Fortuna. Crisis de la teoría macroeconómica

Economía 10 de agosto de 2022
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En las delicadas circunstancias políticas, sociales y económicas por las que atraviesa la Argentina  es menester revisar las brasas de esta hoguera de las vanidades antes que el humo subjetivo que emanan. No es que los individuos no importan, pero hasta Superman tiene que vérselas con la kryptonita, que es tan verde como el dólar.

La revista británica The Economist, para tirar la piedra de que la economía mundial se enfría en un verano boreal que por efecto del cambio climático está cocinando a fuego lento a cuanto bicho que camina, especula que “si el mundo emerge de la recesión que se avecina con la inflación bajo control y en el camino hacia formas de generar energía más seguros y ecológicos, el dolor no habrá sido en vano”. Esto al tener en cuenta que el impulso maestro de la inflación proviene del “aumento vertiginoso de los precios mundiales de los alimentos y la energía y la interrupción de las cadenas de proveedores, que están elevando el precio de los bienes importados. (…) Algunas escaseces ya se están aliviando. Los precios del trigo han bajado casi un 40% desde su máximo reciente en mayo. Los precios del petróleo también han estado cayendo últimamente”.

“Desafortunadamente, la escasez de gas en Europa está empeorando” y por lo tanto, el PIB del Viejo Continente caerá “quizás de manera abrupta en economías expuestas como Alemania (aunque) de la misma manera que una recesión debería purgar la economía estadounidense de su problema de inflación, Europa podría salir de la recesión habiendo superado su complacencia sobre la generación de energía (…) y los gobiernos que antes se mostraban escépticos acerca de la energía nuclear, una parte esencial de una red de energía baja en carbón, están reconsiderando su oposición a ella”, consigna el semanario. Ofertistas de principio al fin, este medio conservador plantea que la salida viene de la mano de una especie de fase A de ciclo de Kondrátiev. Se llama así por el economista ruso Nikolái Kondrátiev (1892-1938) quien concibió el desarrollo capitalista comandado por un ciclo de hasta 60 años, la mitad del cual corresponde al auge (fase A) y la que le sigue a la declinación (fase B).

La fase A se desata cuando se ponen en marcha dos o más tecnologías novedosas que convocan capitales sin parar porque están destinadas a cambiar el modo de vivir de los seres humanos. En su momento, por ejemplo, los trenes. Eso supone que los salarios (es decir el componente clave de la demanda efectiva) le sigue el paso al proceso yendo al alza del poder de compra, cosa que los ofertistas desdeñan. Es ese desapego ideológico al papel de la demanda, lo que precisamente habilita para calificar su hibrida postura de ofertista. Lo único cierto en todo esto, es que si no hay a quién vender nadie invierte, por más audaces que sean los medios para incitar la inversión o por más novedosas y prometedoras que sean las innovaciones tecnológicas del momento.

China y los Estados Unidos

Las dos economías más grandes del mundo, la de los Estados Unidos y la de China, están yendo para abajo, al igual que la europea. Un cable de la agencia Bloomberg (31/07/2022) informa que la actividad fabril de China se contrajo inesperadamente en julio, mientras que las ventas de propiedades continuaron reduciéndose. Se constata la fragilidad de la recuperación de la economía en medio de brotes esporádicos de Covid y se suma a los pedidos de más políticas de estímulo para impulsar el crecimiento. Otro cable de la misma agencia, de un par de días después, señala que la industria siderúrgica va muy para atrás y pone en boca de Li Ganpo, fundador y presidente del gigante Hebei Jingye Steel Group, la afirmación de que casi un tercio de las acerías de China podrían declararse en quiebra en una situación que probablemente dure cinco años.

Los muy serios problemas que tienen los bancos para cobrar los créditos al sector inmobiliario, determinaron que se corte ese flujo. Eso llevó a una caída en las ventas de viviendas, que en abril último fue del 47 % y prosigue declinando. El impacto en la construcción, que explica el 20 % del PIB chino hizo efecto dominó en los sectores proveedores, entre otros el siderúrgico. Ya es un lugar común la opinión de China es difícil que vuelva a las tasas récord de crecimiento del PIB. Qué las acciones chinas coticen 45% por debajo de las estadounidenses, que tuvieron un primer semestre pésimo aunque se estén levemente recuperando, para los interesados confirma el agüero. Lo mismo implica que el comercio exterior signifique el 36% del PBI, en un mundo que se cierra en general y para China en particular. El enorme mercado interno, por ahora, no luce como opción.

