Gobernar el desequilibrio macroeconómico para que no pierdan los de siempre

Actualidad - Nacional 01 de julio de 2022
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Hoy hablar de economía es hablar sobre la inflación, la colocación de deuda en pesos del Tesoro Nacional, la brecha cambiaria, los movimientos del dólar paralelo, las problemáticas en la balanza comercial, las nuevas regulaciones a la importación y otras. Sin embargo, todas las nombradas son en realidad síntomas (o consecuencias o derivados) de la enfermedad crónica que azota a la Argentina: la restricción externa. 

Dicho de otra manera, los ruidos que vemos hoy en el mercado de bonos en pesos es consecuencia nuevamente de la restricción externa. La necesidad de limitar las importaciones, que habían empezado a tener un comportamiento especulativo frente a la brecha cambiaria, también es consecuencia de que no están los dólares necesarios para bajar la brecha, financiar consumo en dólares y poder salir de esta situación.

Pero muchos de los dólares que faltan, la Argentina los genera. Pero muchos se fugan, otras se regalan a tasas desorbitantes y condiciones paupérrimas para el país en los períodos de sobreendeudamiento. La deuda externa (público y privada) que nos dejó Mauricio Macri tuvo que ser renegociada, porque era insostenible, pero también nos dejó con mucha vulnerabilidad el rápido y acelerado proceso de desregulación de la cuenta de capitales, que construyó un marco legal, pero totalmente ilegítimo, para la formación de activos externos.

Por eso, en el proceso de reconstruir la Argentina no alcanza con renegociar con el FMI, sino que implica nuevas reglas de gestión de los dólares, o mejor dicho de la riqueza que genera el suelo y el trabajo argentino que con el esquema de país emergente se centrifuga en las manos de unos pocos. De allí, la importancia de tener un mecanismo de regulación cambiaria como el que tenemos hoy implementado por el Gobierno Nacional de Alberto y de Cristina.

En Argentina, la primera etapa de restricción externa fue en el ‘49, después de que el peronismo acelera el proceso de industrialización, de estatización de empresas públicas, de impulsar la industria nacional. Perón chocaría luego con esta restricción externa, con la escasez de dólares para soportar el proceso de crecimiento de una industria deficitaria en términos cambiarios.

Diez años después, la recesión del 59, ya con Frondizi como presidente, marca el acceso al Fondo Monetario Internacional con el primer préstamo Stand-by para solventar la crisis de balanza de capital. En un texto que se llama “El modelo de estancamiento económico” de Brown y Joy publicado en 1981, nos recuerda las condicionalidades que impone el organismo a nuestro país, de increíble similitud con pautas actuales: la eliminación de los controles de cambio y la creación de un mercado único de cambio con una tasa que oscila libremente; la eliminación de los controles de precios internos; a restricción del crédito y del presupuesto; y por último, otorgar facilidades para las inversiones de capital extranjero.

Ya en 1959, previo a la globalización financiera iniciada en los 70s, el Fondo Monetario Internacional ya le exigía a la Argentina un modelo neoliberal, una estrategia para liberalizar aún más el tipo de cambio y dejar que fluctuara. El mismo programa que aplicó Mauricio Macri sin tenerlo al FMI como aliado pero que fue a validarlo con este en el 2018. Imagínense lo que sucedería hoy si en lugar de tener las regulaciones macroeconómicas y de cambio que tiene hoy nuestro país, estuviésemos en el 2018, sin controles de capitales.

¿Qué pasó en 1959 con esta crisis con Frondizi a la cabeza? El Producto Bruto Nacional disminuyó sustancialmente, el alza de los precios cobró impulso, el índice del costo de vida que en 12 meses anteriores había sido de un 51% aumento en 101% y la distribución del ingreso empeoró. Los salarios representaron en 1959 solo el 40,4%, mientras que venían del 50,2% de 1952. Se había llegado al fifty fifty en sueldos y salarios como proponía el general Perón. Es decir, una nueva estanflación, recesión e inflación. 

El modelo del FMI y sus aliados neoliberales sigue siendo el mismo. Estamos discutiendo si frente a inestabilidades cambiaria, financieras y estructurales, dejamos que el mercado “se autoregule” o si regulamos para sostener una mejor distribución del ingreso, una salida que no implique resignar el desarrollo y el crecimiento industrial.

El paper de Brown y Joy termina diciendo que está claro que una de las causas principales que frustran el desarrollo económico de la Argentina lo constituye la escasez de divisas y que las políticas para el desarrollo deben primer lugar a incrementar los ingresos netos de aquellas y agrega que a menos que puedan controlarse las exportaciones de capital, la faena, la formación bruta de capital, se puede tener una amenaza de una nueva devaluación que podrá ser forzada por los especuladores que retiran sus capitales del país tan pronto se evidencian los primeros signos de dificultades en la balanza de pagos.- como lo hemos visto tantas veces. Agregan que la elección del 62/63 fue aprovechada por el nuevo gobierno que impulsó el control de cambios recién en 1964.

La buena noticia es que hoy hay un gobierno que está controlando la salida de dólares, la salida de capitales y que también hay proyectos en el Senado y ahora en Diputados, avanzando hacia una recuperación de la fuga.

Después de casi 80 años del primer episodio de restricción externa, con nuevos actores, con mucho menos poder del Estado, seguimos padeciendo las consecuencias de la gran enfermedad de nuestra economía, la restricción externa. Pero esta vez no puede terminar como siempre, perjudicando a los más vulnerables: trabajadores y trabajadoras tanto de la economía formal como de la economía popular. Este reiterado de simplemente devaluar y dejar que se caiga nuestra actividad económica y se concentren aún más los recursos y la riqueza en pocas manos, constituye sobre todo un obstáculo al desarrollo y la justicia social. Hay que gobernar los desequilibrios macroeconómicos, la inestabilidad profundizando esquemas de planificación para evitar que el ajuste se pague con el sufrimiento del pueblo.

Por Delfina Rossi para El Destape

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