Cristina y el peronismo como tercera posición

Actualidad - Nacional 27 de junio de 2022
reunion tercera posicion peronista

En todo Occidente se sigue analizando la política con categorías eurocéntricas. Ser “de izquierda” o ser “de derecha” quiere decir algo o casi todo. Pereza intelectual que militan, básicamente, sectores que se alistan en el conservadurismo, a los que el peronismo en Argentina vino a desacomodarles el nicho funerario, allí donde se acomodan las verdades ya resueltas.

En un país donde existe el peronismo como movimiento político mayoritario, hablar de izquierdas o de derechas convoca más a la imprecisión que a la justeza. La “tercera posición” no es una respuesta a la geopolítica de la Guerra Fría, como creen algunos. Es un lugar que hasta el 17 de octubre del ’45 no existía, significativamente hablando, o era tachado de “camisa negra” o “fachista”, grosero error que las izquierdas con franquicia intelectual, esas que tanto le gustan al diario La Nación, repiten con el ardor y la vehemencia que no le dedican al cambio social.

Pero que, desde entonces, se hace indispensable para comprender la realidad nacional, porque el peronismo corrió la suerte que todas “las izquierdas” clásicas o vigentes esperaban para sí o sufrieron en algún momento: ser el territorio simbólico identitario del pobrerío y el enemigo de “las derechas” que combaten la revolución, algunas sin asumir que para llegar ser enemigo de las derechas primero hay que poner en riesgo los negocios de los dueños del poder y de dinero.

Todo lo demás, es bijouterie que se consigue en la avenida Corrientes, hoy en oferta.

Hasta que confluyó con Braden en la Unión Democrática y quedó políticamente pasteurizado, el comunismo era un fantasma peligroso. El peronismo tomó la posta de la idea de la redención social y sufrió la demonización, la proscripción, la cárcel y la eliminación física de sus militantes de los gobiernos, militares y civiles, que se sucedieron en el siglo XX. Un espectro real, corporizado, que recibió tratos crueles y hasta genocidas.

La tercera posición, entonces, es un par de anteojos insustituibles para superar la miopía rampante. El factor policlasista en la constitución de alianzas políticas es un hecho distintivo, singular en América Latina, donde las expresiones “derecha” o “izquierda” siguen representando algo en función del grado de colonialidad cultural y económica padecidos.

La cuestión nacional es bastante más compleja. Es verdad que el término “derecha”, antes llamado “oligarquía”, sigue diciéndonos algo. Es la concentración de riqueza y poder que necesita del conservadurismo político para evitar cambios que afecten sus privilegios. Por eso, al kirchnerismo se lo ponen en el lugar de la izquierda de la que hablan los europeos. Porque es el único espacio político que discute, con alguna chance, la distribución del ingreso en un país desigual como el nuestro.

Pero no es de izquierda. Es peronista.

Nadie de la izquierda verdadera, después de que sacrificaran su sujeto político en la alianza con Braden, se reuniría hoy con la jefa del Comando Sur de los Estados Unidos, como hizo Cristina Kirchner. O con Carlos Melconian, de la “cavallista” Fundación Mediterránea. O con Martin Redrado, eterno novio de los mercados. Y a la vez con Nacho Levy, de la Garganta Poderosa –y profunda- o con Hugo Yasky, de la central obrera más anticapitalista que tiene la Argentina.

Todo eso lo hizo ella, la que es presentada por la oligarquía mediática como la personificación misma del mal, la expropiadora, incapaz de sentarse con los que piensan diferente, “hecho maldito” del capitalismo argento.

Todas esas cosas, si las tuviera que hacer Mauricio Macri, serían algo así: Macri reunido con el presidente de Cuba, Macri reunido con Kicillof, Macri reunido con Boudou, Macri reunido con el Cuervo Larroque de La Cámpora y Macri reunido con Cristina.

Cosa que, como no es peronista, no le sale. En realidad, lo que no le sale al liberalismo off shore que encabeza es asumir la cuestión nacional. Que no es de derecha, ni de izquierda. Está más allá de nuestros prejuicios y posturas partidarias y clasistas.

La cuestión nacional es hacerse cargo de la complejidad del problema argentino. Con los que piensan como uno y con los que piensan distinto que uno. Ojalá hubiera más medios como El Destape como para destacar, las veces que haga falta, que Cristina es capaz de sentarse con sus adversarios ideológicos para estudiarlos, comprenderlos y derrotarlos, mientras que Macri los mandaba a demonizar, espiar y encarcelar, lawfare mediante.

Por suerte, alguien mira más allá. Dos veces presidenta, en un país que -como sabemos- desborda de directores técnicos que se las saben todas y cuando tienen que dirigir se comen todas las goleadas, sinceramente.

Por Roberto Caballero

Te puede interesar