Para los países pobres es una muy mala noticia, dado que China es su mayor prestamista bilateral. Por estos días negoció la refinanciación de la deuda de Zambia, para que el país del sur de África, que incumplió sus deudas durante la pandemia, pueda acceder al crédito del FMI. Comenta el Wall Street Journal acerca de esta movida, que es «la primera prueba real de un proceso impulsado por el G-20 a fines de 2020 con el objetivo de lograr que China (…) se una a los esfuerzos internacionales de alivio de la deuda cuando estos países tengan problemas de pago».

La economía de los Estados Unidos cayó un 0,9 % en el segundo trimestre de 2022. En el primer trimestre del año había declinado el crecimiento del PIB en 1,6 %. De acuerdo a la sabiduría convencional, habría entrado en una «recesión técnica»: dos trimestres consecutivos de contracción económica.

Muchos economistas consideran que la definición de dos trimestres es demasiado limitada porque no tiene en cuenta otros indicadores más allá del desempeño del PIB real. Los economistas de Biden niegan que los Estados Unidos hayan entrado en recesión. Para el economista norteamericano de derecha dura, Robert Barro (PS 01/08/ 2022), la métrica de «dos trimestres consecutivos no ha tenido falsos positivos desde 1948», y «dos trimestres consecutivos de crecimiento negativo del PIB real han pronosticado consistentemente una recesión para los últimos 74 años”.

Para determinar qué califica como una recesión,  la Oficina Nacional de Investigación Económica (National Buro Economic Research: NBER, el INDEC norteamericano) considera un montón de indicadores de actividad económica. En forma bastante vaga define que una recesión es «una disminución significativa en la actividad económica que se extiende por toda la economía y que dura más de unos pocos meses». El comité de datación del ciclo económico (Business Cycle Dating Committee) de la NBER no pretende ser el primero en comunicar que hay una recesión, sino emitir juicios definitivos que no necesiten ser revisados más adelante. Así que no es sorprendente que los estadounidenses sientan que están en una recesión antes de que los expertos decidan etiquetar a la coyuntura como tal.

Respecto de esta situación, Robert Barro reseña que “desde la formación del Business Cycle Dating Committee de NBER, en 1978, el lapso entre el inicio de una recesión y el anuncio del inicio promedió siete meses (…) Este retraso podría ser atractivo para la administración del Presidente estadounidense Joe Biden si va más allá de las elecciones intermedias de noviembre, pero por lo demás no es cautivador”. De ahí entonces que la “clara ventaja de la mesura de dos trimestres consecutivos es que es oportuna y no requiere esperar el anuncio de la NBER de que ha comenzado una recesión”. Por lo tanto, “la conclusión es que, con el anuncio el 28 de julio de una caída del PIB de dos trimestres, podemos estar muy seguros de que la economía estadounidense entró en recesión a principios de 2022”.

Posiblemente lo que confirme definitivamente que hay una fuerte recesión en marcha sea la cola que mueve al perro de la geopolítica. Tal la observación que hizo Robin Wright en The New Yorker (01/07/2022) en una columna que analiza los resultados de la reunión de la OTAN en esa fecha en Madrid. Wright refiere que allí «la alianza militar más poderosa del mundo se volvió más poderosa y audaz al enfrentarse a Rusia. La OTAN prometió aumentar la presencia de tropas y material de guerra para asegurar a Europa contra futuras agresiones rusas y ayudar a la campaña de Ucrania, durante el tiempo que sea necesario, para recuperar el territorio incautado por Putin (…) La nueva estrategia refleja un cambio dramático en Occidente: de hablar de la interdependencia económica y de seguridad de Europa con Rusia, en el lapso posterior a la Guerra Fría, a una confrontación abierta con Moscú (…) El nuevo concepto estratégico cita por primera vez los desafíos que plantea China y la necesidad de generar ‘resiliencia’ contra la intromisión política, la desinformación, la escasez de energía y la inseguridad alimentaria. En otra primicia, se comprometió a profundizar los lazos con aliados en el Indo-Pacífico. Los líderes de Japón y Corea del Sur se reunieron con miembros de la OTAN, incluido Biden, al margen en Madrid”.

