¿Planes de empleo o salario básico universal?

Economía 18 de julio de 2022
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Como es frecuente en Argentina, actualmente un nuevo debate emerge con un calor que hace difícil el análisis calmado y basado en la evidencia. Es la discusión entre la renta básica, también conocida como salario básico universal, en oposición a la garantía de empleo o el Estado como empleador de última instancia.

Es entendible la pasión que se pone en juego. Estamos hablando de la subsistencia de millones de compatriotas, se discute la equidad, en definitiva, la responsabilidad de la política y de todos como sociedad por los que tienen sus derechos vulnerados. Los otros temas sobre la factibilidad o el costo monetario son de un segundo nivel de prelación, siempre que estemos de acuerdo con el principio básico de que hay derechos humanos y económicos que se deben atender. 

Argentina puede presentar entre sus grandes logros al plan de empleo garantizado más grande (en términos proporcionales) de las últimas décadas: el Plan Jefes de Hogar. Sus resultados, reconocidos inclusive por instituciones que pregonaban en contra de este tipo de iniciativas, inspiraron otros planes masivos en las más diversas latitudes. Desde la India con su NREGA, hasta la pequeña Timor-Oriental con su iniciativa “cash for work”.

Este plan surgió en un momento en que la pobreza superaba al 50 por ciento y el desempleo afectaba al 25 por ciento de la población económicamente activa, los piquetes y las cacerolas resonaban y los intentos de contención a través de organismos como la "Mesa del Diálogo Argentino" mostraban su impotencia. Rápidamente el Ministerio de Trabajo comenzó a dar respuestas en un trabajo profesional, interjurisdiccional (Nación, Provincias y Municipios), y con participación de la sociedad civil, en un proceso que permitió la consolidación de algunas organizaciones sociales, hasta ese momento más centradas en el reclamo, y la creación de nuevas. De algún modo, se esbozó un nuevo contrato social.

El éxito del Plan Jefes fue justamente que pudo desaparecer, mutando sus beneficiarios hacia el empleo (mucho privado, mucho formal, pero también cuenta propia e informal), a otras tipologías, otras prestaciones (como la Asignación Universal por Hijo o los de entrenamiento laboral y vuelta al colegio), así como la creación de cooperativas. El fracaso del plan hubiese sido se los beneficiarios iniciales continuaran en el mismo, algo que no ocurrió. Se recomienda revisar las múltiples evaluaciones que se hicieron aquí y en el mundo del Plan Jefes.

Obviamente la regresión en términos económicos y sociales que implicó el experimento macrista volvió la situación a un punto de deterioro económico y social grave, pero no en las mismas condiciones del 2002.

¿Qué hacer?

En aquel momento, la principal causa de la pobreza era el desempleo, en particular el de la jefa o jefe del hogar. Hoy, con una tasa del 7 por ciento, no lo es. El problema es la insuficiencia de ingresos, en particular de ingresos laborales. Una muy importante proporción de los pobres son los denominados “trabajadores pobres”. Esta diferencia no es menor y hace que se discutan instrumentos fuera de su contexto.

¿Para quién son pensados los programas de empleo? Para los trabajadores desempleados, como modo de dotarles de un ingreso que les permita a su vez mantenerlos dentro de la estructura del trabajo y alerta para buscar oportunidades. O para aquellas mujeres que deben cuidar a sus hijas e hijos gran parte del día y por lo tanto se encuentran imposibilitadas de ausentarse de sus hogares por 9 o 10 horas, como requiere una relación de dependencia. Un trabajo cerca de su hogar les sirve.

Actualmente hay una gran cantidad de trabajadores que no llegan a fin de mes. No solo por la inflación reciente de la pospandemia y la guerra, sino también por el proceso de precarización de ciertas ocupaciones que generó el cierre de actividades y empresas durante la Covid-19. Muchos son trabajadores por cuenta propia, otros forman parte de iniciativas de tipo solidaria, muchos empleados como trabajadores no declarados. Algunos de estos trabajan en tiempo parcial, pero muchos lo hacen más horas que la jornada legal, y aun así no ganan lo necesario para una vida digna.

El esquema de la renta básica se pensó como modo de resolver un problema de desempleo estructural, ya que el mercado de trabajo no contaba con suficiente capacidad de absorción. Finlandia hizo una experiencia piloto de la que vale la pena leer las evaluaciones realizadas. Si bien la desocupación era baja, el desempleo de larga duración era elevado.

Con este esquema se esperaba a desarrollar las capacidades emprendedoras de los desocupados. Garantizando un ingreso, ellos podrían aspirar a iniciar un negocio, desarrollar su arte y su talento y de ese modo incorporarlos económica y socialmente al mercado. Esto se pensó en un país donde la tasa de desempleo es alrededor del 8 por ciento en el largo plazo y tiene un seguro de desempleo por 300 a 500 días a un valor de 34,50 euros diarios. La experiencia no funcionó como se esperaba. No todos son emprendedores comerciales, no muchos tienen talentos artísticos. Muchos aspiran a un trabajo convencional. Solo una minoría consideró positiva a la iniciativa. Para la mayoría, fue un alivio en la búsqueda de un nuevo empleo.

¿Cómo se hace para remediar la situación que se vive en Argentina? Sin dudas hay una situación económica y social que no se puede ignorar, que como sociedad debe interpelarnos de modo de crear alternativas. Debemos pensar en algunas, muchas veces compatibles, no antagónicas.

Salario básico

Independientemente del nombre que se le dé, un salario básico complementario es una alternativa para aquellos que están ocupados en diversas actividades, comerciales o sociales, en relación de dependencia, comunitariamente, o cuenta propia, y que por las circunstancias actuales, no les generan los ingresos necesarios. Este cubriría a un importante número de personas en el sector informal.

Hay otro universo de personas que no estarían incluidas, y son, por un lado, las amas de casa básicamente con dependientes (niños, pero también adultos mayores que requieren atención), y los desocupados tradicionales. Aquí, funcionan correctamente las transferencias directas como el IFE. 

Para los desocupados y jóvenes entrantes al mercado, los programas de empleo son la alternativa. El trabajo es un factor de estructuración social, que debería, además, satisfacer las necesidades básicas del trabajador y su familia.

Un tema que es importante es el de las actividades del cuidado. Argentina no puede continuar sin un sistema nacional de cuidado infantil, que podría dar trabajo a una enorme cantidad de personas, que luego de un entrenamiento y bajo la supervisión profesional, producirían un servicio, altamente demandado, pero que por la falta de ingresos muchos hogares no pueden afrontar. Algo similar sucede con los adultos mayores en una sociedad que se ha ido envejeciendo, pero sin este servicio para muchos hogares que lo necesitan.

El financiamiento demanda trabajo e ingenio. Ver cuántas personas requieren un ajuste en el beneficio y cuántas ya están en algún tipo de programa. Esto requiere sentarse a analizar los números y definir los universos, con evidencia empírica y con la pasión necesaria para encontrar las soluciones, antes que confrontar en TV.

Por Daniel Koztser para Página 12

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