó-. Pasó un año, hicimos un viaje para quitarle presión al tema, y tampoco”.

Y luego de un año de someterse a tratamientos de baja complejidad, como estimulaciones ováricas e inseminación artificial, decidió consultar en Halitus. “Aparecieron cuestiones como trombofilia, una pérdida de 8 semanas y después no quedaba directamente”, resumió un tiempo en el que seguro abundó la angustia y la ansiedad.

En 2011 hizo su primer tratamiento in vitro, pero tampoco funcionó.

Por diversos problemas de pareja, en 2013 se separó de su marido. Y en 2014 decidió criopreservar óvulos: tenía 38 años, y si bien en ese momento no estaba emocionalmente en condiciones de insistir, el deseo de ser mamáestaba intacto, y también la conciencia de que el reloj biológico podría complicar más aún las cosas más adelante.

“Empecé a recorrer un camino relacionado con el autoconocimiento, conectarme con lo que me hacía bien, y en 2018 sentí que me había estabilizado desde lo emocional y quise retomar mi búsqueda -continuó-. En ese momento mi prepaga no quería cubrirme el tratamiento en Halitus, donde yo tenía mi historia clínica, y -fundamentalmente- mi material genético preservado”. Con la burocracia en contra, Ludmila ganó un recurso de amparo, la prepaga apeló y en julio de 2019 obtuvo una segunda instancia favorable.

Superado este escollo, hizo su aparición en escena un problema autoinmune, que complicaba la irrigación de su endometrio, y la tuvo bajo una dieta super estricta durante un año. “No podía comer azúcar, harinas, y sus derivados porque estimulan la inflamación de estos tejidos y mi útero no estaba bien irrigado para recibir un embrión”.

Así fue que luego de un primer intento en septiembre de 2019 con óvulos frescos y una nueva fertilización in vitro en noviembre con sus óvulos criopreservados, en pleno confinamiento por el COVID-19 llegó su amada bebita a su vida.

Entre tanto, Ludmila había conocido a un hombre en 2018, que hoy forma parte de sus vidas. “El rompecabezas se fue acomodando -reconoció-. Yo no buscaba un padre, buscaba una pareja que me quiera acompañar en esto”.

Cómo fue ser madre sola

Miriam definió su experiencia como “contradictoria”. “Por un lado tuve el apoyo de mis familiares y allegados, que me querían bien, que no cuestionaron absolutamente nada y solamente me acompañaron. Pero también tuve dentro de mi entorno de personas que supuestamente eran cercanas a mí que tuvieron actitudes raras -recordó-. Muchos me recomendaban que era mejor mantener una figura de madre abandonada, o un padre ausente, antes que un padre inexistente, que era la realidad”.

“Entre esas personas hubo un profesional médico que tenía una relación muy cercana a mí, que incluso llegó a decirme que era antinatural traer hijos al mundo sin un padre -destacó-. Por eso siempre rescato el apoyo que me dio el sacerdote, el apoyo de mis padres que eran gente muy mayor y estaban estructurados a otra realidad y nunca me hicieron un planteamiento”.

Y si bien en ese momento Miriam no conocía otros casos como el suyo en el país, aseguró que no se considera una pionera. “Yo lo que quería era ser madre, y lo fui -aseguró-. Mi mamá siempre me decía que había que ser muy valiente para hacer lo que yo hice; yo no me consideré nunca tan valiente, yo siempre tuve el deseo de querer vivir para alguien y ese vivir para alguien era ser madre”.

“Todavía no lo puedo creer”, dijo Ludmila ante la pregunta de si ser mamá era tal como lo había imaginado. “Después de 10 años de soñarlo, por momentos pensé que no me iba a pasar; la verdad es que la realidad superó lo que todos me decían”, reconoció.

En pandemia, con protocolos super estrictos, Ludmila tuvo su cesárea en la semana 38 de gestación. La acompañó una amiga, que fue su doula, y a la distancia se sintió “muy acompañada por seres muy queridos”.

Los abuelos conocieron a su hija el Día de la Madre de 2020, con tres meses de vida. “Mucha gente vivió la pandemia como algo tremendo y si bien lo es, yo viví otra realidad; si bien preocupada por la situación, en un punto estaba cumpliendo mi sueño -aseguró-. Todo lo que quería y por lo que luché lo tengo conmigo, estoy maravillada”.

El momento de contarles “cómo vinieron al mundo”

Más tarde o más temprano, la pregunta llega. ¿Cómo nacen los bebés? ¿Y mi papá?

Ludmila aún no lo pasó, pero cree que en el momento de explicarle a su hija acerca de su origen dirá la verdad: “que es fruto del amor”. “Diez años de búsqueda sólo se sostienen en base al amor y un deseo muy fuerte de maternar. Todo lo que tuve que hacer fue para llegar a esto, y eso es lo que le diría”.

