De guerras, locuras y holocausto atómico

Actualidad - Internacional 13 de septiembre de 2022
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Mark Warner, senador demócrata por Virginia, elogió en un reciente reportaje a la CNN los presuntos éxitos de la contraofensiva que el régimen de Kíev lanzó finalmente en la región de Járkov, al nordeste del país, calificándola como una operación “ucraniano-norteamericana”.

El legislador subrayó el apoyo activo de los EE.UU. y sus aliados de la OTAN, así como el intercambio de inteligencia entre Washington, Londres y Kíev, “fundamentales para ayudar a las tropas ucranianas a hacer grandes ganancias”.

Warner afirmó que “este tipo de colaboración muestra la fuerza de nuestra inteligencia militar combinada” y puntualizó que los servicios de inteligencia británicos y norteamericanos “están trabajando con los ucranianos”.

El titular del Comité de Inteligencia del Senado de los EE.UU. calificó estas acciones como “un tremendo apoyo de los Estados Unidos y nuestros aliados de la OTAN”. La publicitada contraofensiva ucraniana concentró una masiva agrupación militar que cuenta con una gran provisión de armas suministrada por Washington y sus aliados occidentales.

Según datos del Pentágono, desde principios de febrero (es decir antes de lanzar Rusia su “operación militar especial”), la administración estadounidense entregó a Ucrania 47.000 toneladas de armas y tecnología militar.

Estados Unidos desplegó 140 sistemas de artillería y 660.000 proyectiles y misiles para ellos, 41.000 sistemas portátiles de misiles para combatir objetivos blindados, 1.400 sistemas portátiles de misiles antiaéreos, 15 helicópteros, 18 lanchas patrulleras, 38 radares, 10.200 ametralladoras y pistolas, unos 63,8 millones de rondas de armas pequeñas. Para la entrega de todas las armas y equipos, se utilizaron 28 barcos, 67 trenes, 1500 remolques, se realizaron 754 vuelos a Europa. Según el Departamento de Defensa de EE. UU., la mayoría de las armas fueron entregadas en la ciudad polaca de Rzeszow, cerca de la frontera con Ucrania.

Sin embargo y ante las constantes denuncias de corrupción y desvío de los armamentos hacia el mercado negro, Washington se vio obligado a conformar una comisión especial que es la que ahora controla y supervisa el tráfico de los equipos militares.
El Kremlin advirtió en reiteradas oportunidades que estos equipos, así como el personal militar que los acompañe y los instructores que adiestren a los efectivos ucranianos, serán considerados como parte beligerante.

Las autoridades de las repúblicas independientes de Donetsk y Lugansk, en el Donbass, cuyas milicias populares forman parte de las fuerzas aliadas con Rusia, denuncian que las operaciones ucranianas ya son directamente planeadas y dirigidas por oficiales norteamericanos y británicos. Vladímir Rogov, dirigente de la administración local de Zaporozhie, afirmó que “toda la coordinación en la línea de fuego es realizada por británicos y, algo menos, norteamericanos. En realidad, contra nosotros en el territorio de la región combaten efectivos anglosajones de la OTAN”.

A esto se agregan miles de mercenarios convocados y financiados por la OTAN, entre los que sobresalen los miembros de la conocida compañía privada militar Blackwater, de terrible fama asesina en Libia, Irak y Afganistán. El portal ucraniano “Straná” publicó videos donde se registra la entrada de mercenarios norteamericanos a la ciudad de Izium, en el norte de la región de Járkov, acompañados por un equipo de la CNN.

Tanto Moscú como los lideres del Donbass advirtieron que con ellos no rigen las normas de las convenciones de Ginebra y, por lo tanto, serán sometidos a juicio sumarísimo. De hecho, tres “soldados de fortuna” ya fueron condenados a muerte por un tribunal en Donetsk.

Los efectivos extranjeros asumieron la conducción de la contraofensiva ante la pasividad de los miles de ucranianos afectados por la masiva movilización dispuesta por Kíev, sin mayor adiestramiento militar. En las unidades ucranianas la deserción es muy marcada ante la permanente ofensiva artillera y aérea rusa, día y noche.

