¿Formadores de precios o interdependencia?

Economía 15 de julio de 2022
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Una idea muy extendida en Argentina es que la elevada inflación se debe, en gran medida, a los “formadores de precios”. Se trataría de oligopolios que aumentan “de manera unilateral” los precios de sus productos, desatando una cadena de subas en cascada en el resto de la economía. La “unilateralidad” en el establecimiento de esos “primeros precios” se refiere a que estos no estarían regidos por ley económica alguna, sino por el poder oligopólico y voluntad de los “formadores de precios”. En consecuencia, dados los precios fundantes, el resto de los capitalistas debería someterse a la mecánica inflacionaria desatada por los primeros. De ahí el llamado de la izquierda (incluidos muchos marxistas) y el progresismo a enfrentar “el poder de los formadores de precios”.

El argumento descansa entonces en dos afirmaciones cruciales. La primera dice que dominan los precios de monopolio (o sea, precios por encima de los precios de producción). La segunda dice que existe una escala jerárquica de los precios: los que corresponden a los sectores “formadores” (determinan los precios y no son determinados); y los que corresponden a los sectores “no formadores” (los precios son determinados y no determinan).

 Precios de producción, costos e influencia recíproca

La creencia de que existen precios que serían formadores del resto se vincula con la idea de que hay precios de los que dependen los demás, pero ellos no dependen de los demás. O sea, que existe una relación asimétrica en la formación de precios. Esto ocurriría porque, dice la tesis, existen mercancías cuyos precios de producción son determinantes de los precios de producción del resto de las mercancías, ya que entran como costos en la cadena productiva que va “hacia abajo”, hacia el consumo final.

Pues bien, el problema con este enfoque es que solo tendría sentido si no hubiera una influencia recíproca entre precios y costos (véase A. Roncaglia, Sraffa y la teoría de los precios, Madrid, 1980; también para lo que sigue). Sin embargo, eso solo ocurre con aquellos bienes que no son necesarios, directa o indirectamente, para la producción, ya que no entran en la composición del capital constante, ni en la canasta salarial. Son los bienes de lujo (por caso, los yates de lujo). Pero en lo que atañe al resto de los bienes, existe una influencia recíproca entre precios y costos.

Lo cual es fundamental para la crítica de la idea de que los precios se forman por “suma de componentes” (típicamente, salarios + ganancias + renta). Era la posición de Adam Smith (y continúa hasta hoy). Según Smith, la suba del precio del bien salarial básico era determinante de la suba de los precios en todas las ramas, dada su influencia en los costos. Fue un mérito de Ricardo (destacado por Marx) demostrar que un aumento del precio del bien salarial (el trigo en este caso) no lleva (supuesto que el equivalente no se deprecie) a un aumento del nivel general de precios, sino a la variación de los precios relativos, dependiendo de la relación capital / trabajo en las ramas. A su vez, los cambios en los precios relativos influencian los precios de los bienes salariales.

En cambio, si se considera que existe una serie de precios que son unilateralmente formadores del resto de los precios, debe concederse que el mecanismo de formación de los primeros es distinto del mecanismo que opera en el resto de las ramas. Pero esto no es lo que ocurre en el modo de producción capitalista (y en Argentina domina el capitalismo). En palabras de Roncaglia: “En general, entre precios y costes se da una influencia recíproca; en efecto, para determinar el precio de un bien necesario para la producción hay que tener en cuenta todo el sistema de interrelaciones técnicas entre los diferentes sectores productivos y, por tanto, no solo la utilización, directa o indirecta, de otros bienes para la producción del bien considerado, sino también su utilización para producir tales bienes y producirse a sí mismo” (pp. 26 y 27). En este respecto, la posición de Marx era coincidente.

Para terminar, dos cuestiones. La primera es que incluso si admitiéramos –en aras de clarificar la polémica- que la economía capitalista está dividida en dos sectores –el de precios formadores y el de precios formados- tampoco se podría explicar la dinámica inflacionaria. Es que establecida esa estructura desigual de formación de precios, ¿por qué estos deberían subir al 5, 40, 80 o 200 por ciento anual? No hay razón.   La segunda observación se refiere a un hecho que ya he señalado en otras notas: la facilidad con que en la izquierda marxista se aceptan y repiten explicaciones propias de la Economía vulgar. Una aceptación acrítica, a pesar de que se reclaman partidarios de la teoría del valor trabajo. Por supuesto, tienen todo el derecho de corregir o criticar la teoría de los precios de Marx. Pero en ese caso, hay que hacer explícitas las diferencias y no pasar gato por liebre. Y deberían fundar sus afirmaciones en razonamiento teórico y evidencia. De lo contrario es pura “guitarreada”.

Por Rolando Astarita Profesor de Economía de la UBA

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