Miriam sabía que en algún momento sus hijas podrían preguntar y siempre supo que la respuesta sería de acuerdo a las inquietudes de cada edad. “Siempre la base de todo fue la verdad, y la misma es que en nuestra familia no existió ni existe un padre”, dijo en este punto, y agregó: “La primera vez fue con menos de dos años, después de cambiarles los pañales, Reina, observó debajo del vidrio en una mesa de luz, una foto de ellas y al lado otra mía a la edad de ellas junto a mi papá joven. Ella, señalando las fotos mencionó sus nombres y en la siguiente, nombró ‘Reina, papá…’ a lo que yo le respondí que ahí no había papá, que ese era el abuelo. Inmediatamente ella expresó de nuevo señalando cada foto, Reina, Rocío, mamá, abi -como le decían al abuelo-”.

Pasaron unos cuatro años hasta que, en una parada de colectivo Rocío le preguntó “mamá, cómo nos tuviste a nosotras si no tenés novio?”. Miriam no dudó en responderle que había ido a un doctor que ayuda a quienes quieren ser mamás solas.

“Ese día les dije si quería conocer el lugar donde yo había realizado los tratamientos y al doctor Agustín, y me dijeron que sí, por lo cual coincidimos en que iríamos -recordó-. Ellas ya sabían de Agustín, además de escucharme que todos los 1 de junio no dejé en estos 15 años de llamarlo para agradecerle que mis hijas cumplen años”.

Miriam destacó que las mellizas “siempre transitaron su crecimiento sin ningún tipo de conflicto por la concepción de esta familia”. “Gracias a Dios cambió mucho la sociedad -destacó-. Nunca tuve un inconveniente en el día a día de nuestra familia, incluso cuando las inscribí en un colegio parroquial, y creo que eso es por decir siempre la verdad”.

Los desafíos de las nuevas maternidades

“Entre muchos de los cambios que trajo el nuevo milenio, aparecieron las nuevas familias. En ese contexto, el rol tradicional de la madre, se diluye dando paso a otras formas de maternar acompañadas por los avances en medicina reproductiva que permite arribar a ese rol desde diferentes lugares”. Así comenzó a analizar la licenciada en Psicología Patricia Martínez (MN 24411) cómo “el rol materno ecléctico se impone por encima del ideal de madre tradicional inspirado tanto en la religión cómo en la literatura”.

Y tras asegurar que “la transformación de la familia actual lleva a pensar en roles dinámicos e intercambiables por encima de lugares estancos”, amplió: “Cuando hablamos de rol aludimos a una función o a una acción. Mientras que cuando hablamos de madre hablamos de un sujeto que es mujer y es una sola (género y número). En el mundo de hoy, digitalizado, nómada y global, la familia fue mutando y armando sus propias figuras que difieren de la triangularidad clásica, nuevos formatos inspirados en otras geometrías fueron ocupando un lugar en la conformación social actual. Así vemos familias extendidas por ensamble, familias co-parentadas, familias por donación genética, familias por subrogación, etc”.

Así las cosas, ¿qué desafíos enfrentan las madres de hoy? Para la especialista del Departamento de Crianza y Orientación a padres de Halitus Instituto Médico, “en el ser humano el deseo de un hijo, muchas veces está condicionado por exigencias e ideales sociales y culturales. En la cultura actual, en determinado momento de la vida, y con ciertas conquistas resueltas, el paso siguiente e ineludible para la mujer, pareciera que tiene que ser la maternidad”.

“Probablemente esto sea parte del camino que la sociedad traza para el desarrollo del ser humano adulto, pero la realidad se impone por encima de los ideales y los mandatos sociales -analizó la especialista-. En todo caso, la sociedad impone tiempos, ritmos y momentos para cada cosa, la aparición del deseo de un hijo permitirá que esa capacidad aparezca en escena posibilitando que se genere un vínculo allí”.

La crianza o las crianzas de este nuevo milenio apuntan a la observación de la singularidad de cada niño, al desarrollo de la independencia y al respeto por la diversidad. Y en este punto, Martínez incorporó el concepto de “ahijar”, más que “maternar”. “Se materna con la representación que tenemos de nuestra propia madre, con los ideales y los modelos. Quizá el concepto de ahijar sea más amplio e integre, además de la imagen de nuestros cuidadores, la propia imagen de nosotros como niños”, propuso.

“En general, las madres de hoy criadas en el siglo pasado por madres amas de casa dentro del modelo clásico judeocristiano no estaban preparadas para estos desafíos, por lo cual debieron aprender a criar sin guía y sin libreto porque el manual que traían les quedó obsoleto”, observó la especialista, y concluyó: “Quizá el verdadero desafío de hoy está centrado en poder ahijar más que maternar, con el acento puesto en la singularidad del niño por encima del mandato social de la maternidad”.

Nota: infobae.com

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