Mi amigo el juez

Actualidad 13 de octubre de 2022
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Tres escenas posibles. Un fiscal anticorrupción fue demasiado amigable con la marca y dejó escapar al delantero rival, que quedó cara a cara con el arquero, un morocho fornido que en los tribunales de Córdoba es secretario en el Fuero Penal pero aquí, en esta cancha, tiene la valla menos vencida. Un defensor fue expulsado por una entrada dura a un jugador adversario. Se putearon, pero en unos días tendrán que verse las caras en los pasillos de tribunales. Un juez que jadeaba con la cabeza reclinada, mira fijo la pelota que descansa sobre el punto del penal. El secretario de renombre espera la orden del árbitro. Gol. Abrazos, festejos, reproches y tercer tiempo: el momento de los intercambios.

Durante nueve meses -entre marzo y noviembre- escenas como esas se repiten en el Torneo de Fútbol del Colegio de Abogados de Córdoba que reúne a jueces, secretarios, fiscales, abogados de la matrícula -quienes ejercen de forma privada- y otros empleados del Poder Judicial. Se enfrentan en una cancha de fútbol y se encuentran en el tercer tiempo, donde entre asados, vinos y fernet tejen el espacio de socialización que configura el mapa judicial de la provincia. No hay normativa que impida a abogados y funcionarios judiciales compartir un equipo de fútbol. Lo que sí existe es la obligación de los jueces de ser, además de independientes, imparciales. Y el deber de todos los fiscales de controlar la legalidad de los procesos judiciales. 

Del torneo del Colegio, como se lo conoce popularmente, participan cerca de 50 equipos donde al menos 16 deben ser abogados. Ahí está la clave: esa inmensa mayoría de abogados es la que puede otorgar los avales de respaldo para las candidaturas al Consejo de la Magistratura provincial, el órgano encargado de realizar concursos públicos para seleccionar jueces, juezas, fiscales y demás funcionarios/as.

Para ser candidato a consejero en Córdoba es necesario tener avales del tres por ciento del padrón del Colegio de Abogados de la provincia. En el tercer tiempo, entonces, los hombres del Derecho circulan listas de avales para candidaturas: el piso legal mínimo para competir hoy es de 450 firmas. Pero los avales no son sólo firmas: las planillas traen casilleros para completar con nombres y apellidos, y ahí es donde entra en juego el prestigio. Un apoyo de renombre constituye una especie de fianza moral que no sólo suma un voto sino que abre puertas en el mapa judicial de la provincia. 

Este espacio de socialización crea vínculos de reciprocidad, diría el antropólogo polaco BronisÅ‚aw Malinowski. Cada obligación, cada aval, tiene su contrapartida y las personas se obligan de manera recíproca. Dar un aval genera una especie de deuda entre las partes. Si alguien opta por no acompañar probablemente estará cerrando la puerta a una lista de contactos. En palabras de Malinovski: “Cada cadena de reciprocidad se va haciendo más fuerte al convertirse en parte y conjunto de un sistema completo de prestaciones mutuas”.

Este tipo de acuerdos -claramente- no son escritos: lo no dicho constituye la piedra angular sobre la cual se erige la efectividad y perdurabilidad de esos vínculos. En estos torneos sus participantes saben quién es quién y, generalmente, no es necesario -y mucho menos aconsejable- hablar de favores. En esta especie de disimulo colectivo se consolidan lazos de larga duración. Funciona como el silencio: si lo mencionas, desaparece.

Estos lazos y sus influencias en concursos y causas judiciales trascienden la sangre, los orígenes familiares y pone en el centro a los trayectos, recorridos  profesionales donde los contactos son imprescindibles y el tiempo un elemento clave. La cita de cada semana en el predio de Saldán, una localidad cerca de la ciudad de Córdoba, consolida un fuerte sentido de pertenencia y acceso a espacios de poder. 

Se trata de un mundo de interconocidos, donde las personas saben que volverán a encontrarse tanto en espacios recreativos como en sus ámbitos laborales. Los jugadores de fútbol y espectadores forman parte y habitan el mismo universo y, como sucede en cualquier otro mundo social, este “conocerse” abre puertas. Muchas puertas.

El arquero del Liverpool

El mediodía del 23 de agosto el arquero del Liverpool fue tendencia en redes sociales y medios de Argentina. En su Derecho a la Defensa en la causa Vialidad -después del pedido de 12 años de prisión y la inhabilitación perpetua para ejercer cargos públicos- la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner señaló el vínculo entre los jueces y fiscales de la causa y el ex presidente Mauricio Macri.

—¿Quién los sobresee? El arquero del Liverpool. El arquero del mismo equipo que juega en Los Abrojos (propiedad de Mauricio Macri) con el presidente de este tribunal, que es Giménez Uriburu, con (Diego) Luciani, que es el fiscal. Ellos son, a ellos los protegen y a ellos no les va a pasar nada —dijo.