Wright subraya lo que sería el factor de este comportamiento: “A pesar de todo su poder colectivo, los gobiernos clave de la OTAN son individualmente débiles y enfrentan desafíos electorales”. La speaker Nancy Pelosi fue a Taiwan con las legislativas de medio término de noviembre en la cabeza, los primeros ministros inglés e italiano, Boris Johnson y Mario Draghi, actores dinámicos en aquella cumbre de Madrid, son un recuerdo. El canciller alemán Olaf Scholz está en medio de una crisis energética. El denostado Presidente Xi Jinping ha restado importancia a la economía y ha destacado su objetivo de devolver a China a lo que él considera la posición que le corresponde como una «gran potencia». Nada mejor que insuflar conflictos fronteras afuera para calmar los de fronteras adentro.

Por casa

Dada la importancia clave, por su prominencia, de la economía norteamericana en la economía mundial, vale preguntarse qué pasa con nuestro sistema respiratorio cuando al elefante le da la gripe de la recesión. Ahora además con China a los tumbos. Parece que poco, mirando en las últimas siete décadas los años de las recesiones norteamericanas y poniéndolas en contacto con las cifras de la variación porcentual del PIB per cápita argentino, conforme arroja el promedio del ciclo de los propios auges y caídas de la actividad argentina, tal como se presentan en la tabla. Se infiere que cuando repercutió negativamente se debió antes que nada a los horrores de la política vernácula. Incluso se olfatea cierta relación positiva. Como las recesiones vienen con caída de precios de los insumos, pero los seres humanos no dejan de comer; eso estaría explicando que exportamos más o menos lo mismo e importamos más barato, lo que repercute positivamente en el crecimiento del producto bruto.

Aschi

Nada más práctico que una buena teoría, decía Immanuel Kant. Los fundamentos teóricos no son un fuerte de la derecha argentina, cuyo gran activo en esta lid es haber convencido a buena parte de la sociedad civil de que sus peores intereses –y más mezquinos- son los que mejor les acomodan. En general, nadie sale bien parado de esta situación al contemplar la fábrica de pobres en que nos hemos convertido. Pero tal parece que esa sublimación de la anti economía es global.

Diana Coyle, una especialista en cuentas nacionales de la universidad de Cambridge, sugiere en su reciente ensayo Cogs and Monsters (Engranajes y monstruos) que así como vamos, no vamos a ningún lado en materia de macroeconomía. Lo de cogs es por los seres humanos tal como los imaginaron los economistas neoclásicos — unas computadoras súper racionales que todo lo calculan para maximizar, y cual engranajes hacen funcionar la maquinaria económica de manera óptima, si no se los molesta con regulaciones. Justo los seres humanos, mezcla rara de doctores Jekyll y mister Hyde. No es serio. Y lo de monstruos es por las geografías desconocidas en los mapas de la Baja Edad Media o el Renacimiento. Coyle alienta a explorar esos mares y territorios ignorados. Por su parte el académico heterodoxo Steve Keen, también el año pasado, publicó un ensayo dedicado a esta temática titulado The New Economics (El Nuevo Análisis Económico). Desenvuelve un modelo computacional dinámico e inestable donde las finanzas y el dinero se entrecruzan con la lucha de clases y la preservación del medio ambiente para diseñar soluciones de política. Keen trata de rescatar la macroeconomía de la nada misma donde aduce que está. Esta opinión, bastante generalizada, no alcanza a Coyle, que la da como una causa perdida. Por eso volvió su mirada a la microeconomía para reformularla desde la ridiculez neoclásica, postulando otros supuestos para comprender el comportamiento de los individuos y de los empresarios a efectos de concebir políticas que tengan una eficacia de la que ahora carecen o fallan en gran forma.

Mientras la economía mundial en recesión no parece ser un freno para la destrozada economía argentina en recuperación, al flamante ministro de Economía, Sergio Tomás Massa, con sensatez se le reclama un programa. Pero incluso si ese programa despertara el más amplio consenso, dada la inconsecuencia global de la teoría y la poca edificante situación del pensamiento argentino, hay que deducir que para las cosas salgan bien el gran papel es el de la fortuna, ese otro componente de la buena perspectiva del príncipe sobre la que con inequívoca lucidez aleccionaba Maquiavelo.

Por Enrique Aschieri

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