Las fuerzas aliadas han culminado su reagrupación luego de abandonar algunas ciudades y poblados en el límite norte del Donbass. El líder checheno Ramzán Kadyrov, quien conduce directamente a sus diez mil voluntarios en el frente de combate, anunció hoy que a los ucranianos les aguarda “una agradable sorpresa”, y agregó que las localidades ocupadas por los efectivos de Kíev “pronto serán recuperadas”.

Como resultado de poderosos ataques misilísticos, en Járkov, la ciudad más importante del este ucraniano, y sus aledaños se produjo un corte masivo de electricidad y se interrumpió el suministro de agua potable. El alcalde de una ciudad que siempre ha permanecido en poder del gobierno de Kíev, anunció su impotencia en recursos para resolver los cortes en un plazo breve.

Mientras tanto, continúan los bombardeos ucranianos sobre la usina atómica de Zaporozhie, la más poderosa de Europa. Las autoridades prorrusas de Energodar, la ciudad vecina a la central, informaron que por ahora la central mantiene intactas sus defensas. El titular de la Agencia Internacional de Energía Atómica, el argentino Rafael Grossi, anunció hoy que inauguró consultas con Ucrania y Rusia tendientes a interrumpir los ataques contra la central. Por otra parte, aunque la usina está desde marzo controlada por los efectivos rusos, su funcionamiento sigue en manos ucranianas.

Kíev trasladó hasta la ribera occidental del río Dniepr, que separa en la práctica el occidente y el oriente de Ucrania, sistemas misilísticos HIMARS y obuses M777, de producción norteamericana, con los que efectúa los ataques contra la ribera oriental, donde se encuentra la central atómica. Sin embargo, las tropas aliadas de Rusia y las repúblicas del Donbass rechazaron todos los intentos de comandos ucranianos dirigidos por sus instructores norteamericanos y británicos, por desembarcar en las cercanías de la usina con el objetivo de apoderarse de ella.

El desarrollo de las acciones bélicas tiene un significativo correlato político. La población ucraniana comienza a protestar por la dura crisis económica en la que la sumió la aventura del régimen de Kíev. Hasta ayer, las bajas ucranianas provocadas por la contraofensiva, según el Ministerio de Defensa ruso, superaban los cuatro mil muertos y casi diez mil heridos. Los hospitales de ciudades como Nikoláiev o la propia Járkov se encuentran abarrotados y casi sin recursos para atender los heridos.

Por otro lado, se agudiza el enfrentamiento interno en el propio gobierno de Kíev. Vladimir Zelenski, elegido presidente desde su popularidad como comediante televisivo, sigue expulsando antiguos productores y colaboradores regionales, a los que acusa de traición. Los auspiciantes occidentales, interesados en la persistencia del conflicto cuyo objetivo final es aislar a Rusia y provocarle el colapso político y económico, ya están buscando posibles reemplazantes. Al promocionado comandante en jefe de las fuerzas armadas, el general Valerii Zaluzhni, ahora comienza a oponérsele otro general: Alexandr Syrskii, jefe de la contraofensiva, directamente subordinado a las órdenes y directivas del Pentágono.

Aunque la disputa por el poder parecía estar planteada para el final de la contienda, su desarrollo no aparenta ser favorable a Kíev y, por lo tanto, la pelea interna se agudiza.

El grave peligro estriba en la eventualidad de algún militar enajenado que decida resolver el enfrentamiento con un ataque “final” e intente destruir la central atómica. Y sobre el mundo se cierna el fantasma del apocalipsis. Para evitarlo, como ya comienzan a reclamarlo los líderes europeos, principales damnificados de la catástrofe nuclear, sólo hace falta que se cumplan los antiguos acuerdos de Minsk, suscriptos por Kíev, la repúblicas del Donbass, Alemania, Francia y Rusia, que preveían una salida política al conflicto interno ucraniano, y que se firme el tratado de paz cuyo borrador fue concertado en Estambul en marzo de este año y luego ignorado por Kíev.

La acción bélica se está convirtiendo en un real enfrentamiento entre Rusia y la OTAN y cada vez tiene menos componente simplemente ucraniano. Esto hay que detenerlo. Es prioridad de toda la comunidad mundial. También de la Argentina. La tribuna de la inminente Asamblea General de la ONU es la plataforma ideal para poder salvar este punto crítico de toda la Humanidad.

Por Hernando Klemans

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