Miles de personas siguieron la transmisión en vivo por redes sociales -en apenas pocas horas el video entre Facebook y YouTube superó el millón de visualizaciones- y todos los canales de noticias. 

Cristina ya había hecho referencia a estos lazos cuando salió a la luz una nota de Página 12 que exponía esos vínculos. Entonces, su sentencia en Twitter fue contundente: “El Poder Judicial argentino apesta”.

La red de vínculos socio afectivos y profesionales del fútbol amateur –en Córdoba, Los Abrojos y otros tantos a lo largo y ancho del país– da lugar a intercambios entre sus integrantes: jugadores de fútbol que también son miembros del Poder Judicial. A esto se refiere el sociólogo Marcel Mauss con el concepto de don y lo describe como un hecho social que genera tres obligaciones básicas: dar, recibir (aceptar) y, la más importante, retribuir. En ese dar, dice el autor, existe un espíritu llamado hau, un hilo que vincula a los participantes a través de las continuas transacciones. Este hilo nunca se detiene y, por el contrario, genera contacto permanente entre quienes “ingresan” al equipo.

Este hecho social es gratuito, supuestamente desinteresado y obligatorio a la vez. Aquí no existe, al menos de forma explícita, precio ni retribución alguna; y los vínculos que se generan son más prolongados que en cualquier contrato.

El secreto de las relaciones generadas por el don es que las expectativas de quienes entablan un vínculo esconden intereses que no manifiestan abiertamente. Si una conducta es exigida de manera explícita estaríamos antes la lógica del contrato y no la del don, los lazos sociales serían más efímeros y socialmente mucho menos significativos. Se perdería la magia. 

En el Torneo del Colegio no hay contrato, tampoco los tiene “el arquero del Liverpool” en la quinta Los Abrojos. Allí opera la lógica del don y es por eso que los lazos sociales entablados en partidos y terceros tiempos entre jueces, fiscales, abogados son sólidos y perdurables. Acuerdos que no se nombran pero se defienden como si fuese una final, colgándose del travesaño y revoleando la pelota en cada despeje, si es necesario.

El fútbol de los varones

Si el fútbol es una puerta de ingreso y ascenso en el ámbito del Poder Judicial, ¿qué lugar tienen las mujeres en estas trayectorias?   

En los últimos años en las diferentes provincias del país han surgido torneos de fútbol femenino de los Colegios de Abogados, la mayoría de ellos a solicitud de las propias colegiadas.

En Tucumán, por ejemplo, poco antes de la pandemia algunas abogadas pidieron las instalaciones del predio Los Nogales para jugar al fútbol y lograron hacer reuniones que fueron luego retomadas en 2022. “Son encuentros recreativos donde cualquier persona puede jugar y por lo general no hay una regularidad. Cuando se organizan las chicas se cede el espacio”, cuenta Marcela Venecia, titular de la Comisión de Género y Diversidad del Colegio de Abogados de esa provincia.

En el Colegio de Abogados de La Plata la historia es diferente. Las jugadoras matriculadas llevan más de una década jugando, con varios campeonatos ganados en las Olimpíadas del Colegio de Abogados de la Provincia de Buenos Aires que se realizan cada año en Mar del Plata. Las jugadoras se reúnen meses antes para entrenar una vez a la semana. Esto es así desde hace 14 años: hoy el fútbol femenino es una de las disciplinas con más convocantes entre abogadas.

¿Qué tienen en común en la organización del fútbol femenino de los Colegios de Abogados del país? La falta de torneos o encuentros con un sentido profundo de regularidad. La mayoría de los espacios donde se desarrolla el fútbol femenino son intermitentes. 

Esos campeonatos no se equiparan con los espacios de socialización de los varones, sino que están relegados a un papel secundario, residual. No sólo porque suelen jugarse en días laborales sino porque la falta de asiduidad de esos encuentros impide crear continuos intercambios, no existe el hau, falta ese hilo que las vincula.  

La mirada de la ciudadanía

Los apellidos tienen peso a la hora de abrir caminos profesionales pero la llave más importante para acceder al Poder Judicial argentino pareciera estar en los trayectos y en ese andar, jugar al deporte más popular del país se vuelve una táctica casi infalible. 

En esos encuentros conviven, hay intercambios, brindis y hasta vínculos afectivos. Hay fotos y abrazos, guitarreadas y asados que alcanzan la madrugada. La ciudadanía observa y enciende sus alarmas. 

La desconfianza no descansa en rumores: el sistema judicial argentino tiene un largo historial de silencios e injusticias para con el pueblo, y esto late en una memoria colectiva. De ahí, el reclamo de transparencia al que parece ser el menos democrático de los tres poderes del Estado.

Esa mirada ciudadana pretende hacer valer la garantía de que todos los jueces decidan los casos de manera independiente y con imparcialidad. Jueguen con quién jueguen y dirija quien dirija.

Por Nicolas Cocca y Daniela López * Anfibia

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